El secretismo en las negociaciones entre el Gobierno de Honduras y China debería encender las alarmas en toda la sociedad hondureña. Cuando un gobierno decide ocultar los detalles de sus acuerdos, especialmente con una potencia tan influyente y controversial como China, es razonable sospechar que algo preocupante está en marcha. La historia de las relaciones comerciales y diplomáticas de China con otros países está plagada de ejemplos donde la falta de transparencia ha llevado a consecuencias catastróficas para las economías y la soberanía de las naciones involucradas.
En muchos casos, los acuerdos con China han implicado concesiones significativas en términos de control de infraestructura, acceso a recursos naturales o condiciones de financiamiento que, si no son manejadas con extrema precaución, pueden comprometer el futuro de un país. La experiencia de Sri Lanka es un ejemplo claro: tras aceptar un préstamo chino para construir el puerto de Hambantota, el país no pudo pagar la deuda en 2017 y se vio obligado a entregar a China el control del puerto por 99 años. Como señaló un analista económico en aquel momento, “lo que parecía ser una inversión extranjera directa, terminó convirtiéndose en una pérdida estratégica para la soberanía de Sri Lanka”.
Honduras, al igual que Sri Lanka y muchos otros países en vías de desarrollo, enfrenta graves desafíos económicos, y las inversiones chinas pueden parecer una solución viable. Sin embargo, la opacidad de estas negociaciones deja muchas preguntas sin respuesta: ¿Qué está comprometiendo el gobierno hondureño? ¿Qué condiciones está aceptando? ¿Cuáles son los intereses estratégicos que están en juego? Pocos detalles y mucha opacidad rodean los 17 documentos firmados entre la presidenta Xiomara Castro y el mandatario de China, Xi Jinping.
Es inquietante que el gobierno no se sienta en la obligación de informar a la ciudadanía sobre los términos de estos acuerdos, sobre todo en un momento en que las relaciones internacionales están cada vez más marcadas por la competencia entre potencias. Estados Unidos, tradicional aliado de Honduras, ha sido particularmente crítico con los países que optan por una relación cercana con China sin la debida transparencia. La falta de claridad en las negociaciones no solo podría generar tensiones diplomáticas, sino también dañar aún más la confianza de los inversionistas y otros actores económicos internacionales.
Además, la posible entrega de sectores estratégicos, como la energía, telecomunicaciones o infraestructura, puede tener repercusiones profundas en la soberanía del país. Si China, como lo ha hecho en otras naciones, logra obtener el control de activos clave en Honduras, el gobierno podría estar empeñando el futuro económico del país por un beneficio temporal.
La ciudadanía hondureña tiene el derecho y la responsabilidad de exigir transparencia. La historia reciente muestra que las relaciones opacas con China pueden tener un costo extremadamente alto. Si no actuamos ahora, podríamos encontrarnos pagando ese precio durante generaciones.
Es imperativo que el gobierno abra estas negociaciones disfrazadas de tratado de libre comercio al escrutinio público antes de que sea demasiado tarde.