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Se ha dicho que “la política es como la guerra por otros medios” y que “en la guerra como en el amor, todo es permitido”. Y no puede ser así. No sin volverse contraproducente al objetivo superior que persigue la búsqueda del bien común. La realidad, la de una política caída en la desafección del electorado, prueba lo errado de esos axiomas. Por el contrario, la política debe estar sujeta a principios y valores estrictos que enfrenten con éxito los desafíos planteados. En la política no todo está permitido, ni es una guerra, es política. “El fin justifica los medios” tampoco es viable en política. No se hace daño a otras personas por el bien propio. No se atropella a otros para llegar primero. Se debe correr y ganar en buena línea, sin trampas. “Que se haga lo que se tenga que hacer” no lo vuelve aceptable: en política no se debe mentir, ni robar ni matar, ni honras ni personas físicamente. Si se hace daño hay consecuencias. ¿Quién miente, quién roba, por qué cree que el velo de impunidad que ensombrece todo nunca será raído? Se ha creído siempre, que ahora sí, se combatirá la corrupción y los corruptos serán castigados. Tantos lustros y sin que suceda. La política debe ser ética. Claro que puede haber política con ética, tiene la política que ser ética, es que entonces no tiene sentido. Y es lo que devela la forma actual de hacer política, más sinsentidos: corruptos dándose baños de probidad y señalando a otros, que no lo son, como corruptos. Delincuentes, les llaman unos delincuentes. Los que en su vida han mostrado ser proclives y serlo. Muy triste e indignante ha sido apreciar personajes que viajaron como honorables por décadas para resultar siendo otros corruptos más. Con cuidados modales, vestidos apropiadamente pero revestidos de un cinismo inconcebible. Que no se les grite en la calle no es que no se sepa. La labor del Consejo Nacional Anticorrupción y de la Asociación para una Sociedad más Justa representan en parte el enojo en que pasamos los ciudadanos ante un estamento político en el poder, insensible, miope y sí, corrupto.