Nacido en Guatemala, la vida de Iñaki Martínez ha transcurrido entre España y Latinoamérica, donde se ha destacado por varias misiones, como por ejemplo Delegado del Gobierno Vasco para Colombia, Venezuela, Ecuador y América Central en el periodo 2009-2013 y asesor de la guerrilla salvadoreña entre 1980 y 1984. Vinculado a la izquierda antifranquista durante la Transición, fue miembro fundador de Euskadiko Ezquerra y otras organizaciones y conoce en profundidad la realidad de Euskadi, donde se crió en Ortuella y se licenció en Derecho por la Universidad de Deusto. Autor de varias novelas, entre las que destacan Lo que dejan ver las sombras y Donde los hombres llevaban sombrero, ambas ambientadas en La Habana, y La ciudad de la mentira, con la que fue finalista del Premio Nadal 2015.
Ricardo Angoso: ¿Cómo nace esa pasión por La Habana que te ha llevado a escribir dos novelas ambientadas en esa ciudad?
Iñaki Martínez: En mi caso, lo que me atrapa es la propia historia de Cuba y de La Habana, más concretamente la del siglo XX. Me interesa mucho todo lo que ocurre antes de 1959 en Cuba, antes de la Revolución cubana, y la evolución posterior del país. Además, he visitado La Habana en numerosas ocasiones, creo que unas siete u ocho veces, y tengo varios amigos allí. Es una ciudad fascinante, desde todos los puntos de vista, y me recuerda mucho a España. En fin, y resumiendo, tengo mucho interés por lo que sucedió y sucede en La Habana, aunque las actuales circunstancias no son las mejores para la ciudad y sus habitantes.
R.A.:¿Cómo examinas la situación que atraviesa Centroamérica, una región que conoces y en las que has vivido algún tiempo?
I.M.: Con bastante tristeza y decepción porque yo conocí esta región en los años ochenta y viví en varios países y tenía una cierta ilusión por la forma en que estaban evolucionando las cosas en los mismos y parecía que iban a cambiar realmente. Se vivía un momento realmente interesante en la región, sobre todo después de la revolución sandinista, en 1979, y ahora, cuando tienes perspectiva histórica, y han pasado más de cuarenta años, están ocurriendo en esa región acontecimientos que no habían sucedido nunca, como, por ejemplo, esas caravanas de miles de migrantes marchando desesperadamente hacia los Estados Unidos. Esas caravanas de miles de personas de todas las nacionalidades caminando por las selvas y las trochas en busca de una esperanza, es una situación nueva muy triste, algo que no existía hace cuarenta años.
La revolución cubana, gran decepción
R.A.: Luego en casi toda América Latina nos encontramos con una situación bastante decepcionante, en el sentido que ni la izquierda ni la derecha tienen respuestas ante los problemas de la gente, ¿qué está ocurriendo en el continente?
I.M.: Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices. Pero yo creo que la gran decepción en el continente procede de Cuba porque pocas veces en la historia del siglo XX se suscitó una ilusión, no ya en América sino en todo el mundo, como con la Revolución cubana, la del 59. Aquello fue un gran acontecimiento, y no solamente para la izquierda, sino para mucha gente que vio en aquella Revolución cubana como una posibilidad para un cambio real que acabara con la corrupción, la injusticia, la desigualdad social...Pero no fue así y más de medio siglo después lo que vemos es una decepción absoluta. Vemos un sistema absolutamente fallido, una corrupción enquistada y una decepción enorme ante la evolución de esta Revolución cubana que fue vista por una buena parte del mundo como algo esperanzador. Y eso provoca una falta de referencias absoluta, sobre todo para la izquierda. Luego están los experimentos de la derecha, que han sido diferentes pero que también han sido fallidos en sus resultados. La única esperanza que puede albergar América Latina hoy es que por primera vez está funcionando el sistema judicial en el continente y eso está ocurriendo en muchos países. Por ejemplo, hay numerosos presidentes y ministros que han acabado en la cárcel o están siendo procesados y la lista es larga, algo que hasta ahora no había ocurrido nunca en América Latina. El hecho de que el sistema judicial esté funcionando, o empezando a funcionar, puede darnos algunos motivos para la esperanza en América Latina.
R.A.:¿Cómo examinas el fenómeno del presidente salvadoreño, Nayib Bukele?
I.M.: Yo estuve viviendo algún tiempo en El Salvador y tengo amigos allá, creo conocer el terreno. Hay dos hechos que no se pueden discutir y que están ahí, sobre la mesa. Uno de ellos es la alta aceptación popular de Bukele y otro es que el actual presidente salvadoreño utiliza medios e instrumentos que no son democráticos en muchas ocasiones. Su elección sí fue democrática, eso no le discute nadie, pero después, vistas sus relaciones con los poderes judicial y legislativo, resulta difícil definir su actuación como democrática si nos atenemos a los estándares de lo que se considera como tal. Es cierto que esa aceptación popular de la que goza Bukele viene porque está acabando con uno de los grandes males de la sociedad salvadoreña, es decir, la criminalidad organizada conocida popularmente como las maras. Entonces, la gente, que solamente busca el pan y la paz para sus hijos con seguridad, ha visto en Bukele al presidente que les está dando lo que buscan, Personalmente, a mí no me gusta su estilo y forma de gobernar, que no se ajusta desde luego a los cánones normales, pero reconozco que la gente lo elige, por una amplia mayoría, y que goza de una gran favorabilidad en el país.