Era demasiado, tuve que detener la película cuando uno de los agentes menciona que se trata de “niños hondureños en Colombia”. Ya estaba crispado, sentado al borde del asiento pues la historia había comenzado con el robo de dos niños en Tegucigalpa, Honduras.
Por un momento mi reacción fue de negación. Esto no puede estar pasando en mi ciudad y en mí país. Sin embargo, después de investigar un poco me di cuenta de que las evidencias son abrumadoramente claras: año con año desaparecen miles de niños ante la vista y paciencia de todos.
Eduardo Verástegui, productor del filme, dice que esta catástrofe social representa un negocio de millones de dólares. Los menores de edad son llevados a Estados Unidos para la explotación sexual y finalmente concluye con la extracción de órganos para la venta en el mercado negro.
La película es el intento de abordar un tema incómodo al que no se presta mucha atención. Las investigaciones apuntan, en no pocas ocasiones, a que tristemente están involucrados altos funcionarios de los gobiernos que se prestan para este bajo y sucio negocio. Incluso se dice que la venta y compra de niños mueve más dinero que el tráfico de armas.
Me impactó la película porque cuenta una historia de la vida real. Retrata el caso de Tim Ballard, quien durante más de una década trabajó como agente especial del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. La trama sigue una misión de Ballard en la que rescata a un niño de las garras de traficantes de personas. Ahí descubre que la hermana del pequeño aún está en manos de sus captores. Para salvarla, el hasta entonces agente especial del Departamento de Seguridad Nacional renuncia a su trabajo y se embarca en una peligrosa misión a través de la selva colombiana.
Tráfico de niños para fines abominables y corrupción de menores. El momento no podría ser el más oportuno para la proyección de esta película en los cines de Honduras. Necesitamos crear conciencia social cuando por un lado y por otro muchos están empeñados en dañar al principal tesoro de nuestra sociedad.Se mencionan varios casos sin investigación en Dinaf relacionados con esta problemática que no pueden quedar en la impunidad.
Por más que algunos intenten ver en otra dirección como si se tratara de algo sin importancia. El tema es tan delicado que la fiscalía del menor debería contar con una línea de investigación en curso. Evidentemente no es un tema fácil porque se mueve mucho dinero y porque este sucio negocio no podría subsistir sin la complicidad o el silencio de las autoridades.
También sería interesante investigar cuáles son los motivos que tienen algunos para introducir elementos de ideología de género en la educación sexual que se está impulsando en las escuelas. No podemos ser ingenuos y obviar que en muchos países, con orientación de izquierdas, esa fue la puerta por donde entraron luego otras posturas “inocentes y bien intencionadas” pero que resultaron dramáticas para los niños y jóvenes.
Incremento de relaciones sexuales con menores de edad, abusos a menores, incremento de embarazos en adolescentes (contrario a lo que dicen los promulgadores de estas políticas de educación sexual desvinculadas de los padres de familia, la información sexual sin valores solo incrementa el problema) y consiguiente ver como “necesario” el recurso al aborto.