Pese a su pequeño tamaño territorial de 36,000 km cuadrados, y 23,500,000 habitantes, la república insular asiática posee una variedad de etnias de origen distinto al han, del que proviene la mayoría poblacional. Un 2.4% de taiwaneses pertenece a grupos aborígenes, quienes con sus aportes de diverso tipo fortalecen y enriquecen su identidad nacional como nación con personalidad propia, distintiva, con proyección industrial, tecnológica y comercial que la posiciona en el mundo favorablemente dado su sistema político plural, multipartidario, con un alto nivel de vida y bienestar.
El actual gobierno rectorado por la presidenta Tsai Ing-wen estimula el fortalecimiento de esa diversidad mediante múltiples programas que buscan garantizar el acceso equitativo a la educación, empleo, salud, participación política, tanto a las mayorías como a las minorías. La más reciente disposición al respecto, emitida el 10 de julio, instruye al Consejo de los Pueblos Aborígenes establecer nuevos centros de aprendizaje de lenguas autóctonas en siete universidades taiwanesas a efecto de fortalecer el estudio de las mismas, aspirando que certificará al menos a 210 profesores diestros en impartir clases de lenguas aborígenes.
Preocupa el hecho que entre aquellos menores de 40 años el habla de su lengua materna se está perdiendo, por lo que el propósito es revivir entre ellas sus raíces identitarias, su orgullo ancestral.
Mientras en China Continental el Estado reprime a las minorías étnicas, particularmente la tibetana budista y la uigur musulmana, con políticas de sinificación forzada, Taiwán alienta el florecimiento de la diversidad étnica y cultural, en marcado contraste con la primera.
Honduras, que en julio conmemora, por decreto legislativo, el mes dedicado a la exaltación de nuestra alicaída identidad, puede inspirarse en el ejemplo y la experiencia taiwanesa para fortalecer programas educativos, sanitarios y jurídicos que pongan en práctica convenios internacionales que tienen el propósito de proteger a grupos minoritarios vulnerables, como el de nuestros antepasados indígenas y afrodescendientes, evitando caer en un paternalismo intrascendente o en un folclorismo alienante.
La formación de docentes cuya lengua original es aborigen es una medida en la dirección correcta, que tendrá mayor impacto y cobertura cuando se masifique dicho entrenamiento y se compilen diccionarios y cartillas lingüísticas especializadas. Igualmente, la dotación de títulos de tierra a las comunidades autóctonas para impedir el despojo de sus recursos naturales: forestales, hídricos y minerales.
Taiwán, en este sentido, colabora positivamente con Honduras al desarrollar programas de tecnificación de alimentos como la papa entre las comunidades lencas de Intibucá, Lempira, La Paz; la pesca artesanal en el Golfo de Fonseca, la producción artesanal tanto para el mercado interno como externo.
El fortalecimiento de las relaciones bilaterales entre Honduras y Taiwán beneficia a ambas, y las mismas deben ser fortalecidas y consolidadas a nivel de pueblos y gobiernos.