Columnistas

Taras politiqueras

A los politiqueros les encanta conocer encuestas y estadísticas con sus malditas mentiras, apuestan y pagan a quien les favorece con la popularidad que pierden desde el inicio de gestión y desean saber la percepción de los encuestados, siempre bien seleccionados para que no los lastime el rechazo sobre su ejecución gubernamental. Comprando el ego lo acomodan a su tara.

No creo en las encuestas políticas y menos creo en farsantes que dan cátedra de cómo hacerlo mal y parecer que lo hacen bien. Porfirio Lobo decía: “Mi pueblo me eligió para gobernar y yo sé cómo hacerlo, nadie me va a sacar de mi línea”. Y fue con Manuel Zelaya Rosales, sin ninguna duda, de los peores gobernantes que hemos padecido. Sin merecerlo.

Marcelo Colussi escribió: “Una sociedad donde la muerte, el autoritarismo y la impunidad están entronizados, jamás vivirá en paz”. Eso es lo que hemos logrado por tanto errático proceder de los gobiernos que nada hicieron para darnos trabajo y seguridad al fomentar y ser parte activa de la delincuencia organizada, narcoactividad y su violencia. Fueron corruptos ahora impunes. No olvidemos que Lobo instauró el gobierno de la impunidad nacional, no de la unidad como decía su eslogan, concediéndole al exgobernante Zelaya la protección ilegal política, quedando pendiente infinidad de cuentas con la justicia, de él, su familia y sus funcionarios. Hasta ahora otros delincuentes han ido obteniendo sobreseimientos. Nunca tendremos justicia.

Cierto que logró como era su obligación, para eso cobró lo que ignoramos, el reconocimiento internacional aún a costa de la dignidad nacional complaciendo a gobiernos hipócritas foráneos, que nada les importamos. Él y solo él es responsable por el equipo que escogió para su gubernatura. Desastroso.

Ese es el común denominador de los que gobiernan, colorados y cachurecos, que al posar sus sentaderas en la silla presidencial se sienten omnipotentes, omnímodos y omnipresentes elegidos por su divinidad. Esa silla no da neuronas sino almorranas. Hacen lo que quieren y usan rastreros para mantenerse en la maldita corrupción que los une. Hasta la muerte.

El ADN porta toda la información genética que pasa de una generación a la siguiente. Lo que nos identifica, y los políticos, sin excepción alguna, lo evidencian con sus actuaciones y aquellos que tienen antecedentes familiares punibles de cualquier tipo ejercen sus taras trayéndolas al accionar politiquero. Eso de acusarse por los ADN lejos de entretener decepciona porque muestran la información genética que cargan y de lo que son capaces de hacer y no hacer. Exhibicionistas.

El político debe ser sereno, diligente, preparado y honesto, cualidades que difícilmente encontramos en los politicastros de oficio y sin oficio alguno, que garanticen que su desempeño será propio del hombre o mujer en quien confiamos. Las pruebas son irrefutables. Oportunistas y populistas tolerantes de la corrupción y por ende corruptos. Los dos partidos tradicionales se achacan los genes de la corrupción, cuando ambos son los padres de la criatura en disputa. La corrupción se hereda. No hay arrepentidos y menos encarcelados por la complacencia e incompetencia de cada cuatro años. Tenemos un bipartidismo corrupto e incapaz, estamos recontra jodidos por azules y colorados, a cual peor, igual a los que ahora son “libre” que fueron gobierno y demostraron su corrupta afición e incapacidad. Urgimos de los buenos hondureños, para revertir la esperanza frustrada y la fe secuestrada. Sin taras politiqueras.