Aquí en las calles no significa nada; en la frontera entre México y Estados Unidos es una tesitura de vida; y en Washington una irrebatible preocupación. La ley llamada Título 42 permite al gobierno estadounidense expulsar a los migrantes sin mayor excusa que la pandemia. El 21 de diciembre quedará suspendida.
Donald Trump, quien no necesita presentación de sus intenciones y sus malas artes, desempolvó esta orden de salud pública -guardada por más de 70 años- y en 2020 puso otro cerrojo en la frontera; desde entonces, casi dos millones de veces han rechazado a los emigrantes con un termómetro y un hisopo, solo por sospechas de enfermedad.
Antes de eso, cada vez que un emigrante cruzaba la frontera de forma irregular -entre lo aterrador del viaje y la angustia del futuro- sabía que enfrentaba tres posibilidades insalvables: liberación, expulsión o detención. A pesar de las circunstancias, seguía cruzando los dedos, porque podía solicitar asilo y comprar esperanzas.
El tema migratorio es crucial en la política estadounidense, confronta recurrente a demócratas y republicanos, y mantiene alertas a las organizaciones humanitarias que reclaman incansables el asilo como un derecho, como el amparo imperioso para miles de personas que solo escapan de la inseguridad y la miseria: la migración de supervivencia.
De este lado de la inabordable frontera, la expulsión inmediata de los emigrantes hacia México o a su país de origen ha multiplicado los espantosos casos de asaltos, torturas, secuestros, violaciones y asesinatos. Ni así se ha parado, llegan más y más emigrantes, y siguen llegando.En fin, el próximo miércoles se suspende la medida, el Artículo 42, y las autoridades estadounidenses -algunas que han estado de acuerdo con la suspensión- temen que la decisión aliente a muchos a tomar el temerario camino hacia su frontera, el descontrol, el caos.
El gobierno del presidente Biden considera enemigos a los que intentarán aprovecharse de la cancelación del Artículo 42, y señala con el dedo a los traficantes de personas, a los temidos coyotes, que mienten, trampean y traicionan a cientos de desesperados migrantes que, pese a pagar miles de dólares, abandonan en la pesadilla.
Además, el gobierno les recuerda que todavía tiene el Título 8 -el más utilizado- que permite la expulsión acelerada y castigos hasta por cinco años para negar el ingreso a su territorio. Sin embargo, necesitan más personal y tecnología que el Congreso les retiene, y ni siquiera quiere aprobarles reformas al sistema de inmigración y asilo.
El presidente Biden mencionó varias veces atacar las causas de la migración en el país de origen, ¿quién no las conoce? Hambre, inseguridad, desesperanza; que siguen su camino implacable a la desesperación, mucho más rápido que sus promesas de ayuda; el mejor ambiente para los contrabandistas, que hacen de la tragedia humana su gran negocio.