Los hondureños somos pacientes, toleramos las impertinencias de los que nos gobiernan, ellos creen que somos -y con la disculpa del pueblo- “pendejos”. Se creen tan vivos que son osados y su descaro y cinismo nos deja atónitos, cada cuatro años cambian sus caretas, llegan a las comunidades con sonrisa plena, su candor ennoblece los corazones de los que los escuchan porque su verborrea es tan convincente que engatusan.
Vemos que les encanta utilizar la Constitución de la República como si fuese papel higiénico ya que muchos de ellos no tuvieron donde hacer sus deposiciones, muchos en el monte y eran expertos utilizando el afamado olote que limpia y rasca por aquello de los oxiuros o utilizaron letrinas, ya que el complejo que cargan en su psique les permite violentar las leyes, decretos, normas, su impúdica actitud nos desconcierta y es objeto de estudio internacional con las mentes más brillantes que aún no han podido resolver dicho enigma.
Cada ciudadano que se dedica a la difícil labor de la política deberá de entender que su finalidad es servir y no servirse, proteger y no protegerse, no es llegar a un puesto como funcionario público que debe de pensar que puede actuar como que todo le es permitido, que todo le es lícito, que puede disponer de los bienes del Estado como si fuesen personales, que pueden hacer y deshacer, donde las acciones ilícitas como el “moje” por debajo de la mesa que ha sido una práctica consuetudinaria de la administración pública deberá de continuar para siempre y que romper esta cadena de corrupción es ir contra los principios que un servidor público debe tener.
El descaro ha sido desde los tiempos de “Rosuco”, quien amando el poder quiso provocar una constituyente para que el período presidencial se alargase dos años más, fue tan cobarde que permitió que un general le dictase lo que tenía que hacer: vender las tierras en Palmerola para una base del ejército extranjero, meter a “la contra”, entrenar en el territorio fuerzas irregulares, permitir el entrenamiento de tropas de otros países, aceptar la implementación de la Doctrina de la Seguridad con su guerra de baja intensidad, matar con el mayor descaro y hacer desaparecer a los que se rebelaban o pensaran diferente.
Y llegó la Nueva Energía y sometió a todo un país a la pobreza y un grupito se hizo multimillonario, la miseria nos acompaña ahora, recordar que iba a haber dólares para todos porque las reservas internacionales eran fuertes, jugaron con el patrimonio de muchos empresarios que se fueron a la quiebra porque jugaron enchute con ellos al estar devaluando o poniendo caro la dichosa divisa; las masacres carcelarias aún siguen en la impunidad.
Y sobre todo creernos “pendejos” como quien no sabía que la presidencia de la República es para todo ciudadano hondureño por nacimiento, y rascaron la genealogía para saber si le corría un “chorrito” de sangre hondureña por las venas; qué descaro, qué tolerantes, ingenuos o pendejos, sí, aceptamos el juego político, realmente nos vieron la cara y fuimos tolerantes.