Los resultados electorales en Ecuador indican una de dos: o los socialistas de hoy lo están haciendo bien, con mejores estrategias que las que usaron sus maestros en el pasado, o el pueblo está tan cansado de la mentira que arriesga todo por el cambio. Yo me inclino por la segunda, aunque algunos dicen que es una combinación de ambas.
La oposición categoriza a Rafael Correa como otro más de los gobernantes populistas que surgieron en Latinoamérica con planes perversos, pero nadie quiere admitir que llegan al poder (y vendrán más) por una razón simple: años de corrupción, nepotismo y mala gerencia de una casta empresarial, política y social, chocantemente burguesa, elitista y arbitraria.
No creo que el socialismo sea malo. Los malos son los socialistas falaces que emplean las mismas mañas de los políticos tradicionales que empobrecen más a los pobres y enriquecen a unos pocos, pero con drásticos recortes de las libertades.
Alarma el perturbado narcisismo de querer figurar en la historia como redentores y que a estos nuevos líderes se les otorgue poder desmedido sin una vigilancia pública y una oposición libre. Los ciudadanos perdemos el control de fiscalizar a gobiernos dictatoriales.
Estos líderes son una nueva burguesía, pero socialista. Seducen al pueblo con promesas de mejorar su estatus de vida. Nada diferente a los de centro y a los de derecha. Se apoderan de las riquezas del Estado, igual que los otros, pero, como se ha demostrado en la historia reciente, tienen planes ocultos.
¿Es Correa otro peligro para Latinoamérica? La oposición y ciertos potentados piensan que sí y él no hace nada para demostrar lo contrario. Ahora está envalentonado por su triunfo, nada despreciable; logró casi el 57 por ciento de los votos. Ni corto ni perezoso, anunció cambios en la Constitución, “empleando la amplia mayoría legislativa”. ¿Qué prepara? Lo mismo que Chávez hizo en Venezuela, utilizar la democracia, la Constitución y las leyes, manipuladas por él, para perpetuarse en el poder.
No hay diferencia entre Chávez y Correa. Son como hermanos gemelos. Ecuador sigue el camino de la injerencia estatal en todos los campos públicos y privados y prepara una intervención a la prensa, a la que ya calificó de “pésima”.
A pesar de esto, muchos ecuatorianos están contentos con la gestión de Correa. Dicen que la política en educación y salud es la mejor en muchos años. Es el presidente latinoamericano mejor evaluado. Más del 80% de los ecuatorianos ven positiva su gestión y para terminar de lucirse, Ecuador es una de las naciones con más justicia en la distribución de la riqueza.
Sin lugar a dudas, Correa ha sido el más astuto de los gobernantes de izquierda de esa nueva camada de socialistas del siglo 21. Es amigo de los chinos, por ejemplo, quienes ahora creen que la “economía de mercado es el mejor sistema en el cual se debe apoyar el futuro del mundo”.
El temor es que con tanto respaldo popular se envilezca y se vuelva otro burgués de izquierda, embriagado por la potestad de tener y hacer lo que se le viene en gana. Como dijo Lord Acton: “El Poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.