Nacido en Comayagüela el 3 julio 1891, falleció en México el 30 de julio de 1959, fue el intelectual hondureño de mayor prestigio continental, en razón de sus escritos que abarcaron personajes latinoamericanos, demostrando siempre su erudición y hermosura estilística tanto en verso como en prosa.
Fue un polígrafo, ya que ejerció diversos géneros literarios exitosamente: poesía, ensayo, cuentística, entrevista, bibliografía, periodismo, además de ejercer la docencia y diplomacia, animando la actividad cultural en Tegucigalpa, México y Washington.
Su curiosidad intelectual y capacidad de trabajo quedó plasmada en cincuenta y siete libros publicados en diversos países, amén de muchos otros que quedaron inéditos.
Siendo adolescente se trasladó, gracias al otorgamiento de una beca, a México, nación que lo acogió, valorando su precoz brillantez en la cátedra, la investigación, la comunicación, al punto de ofrecerle la nacionalidad, distinción que agradeció pero declinó, ya que llevó la hondureña con orgullo y dignidad. Post mortem fue galardonado con la Cruz del Águila Azteca en Banda de Primera Clase, primera vez que se concedía a un extranjero. En vida acumuló, por méritos propios, múltiples homenajes, destacando el Premio Marie Moors Cabot de Periodismo, por Columbia University, Nueva York.
Su exaltación de su tierra natal la llevó en el alma y el corazón, expresada en poesía, prosa, discurso, amándola con amorosa intensidad pero a la vez con objetividad, adoptando siempre posiciones dignas, emanadas del patriotismo crítico. Valle fue el más brillante compatriota radicado en México, tierra que también acogió a Martín Paz, Abel García Cálix, Alfonso Guillén Zelaya, Óscar Castañeda Batres, Juan José Laboriel, Jacobo Cárcamo, Álvaro Canales, entre otros hondureños.
Evoquemos este día a este notable hombre de pensamiento que dio prestigio a Honduras, a la que llevó consigo hasta el último día de su existencia.