Iniciamos estos doce meses del primer cuarto del siglo XXI requiriendo simultáneamente de doble visión
-retrospectiva y actual-, intentando evaluar el recorrido transitado, con logros y limitaciones, avizorando tendencias y perspectivas.
Iniciamos el año 2000, recuperándonos paulatinamente del más devastador fenómeno natural, destructor de miles de vidas, decenas de poblados, infraestructura, acelerando el éxodo hacia el exterior en búsqueda de empleo, convirtiendo a Honduras en exportadora de su más valioso recurso, el humano. Y han sido nuestros compatriotas en el exterior quienes, con el puntual envío de remesas a sus familiares que dejaron atrás, los que, gracias a sus cotidianos esfuerzos en otras naciones, impiden el colapso económico.
Violaciones a nuestra Ley Fundamental, incluyendo artículos pétreos, resultaron en una ilegal reelección presidencial, el establecimiento de nuevo enclave -insular y en tierra firme-, su posterior invalidez jurídica y las consiguientes demandas millonarias contra el Estado.
Creciente desequilibrio comercial, inseguridad alimentaria, destrucción acelerada del equilibrio ecológico, contracción de la inversión nacional y extranjera, desempleo y subempleo, cierre de empresas, fuga de capitales, inflación, devaluación monetaria, alzas en el costo de vida.
Lo que nos aguarda este año no es halagador, desde campañas ayunas de propuestas factibles de implementarse, ricas en diatribas, insultos, demagógicas, con obsceno derroche de fondos en propaganda política, desconociéndose el origen real de tales fondos, haciendo caso omiso de las exhortativas eclesiales por el diálogo y el recíproco respeto, y elecciones internas y generales transparentes, exentas de imposiciones.
El masivo retorno forzado de compatriotas, deportados de los Estados Unidos, introducirá más tensiones al debilitado tejido social.