Nuestra historia registra diversos intentos por organizar alternativas políticas que presenten propuestas y opciones diferentes al electorado.
Hace setenta años, en 1946, cuando aún gobernaba Tiburcio Carías, se fundó en San Pedro Sula, por parte de profesionales e intelectuales de clase media, una agrupación de centro izquierda bautizada como Partido Democrático Revolucionario Hondureño.
Su programa, inspirado en las reformas que se empezaban a implementar en Guatemala tras el derrocamiento del dictador Ubico, eran de avanzada para su época: sufragio femenino, legislación laboral y agraria, seguridad social, autonomía universitaria, desarrollo de una clase capitalista nacional, no al caudillismo. Entre sus fundadores estaban: Mario Catarino Rivas, Antonio Madrid h., Ramón Rosa Figueroa y Rodolfo Pastor Zelaya. Desde México se adherían Alfonso Guillén Zelaya, Óscar Castañeda Batres, Edmond L. Bográn; desde Guatemala, Ramón Amaya Amador, Medardo Mejía, Ventura Ramos; desde El Salvador, Luis y Filander Díaz Chávez.
La filial del PDRH en Tegucigalpa incluía a José Pineda Gómez, Octasiano Valerio, José María Palacios, Gustavo Andara Bulnes y Lolita Caballero, entre otros.
Mediante la organización y la divulgación de sus ideas en el semanario Vanguardia Revolucionaria, logró captar la adhesión de miles de compatriotas, particularmente en la costa norte. Lamentablemente su vida fue efímera, ya que en 1954, el año de las históricas huelgas obreras, se dividió y disolvió.
Pero fue este un intento por romper el duopolio Liberal-Nacional, partidos que periódicamente han experimentado crisis internas que han conducido, temporalmente, a constituir nuevos partidos.
Es necesario ahondar en la formación y evolución de nuestras organizaciones políticas, tradicionales y emergentes, ya que constituyen un elemento esencial de nuestro pasado y presente.