El mercado laboral hondureño está marcado, sin duda, por las altas cifras de desempleo y subempleo de su población en edad de trabajar y la población económicamente activa. “Este es un gran problema”, dicen unos economistas. “Es el principal problema del país”, dicen otros. Y todos tienen razón.
El desempleo es una de las principales causas de la pobreza galopante que golpea al 73% de la población que vive en condiciones de pobreza y a un 53% en situación de pobreza extrema, y que orillan a miles de hondureños a migrar diariamente del país en busca de las oportunidades que aquí no encuentran.
La falta de empleo se agudizó a lo largo de la pandemia de covid-19, que obligó al cierre de empresas y la consecuente pérdida de puestos de trabajo, y de los fenómenos naturales, entre ellos los huracanes Eta y Iota, que inundaron varios sectores de la región norte y destruyeron cultivos.
Pero este año que estamos por terminar, no ha sido el mejor.
La recesión que golpea a la economía de los Estados Unidos ha comenzado a pasarnos factura, pues ellos, que son el principal mercado de la industria maquiladora, uno de los sectores que más aportan al mercado laboral hondureño, han comenzado a reducir sus pedidos, lo que ha llevado al cierre de algunas empresas y a la reducción de empleos.
Solo en este sector se estima que cerraremos el año con la pérdida de al menos 15,000 empleos.
La pesada carga del desempleo debe ser un tema prioritario para la actual administración, que debería estar definiendo las políticas de generación de empleo, el impulso de los sectores productivos, de proyectos productivos y la atracción de la inversión extranjera, entre muchos otros puntos claves para dinamizar la economía nacional y enfrentar la galopante pobreza.