Editorial

El legado de una mente brillante

E l astrofísico británico Stephen Hawking, fallecido el miércoles pasado, fue una de las mentes más brillantes de la historia, pero también un ejemplo de la férrea voluntad de vivir.

Tenía apenas 21 años cuando fue diagnosticado de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), la más grave de un grupo de enfermedades degenerativas que afectan las neuronas que controlan el movimiento y que suele ser letal, pero a la que sobrevivió durante más de 50 años.

Su cuerpo terminó completamente paralizado por la ELA mas no su mente y durante toda su vida investigó las leyes que gobiernan el universo, explicándolas de forma sencilla en sus libros, charlas y conferencias alrededor del mundo. Su libro “Breve historia del tiempo”, del que se han vendido millones de ejemplares, es muestra del afán por compartir sus conocimientos en una temática que fascina a la mayoría de la gente al abordar preguntas existenciales como de dónde venimos.

Como bien se le describió, Hawking “era la encarnación de la fuerza del intelecto”, con el que maravilló al mundo entero, siendo el científico más reconocido y admirado desde Albert Einstein, cuya teoría de la relatividad logró aproximar con la mecánica cuántica en su “Teoría del todo”, uno de sus legados más importantes.

Su pasión por el conocimiento y actitud hacia la vida deben servir de inspiración para todos, pero sobre todo para quienes, aquejados por limitaciones físicas, sucumben a la autocompasión y al sufrimiento.

En una sociedad donde abunda la banalidad, el culto al cuerpo y al facilismo, es fácil también olvidar la fortaleza y capacidad de la mente humana, no solo para superar la adversidad, sino como fuente creadora.

Stephen Hawking solo podía mover un músculo de su cuerpo, el de la mejilla, pero aunque estaba confinado a un limitadísimo espacio vital, demostró que las mayores limitaciones del ser humano están en la mente.

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