Ese debería ser el propósito de las autoridades de Salud Pública para 2020 y para lograrlo deben estar desde ya dando pasos en firme para retomar las acciones de prevención de esta enfermedad.
Porque aunque no les guste, deben aceptar que la negligencia con la que se manejó el año pasado la epidemia fue una de las principales causas de la explosión de la misma y los resultados devastadores de hoy en día (180 muertos por dengue grave y 112,708 infectados).
Y si bien las autoridades debieron mantener activos sus planes de contingencia frente a una enfermedad endémica, tampoco debemos desconocer que la población también tiene una alta cuota de responsabilidad.
Pero no es tiempo de buscar y señalar culpables. Lo sucedido debe llamar a la reflexión de la sociedad en general y de las autoridades gubernamentales para implementar políticas encaminadas a evitar una muerte más por esta causa.
Deben asegurar la continuidad de los programas de vigilancia y control del vector transmisor de la enfermedad; de los programas de información y comunicación directa con las comunidades y de atención de los enfermos, entre otros.
Los ciudadanos también tenemos que hacer lo propio. Evitar el contagio de la enfermedad en nuestros hogares es nuestra responsabilidad.
No esperemos, en este caso, que las autoridades sanitarias lleguen a tocarnos la puerta y nos pidan permiso para ingresar a nuestras casas a destruirnos los criaderos de zancudos.
En fin, el trabajo es arduo, pero debe hacerse con prontitud.
Es obligación de todos frenar el avance de esta enfermedad, asegurar que este año ningún hondureño más morirá a causa de esta patología y que el país dejará de ocupar ese deshonroso primer lugar de los países de América con más casos de dengue grave.