Marcada por el terremoto político que sacude al partido de gobierno, Libertad y Refundación (Libre), tras la renuncia del diputado Carlos Zelaya, quien tras una comparecencia en el Ministerio Público aceptó haber participado -engañado, según su versión- en una reunión con narcotraficantes en 2013, Honduras inició el domingo anterior la celebración del 203 aniversario de la independencia patria.
Las actividades fueron encabezadas por la presidenta Xiomara Castro, quien en un discurso dijo que las festividades son propicias para “rendir homenaje a nuestros símbolos patrios, a nuestros próceres, a nuestros mártires y a nuestra bandera, símbolo de grandeza, la historia y los valores que definen nuestra nación”.
Una vez más, las fiestas cívicas encuentran al país enfrentado a grandes y graves problemas como la pobreza, que golpea a más del 70% de su población; el desempleo, la corrupción, la falta de transparencia y la violencia que día a día le arrebata la vida a decenas de compatriotas a lo largo y ancho del territorio nacional.
Lo cierto es que han pasado 203 años en los que hemos ido construyendo los cimientos de la nación pobre y sufrida que hoy tenemos y que la colocan como una de las más pobres del continente, y una de las más violentas del mundo.
Estas son razones más que válidas para que, en esta ocasión, gobernantes y gobernados consideremos estas fechas para reflexionar sobre esos retos y esos desafíos que el país debe enfrentar con gallardía para enrumbar a la nación hacia estadios de desarrollo, lo que pasa por la necesidad urgente de sentar las bases para alcanzar la unidad y la concordia entre la sociedad hondureña.
Hoy es propicio, además, levantar las banderas de nuestros héroes patrios que soñaron con una patria de oportunidades para todos sus hijos, sin distingos de banderas e ideologías políticas. Tenemos que lograrlo, la patria así lo demanda.
