Tegucigalpa, Honduras.- Cerramos hoy un año intenso, agitado en el campo político y social; un año en el que el país, otra vez, no logró avanzar, mucho menos superar sus problemas estructurales de pobreza, violencia, delincuencia, extorsión, asaltos a mano armada, desempleo, corrupción y opacidad en el manejo de la cosa pública, entre otros que la nación arrastra históricamente.
Fue un año en el que también miles de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, ante la falta de oportunidades, decidieron migrar en busca del mal llamado “sueño americano”, sin importar los riesgos que ello representaba para su vida.
El que termina es un año que no debemos olvidar, más bien recordar y tener como referente de lo que debemos empezar a cambiar en el país para soñar con la construcción de una sociedad más igualitaria, equitativa, menos impune, más justa, con menos pobreza; una patria en la que la corrupción y los corruptos no tengan cabida, en que la justicia se aplique por igual a todos los ciudadanos sin importar su clase social.
A las puertas de un año electoral, los retos para la clase política, principalmente para aquellos que se postulan a cargos de elección popular, son inmensos. Llevar adelante una campaña propositiva, dejando de lado los insultos y las descalificaciones personales, es uno de esos retos. También el hacer de la lucha contra la corrupción una acción concreta y no más una bandera política para atraer votantes.
Confiemos entonces que el nuevo año será un año esperanzador en el que los y las hondureñas, sin distingos, hagamos frente a los nuevos retos para juntos encontrar las respuestas adecuadas a los problemas de la patria, en el marco del bien común, más allá de las ideologías que profesemos.
Sentar las bases de una Honduras de oportunidades para todos no debe ser más un sueño.