Honduras cerrará 2019 con un récord poco envidiable. Al final del año ningún país podrá quitarle el deshonroso primer lugar entre los países del continente americano con más casos de dengue grave. El país, según las cifras oficiales, registra el 72% del total de casos de la enfermedad en América Latina.
Terrible. La enfermedad también ha causado en lo que va del año la muerte de 165 personas, y lo más lamentable es que el 57% eran personas menores de 15 año. La cifra de este tipo de muertes podría superar los 200 si en lo que queda del año se comprueba que 38 casos más que están en estudio fallecieron por esta misma causa.
La epidemia que este año golpeó a Honduras de esta manera tan fuerte no debe pasar como un caso de registro, sino que debe ser un llamado de atención para que las autoridades de Salud Pública tomen las acciones necesarias para enfrentar y frenar una epidemia que avanzó de manera desproporcionada ante la pasividad de las autoridades y de la población.
Y aunque no les guste, la negligencia prevaleció. Pero no es tiempo de buscar culpables, sino de reflexionar sobre lo sucedido y lo hecho, y tomar las precauciones debidas para que el dengue no siga arrebatándole la vida a los y las hondureñas. Las autoridades de Salud deben mantener activas sus unidades de vigilancia y atención de la enfermedad, asegurarse de contar con el personal y el equipo de destrucción de criaderos de zancudo, y lo más importante, no bajar la guardia con las actividades de prevención.
Los ciudadanos, que también hemos tenido nuestra cuota de responsabilidad en la expansión de la epidemia, tenemos que hacer lo propio. Observar las recomendaciones de prevención y eliminación del zancudo transmisor de la enfermedad de nuestros hogares y entornos.
Todos, de manera conjunta, estamos obligados a frenar esta enfermedad y asegurar así que ni un hondureño más morirá por esta patología, y que dejaremos de ocupar el tan deshonroso primer puesto en las Américas.