Editorial

Violencia y fuerza bruta en la UNAH

El vergonzoso enfrentamiento protagonizado ayer por estudiantes huelguistas y un grupo de seguridad privado contratado por las mismas autoridades de la UNAH demuestra una vez más la delgada línea que separa el conflicto de la violencia cuando faltan el diálogo y la razón.

Ciertamente, la acción de los estudiantes huelguistas de privar de sus clases a quienes sí quieren recibirlas es un acto impositivo y arbitrario que violenta los derechos de los demás. Pero que las autoridades contraten a rompehuelgas para reabrir edificios tomados es una decisión irresponsable que no mide las consecuencias de usar el uso de la fuerza bruta y la violencia. Al menos una docena de estudiantes resultaron heridos a causa del desatino, que pudo ser peor al poner en riesgo la vida de los involucrados y que solo ha venido a echarle más leña al fuego.

Es de repudiar el nivel al que se ha caído, llevando a la máxima casa de estudios a sujetos que, según trascendió, se encargan de custodiar bares en la capital, para solucionar un conflicto que compete única y exclusivamente a la universidad.

Mientras el gobierno se ha mostrado respetuoso de la autonomía universitaria, instando al diálogo, pero reprochando el irrespeto al derecho ajeno, sus autoridades dan cabida a grupos que nada tienen que ver con el alma máter.

Es de condenar también la violencia de los miembros del MEU, quienes más que estudiantes parecían vándalos, olvidando que la violencia y la fuerza bruta no son los medios para solucionar un conflicto.

La situación que atraviesa la UNAH no parece tener visos de solución y muestra la incapacidad para generar comunicación entre las partes, que evidencia más tozudez que disposición para hallar una salida que responda a los más altos intereses de la mayoría.

Que el conflicto en la UNAH, crisis para algunos, se venga desarrollando en dos años de marcada actividad política, el último crucial para definir al próximo gobierno, hace temer que estemos ante viejas y nocivas prácticas que, menos que nunca, deben ser toleradas.

La intolerancia en que persisten un grupo de alumnos y las autoridades solo prolongará más un conflicto que, al paso que va, desembocará irremediablemente en una crisis.