Los criminales siguen actuando a sus anchas en Honduras. Los medios de comunicación a diario dan cuenta de muchos muertos, principalmente aquellos que cometen los delincuentes para garantizar que la gente aterrorizada pague el “impuesto de guerra”.
Siete taxistas asesinados en solo 72 horas es una cifra escalofriantes. Y nadie está a salvo, como puede verse con el asesinato en Choloma de la pastora de una iglesia, que junto a su esposo, también pastor, ya habían sido víctimas de ataques porque los bárbaros les cobraban “impuesto de guerra” por los diezmos que los pastores obtenían de los feligreses que asistían a su iglesia de Dios Ministerio Fuente de Vida.
¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto? Ya se imagina uno lo que sufren miles de dueños de pequeños negocios ubicados en “zonas calientes” de las principales ciudades del país. ¿Y cuántas personas que no se saben los motivos de sus asesinatos habrán sido víctimas de estos “cobradores del impuesto de guerra”, que siguen retando a las autoridades con sus malsanas acciones?
Hasta que ningún hondureño sea víctima de este tipo de delincuentes, hasta que la gente confíe más en la protección de la Policía, que en la amenaza de los antisociales, se podrá decir que este o cualquier gobierno de verdad ha logrado imponer la autoridad.