Opinión

El trabajo invisible de las mujeres

En Honduras, como en muchas regiones especialmente en desarrollo, hablar del invisible trabajo doméstico no remunerado es hablar de las mujeres: niñas, adolescentes, jóvenes o adultas mayores, etc. El trabajo doméstico ha sido y sigue siendo la base de la actividad productiva en cualquier país del mundo. Desde que el bebé está en el vientre, requiere atenciones y cuidados, los que se van intensificando después del nacimiento y nadie puede prescindir de ellos para subsistir y convertirse en la fuerza de trabajo que demanda la actividad productiva en cualquier sector de la economía. Esto significa que alguien en el hogar debe ocuparse de una variedad de tareas, pudiendo ser estas con las variantes del caso: cuidar niños, enfermos y ancianos; junto con las labores de aseo de casa y ropa, cocinar, cuidar animales, acarrear agua y leña, realizar compras y consultas médicas, entre muchas otras. Estas labores no pueden obviarse independientemente del nivel de ingreso y la calificación profesional de la mujer responsabilizada al efecto. El trabajo doméstico entonces, hace posible que los niños y adolescentes se involucren en las actividades educativas para posteriormente incursionar en el mercado de trabajo. Además, que las personas en edad de trabajar se involucren en la actividad económica y administrativa del país.

El trabajo doméstico no remunerado, invisible e imprescindible, tiene doble valor, pues además de obedecer a una relación de connotaciones afectivas, permite potenciar a las personas para que se conviertan en fuerza de trabajo y así participar en la actividad económica, en el mercado de bienes y servicios, en la administración pública, etc., lo cual no sería posible para nadie que no contó al nacer con los cuidados y atenciones indispensables para crecer y desarrollar capacidades físicas y mentales que permitan alcanzar un grado de conocimientos, formación y/o educación, para insertarse en las actividades de mercado mientras alguien se ocupa de las labores domésticas, o bien alterna los tiempos para asumirlas. Aún cuando se paga por los oficios domésticos, las mujeres no escapan al trabajo doméstico no remunerado.

Los ejercicios hasta ahora realizados para imputarle valor de mercado arrojan magnitudes de al menos dos dígitos al relacionar el valor del trabajo doméstico no remunerado con respecto al Producto Interno Bruto (PIB).

Conceptualmente se ha relacionado “producción” con la producción de mercado y “trabajo” con “empleo remunerado”, resultando así que se considera como no trabajo la producción de bienes y servicios dentro de la esfera familiar y por tanto sin remuneración, lo que ha dado lugar a que no se contabilicen estos trabajos en el Sistema de Cuentas Nacionales. Existen intentos a nivel internacional que abogan por la contabilización de esta producción al interior del hogar, tal es el caso de la Resolución de Naciones Unidas de 1985 que recomienda anexar un registro especial del trabajo doméstico no remunerado.

El sistema de Cuentas Nacionales de 1993 introduce el esquema Cuentas Satélite, abriendo así el espacio para que el trabajo no remunerado de los hogares se articule a los agregados de las cuentas nacionales, de tal manera que se registraría el cuidado de niños, enfermos y ancianos, la fabricación de prendas de vestir, la producción agrícola para consumo familiar, construcciones, etc., al igual que se registran las cuentas ambientales. Sin embargo, esto aún no se ha concretado en Honduras como en muchos otros países.

El Informe de Desarrollo Humano de 1995 hace referencia a la cantidad de tiempo que mujeres y hombres invierten en las actividades de mercado y no de mercado, para lo cual intentó medir la magnitud y naturaleza de la contribución económica del trabajo doméstico no pagado resultando que, si las actividades no pagadas fueran tratadas como transacciones de mercado, tendrían asignado un valor monetario de 23 trillones de dólares al año, cerca del 70% más que la cifra oficialmente estimada de 16 trillones. De esos 16 trillones de dólares, 11 trillones es la contribución no monetaria invisible de las mujeres.

¡Un saludo fraterno a las mujeres hondureñas en nuestro día!

A las mujeres de todas las edades, de todos los estratos sociales y nivel de educación, urbanas y rurales, con pareja o no, con hijos o no.

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