El fin de semana llevé a mi hija de 12 años aquejada de un fuerte dolor abdominal al hospital Materno Infantil. Me sorprendieron dos cosas: la primera, he de reconocerlo, la excelente atención de los doctores, la sensibilidad, el buen trato, el profesionalismo y la calidez humana. No esperé jamás encontrarme con eso y me dio mucho gusto, sobre todo por la gente que viene de tierra adentro, que merece la mejor de las atenciones, y estoy segura que en ese turno de fin de semana la recibió, pues fui testigo de ello.
Lo lamentable, lo deplorable, son las precarias condiciones de la sala pediátrica, parece un edificio en ruinas, como casi todo el centro hospitalario. Es inconcebible que el principal centro asistencial del país se encuentre en tal deterioro. Son los recursos del Estado los que están puestos allí y debería reflejarse con mejores condiciones. Qué vergüenza cuando recordé el reloj de 40 mil dólares que los ministros le regalaron al Presidente. Eso es Humanismo Cristiano? Mientras en una sala de Pediatría apenas hay catres y sillas, no digamos medicamentos en la farmacia.
Los doctores rehidrataron a mi hija y la medicaron para atender la infección urinaria que padecía. Me llevé la mejor de las impresiones. Ojalá así fueran todos los empleados de la Salud.