Estoy a más de 30 mil pies de altura, observando admirado el paisaje que va quedando atrás. Terminan 72 horas de una primera visita a un país centroamericano que anhelaba conocer.
Honduras, además, ha sido el menos representado con invitados en “Cala”, el show de entrevistas que conduzco en CNN en Español. Es una deuda con los catrachos. Aprovecho el breve vuelo de regreso a casa, entre Tegucigalpa y Miami, para echar un vistazo al país desde las alturas, surcando el hermoso cielo que le bendice.
En mi carrera como comunicador, he aprendido a no prejuiciarme sobre lugares que aún no conozco. Hay regiones que solo reseñamos a través de noticias o titulares, que tiñen de tragedias, desastres o crisis nuestros espacios informativos. Esa es la realidad. La mayoría de las veces que presenté un noticiero internacional, Honduras era noticia por algo que no precisamente hacía sentir orgullo a sus habitantes.
Las estadísticas hablan. Es un país con grandes retos y situaciones socioeconómicas por superar. No los minimizaré. De hecho, los encontré en la prensa nacional durante mi visita.
De sus ocho millones de habitantes, 800,000 familias viven con menos de un dólar al día. La inseguridad está en el centro de la agenda nacional ciudadana, junto a la impunidad, la corrupción y el crimen organizado derivado del narcotráfico. La educación y la calidad de las infraestructuras docentes también preocupan.
El desempleo es otro de los flancos en los que el gobierno y varias organizaciones enfilan sus programas sociales más esperanzadores. Para nadie es un secreto que, en cualquier sociedad, el desempleo y la inseguridad son ingredientes de peso suficientes para obligar a muchas personas a emigrar.
En la salud pública queda mucho por hacer, pero la voluntad de algunas instituciones hace la diferencia. Al menos para los que logran ser cobijados bajo sus alas. Es el caso de la Fundación Hondureña para el Niño con Cáncer, que me permitió visitar el hospital escuela en Tegucigalpa.
Vi con mis propios ojos el oasis que han creado y mantenido con pasión, entrega y amor, para dar atención a niños y familias. Allí, una vez más, sentí cuánto podemos hacer como individuos, si de verdad escuchamos nuestro llamado de servicio y el poder de dar y compartir con los demás.
Cada sociedad se refleja en un espejo de valores, que a veces las cifras no pueden representar a cabalidad. Al final son esos valores los que determinan la calidad de las cifras del progreso.
Fui a Tegus con la misión de conocer posibles invitados e historias para “Cala”, en CNN en Español, pero he despegado de Honduras con mucho más que eso: con una carpeta mental llena de recuerdos, afectos y esperanzas sembradas en el progreso, el cambio, el crecimiento y el afán de cultivar el liderazgo, para ayudar a su gente a alzarse hacia las alturas.
La conferencia “El poder de escuchar” fue un buen termómetro de la sed y el interés de muchos hondureños por escuchar en su camino a la excelencia.
Atrás quedó la crisis política de 2009. Una vez más los hondureños apuestan por la democracia y recién entregaron su confianza al gobierno de Juan Orlando Hernández, para guiarles en la construcción de un país más justo, competitivo y pluralista.
El reto por delante es grande, pero el empeño existe, según pude observar en mi breve conversación con la primera dama, Ana Hernández, que regresaba de un viaje por el interior del país. Ella admite las verdades, pero también señala las malas interpretaciones sobre la realidad local.
Cuando se pone la lupa sobre cualquier sociedad, desde las alturas, se ven sus luces y sus sombras; pero mi postal de Honduras, la que me llevo en el corazón, es de esperanza, energía de transformación, sonrisas y crecimiento. Honduras celebra su participación en el Mundial de Fútbol 2014, y yo me voy del país celebrando su esencia.
Cada comunidad es moldeada por el carácter, la integridad, el estado de ánimo y el propósito de su gente. Por un minúsculo grupo que hace el mal, no podemos castigar a millones de seres de luz que persiguen el bien.
El hondureño hecho nación es hospitalario, generoso, sencillo, humilde, capaz de abrazar al visitante con la mejor de sus sonrisas. El hondureño hecho nación entiende y respeta la democracia que el país atesora.
Mi compromiso con Honduras solo comienza. Quedo a la espera de conocer San Pedro Sula y otros departamentos del país. Quedo ya movilizado para hacer de Roatán la sede maravillosa de un encuentro inspiracional de liderazgo y éxito.
Si no has escuchado hablar de Roatán, ponla en el mapa, porque sin duda es una isla mágica, llena de encantos, cultura mestiza entre guarífunas e isleños, condimentados con hondureños de tierra firme que se asentaron allí y con extranjeros de todas partes. Hasta poesía me nace, al hablar de Roatán.
Es sin dudas un paraíso de la naturaleza, un destino codiciado para el buceo, por su maravilloso arrecife coralino, y donde, además, sus playas y montañas nos invitan a reencontrar en nosotros la serenidad y el equilibrio y la fuente de la felicidad. Recibo con mucho orgullo la llave de la ciudad de Roatán.
Agradezco humildemente al alcalde, Dorn Ebanks, y a su equipo, quienes trabajan para certificar a la isla como territorio libre de crimen y quieren seguir posicionándola como un destino único en el mundo.
De Honduras me traigo el contagioso empuje de su juventud, el potencial de sus generaciones de relevo. Mis jóvenes anfitriones, Carlos Andrés Joya y Fernando Andara, junto a la talentosa emprendedora nicaragüense Lilia Piccinini, son un equipo de vanguardia y visión.
Apuestan por empoderar a un país, a una sociedad con potencial para liderar su ruta hacia las alturas. Apuestan por crear espacios para escuchar, crecer, y elevar el nivel y la expectativa personal y de la sociedad.
Gracias, Honduras, por escucharme, por hacerme sentir en casa, por no dejarse contaminar con el miedo a ser, y crecer, a pesar de los grandes retos que como país enfrenta.
“Hoy sí papa”. Qué no solo sea un grito hacia el mundial de fútbol, sino un llamado hacia el propósito de esperanza que alienta a los hondureños a conquistar el futuro.
Hasta muy pronto, Honduras. ¡Dios es amor!