Opinión

-La descripción de hechos violentos que a diario informan los medios de comunicación y también los narran los ciudadanos con mucha preocupación y la voz entrecortada para referirse a diversas acciones criminales, es más que suficiente para dejar establecido que a nivel nacional existe ya un clamor generalizado para que se defienda y proteja lo más preciado que pose todo ser humano: la vida. Son miles y miles de compatriotas que han ido perdiendo la alegría y la tranquilidad, pues en ellos predomina la angustia e incertidumbre.

Aquí, en este país, no existe la garantía de que al salir del hogar se regresará vivo. No se tiene la seguridad pública para ir a trabajar, a la escuela o ir a visitar a los familiares. Incluso, ni en sus mismas casas las personas gozan de seguridad, pues los llaman o llegan los delincuentes a extorsionarlos o matarlos.

No se puede ir a comprar a la pulpería o a un centro comercial, menos ir a comer un helado al parque o ir a ver un partido de fútbol, sin que un incidente de violencia haya ocurrido en ese momento o recientemente por el lugar.

Esa es la real dimensión del problema de la criminalidad e impunidad que azota a la nación, y de eso es corresponsable y partícipe el actual gobierno que no hizo casi nada para combatirlas y brindar seguridad a la ciudadanía.

Cuatro años y únicamente simulacros. ¿Qué cambió?¿Cuándo han bajado los índices de violencia y muertes violentas? ¿Existe un verdadero control del país o este ya se les fue de las manos y no quieren hacer nada?

Está claro. La situación en materia de seguridad empeoró. Así que el gobierno, encabezado por los señores Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández, es el de la impunidad.

Así quedará registrado en la historia del país y ese título lo tienen más que merecido, pues no se vislumbra ningún cambio por más improvisaciones que hagan al quitar y poner funcionarios que no tienen ni la más mínima experiencia en materia de seguridad nacional.

Este es el gobierno de la impunidad desde el momento que empoderó a quienes quebraron el país, a quienes mandaron al carajo el estado de derecho, a quienes pisotearon las leyes y se las pasaron por el arco del triunfo. Así es, algunos de esos personajes -por todos conocidos- han sido premiados con altos cargos en vez de haber ido a parar a la cárcel. Esta es la administración de la ilegalidad que ofreció trabajo y seguridad, pero nada cumplió, es el gobierno que arrolló el estamento legal para beneficio particular y meramente político.

Ahora Hernández quiere suceder a Lobo y si llegase a ocurrir es innegable que la situación del país seguirá igual o peor. Más delincuencia. Más sangre. Más violencia. Más muertes. Más homicidios. Más luto y dolor.

Más despilfarro. Más corrupción y más emigración. Quien puede y tiene los medios mejor se va del país o se atrinchera. Quien no, también se va sin papeles, o se queda cruzando los dedos para ir enfrentando la vorágine de violencia.

Los asaltos, secuestros exprés, extorsiones, cobros de piso y homicidios, entre otros, son delitos que se siguen sumando. Es mentira que hayan bajado como lo asegura el presidente Lobo.

La ingobernabilidad no puede esconderse. Cada familia tiene una historia de atraco o de violencia que contar en este país, por eso la Embajada de Estados Unidos alerta a sus ciudadanos de no venir y mejor resguardó al Cuerpo de Paz del infierno antes de que ocurriese alguna tragedia. Algunos han hecho igual con sus hijos, pues simplemente aquí no pueden vivir.

Los jóvenes y las mujeres son los grupos más vulnerables y perjudicados en Honduras. Una profesora nos comentaba que ante la imparable ola de violencia les daba clases a sus pequeñas hijas de cómo actuar frente a situaciones delictivas y violentas como las arriba señaladas.

A la semana las niñas resultaron traumadas ante el susto que les provocaron sujetos armados al despojarlas del automóvil en que se trasladaban a descansar.

Eso es lo que no logró entender y no quiso detener el actual gobierno. No hay seguridad para nadie. Solamente los señores Lobo y Hernández no sienten miedo, pues con recursos y dineros que aportamos todos los ciudadanos ellos se proporcionan y garantizan seguridad.

¿Quién puede sentirse desprotegido viajando en automotores con blindaje nivel 5 y teniendo a su disposición un grupo de guaruras que le hacen varios anillos de seguridad alrededor?