Opinión

La tinta en la historia de Honduras

El realismo y la justicia son elementos sinérgicos que nunca deben ser desasociados cuando se coloca a un país en el estrado de los acusados. Lo que aqueja a un país como Honduras es en efecto horroroso. La violencia está arraigada en el vivir de cada hondureño y hondureña, y la corrupción se ha convertido en sinónimo de política. Cada vez que se publica una noticia sobre Honduras, diarios como el New York Times se refieren a ella como “La capital mundial de los asesinatos”.

No es el enfoque de esta pieza el corroborar o no si estos diarios tienen justificación para utilizar tales calificativos, pero sí poner la situación hondureña bajo un contexto adecuado. En esencia, el desarrollo sociopolítico de Honduras no es más diferente que el de otros países desarrollados. Lo que difiere es la coyuntura en la que se encuentran estos países.

La mayoría de países industrializados, en sus años de infancia o pubertad, han sido víctimas de las mismas circunstancias políticas y sociales a las que es sujeta hoy la joven nación hondureña. Para notar esta visible realidad, nada más cabe virar nuestra vista hacia el norte, donde países como Estados Unidos de América, en numerosas ocasiones también han caído presos en las redes del crimen organizado, la pobreza, la corrupción y la inestabilidad política. Entre el narcotráfico en Honduras en el 2013 y el comercio ilegal de alcohol en Estados Unidos en los años 1930 no hay mucha diferencia. Y no son más o menos nefastas las condiciones políticas que condujeron a la crisis constitucional en Honduras en el 2009 y las vividas en 1974 durante el escándalo de Watergate en Estados Unidos.

En su plan de nación, Honduras aún tiene mucho trecho por recorrer. Este sendero ya ha sido caminado por otras naciones, con las mismas tribulaciones, desafíos internos y derramamiento de sangre. Es vital recordar que en el momento de la independencia integral de Honduras, en Estados Unidos ya se habían celebrado nueve elecciones presidenciales, y 17 elecciones en la Cámara de Representantes y el Senado. Destacar esta realidad conlleva también a mencionar que en el momento en el que Honduras dio paso a un régimen democrático en 1982, Estados Unidos ya tenía 206 años de existencia, periodo durante el cual ya se habían vivido episodios de inestabilidad económica y política, desigualdad social y racial, y, según algunos observadores, actos que pueden ser catalogados como genocidios.

Al decir esto no se pretende malinterpretar la historia ni menospreciar la gravedad de lo que sucede en Honduras, mas señalar que la tinta que escribe la historia del país no está todavía seca. La historia no se escribe adoptando modelos ajenos a las costumbres y cultural local, mas tomando estos contextos en cuenta al momento de dictar la dirección de la nación. La elección de un gobierno no es suficiente para aliviar los males que se viven a diario en Honduras, pero sí ayudará para proveerle al país una dirección concreta que sobreviva cambios de gobierno e ideologías políticas divergentes.