Opinión

Los 200 días de clases y la calidad educativa

En 1994, en Estados Unidos se presentó un informe denominado: “Prisioneros del tiempo”. Este informe fue elaborado por la Comisión Nacional de Educación sobre Tiempo y Aprendizaje.


En él se sostuvo que los esfuerzos de cualquier reforma educativa en Estados Unidos no tendrían ningún impacto si no cambiaba la cantidad de tiempo dedicado a los procesos de enseñanza. En consecuencia, se sugirió que un requisito para mejorar los aprendizajes es dedicar más tiempo a la jornada escolar.

Aunque hay experiencias anteriores, este hecho ha ocasionado que en gran parte de los países, el tiempo escolar se asocia con una alta o baja calidad de los aprendizajes. Se asume que un mayor tiempo mejora la calidad educativa y que por el contrario, un menor tiempo disminuye la calidad de la educación.

Los datos demuestran que el tiempo escolar es una variable significativa para evaluar el rendimiento escolar. Vale decir, entre más tiempo en la escuela pareciera haber más aprendizaje.

Hay evidencias que muestran que en el caso de América Latina y concretamente en Honduras, los ricos tienen más tiempo a sus hijos en las escuelas. Esa puede ser una explicación del mejor futuro que tienen los hijos de los ricos en relación con los hijos de los pobres. Un estudio reciente del IIPE-UNESCO, señala que en el caso concreto de América Latina, hay menos días de clase en las escuelas públicas que en las privadas. En Honduras no sólo hay menos días de clase en las escuelas públicas que en las privadas, sino también menos horas en cada día.

Sin embargo, como sucede con otras cosas de la vida social, la cantidad no mejora automáticamente la calidad. En otras palabras, la cantidad de tiempo escolar es una condición necesaria pero no suficiente para mejorar la calidad de los aprendizajes escolares. Si el tiempo en las escuelas es aburrimiento, de nada sirve tener más días de clase. Un mayor tiempo debe reflejar mayor aprendizaje. Por ello, no se trata de ver solamente el tiempo cronológico. Es decir, el tiempo por el tiempo mismo: se trata del uso pedagógico que los docentes le den a ese tiempo.

Pero también es cierto que si casi no tenemos clases, no hay forma de mejorar los aprendizajes. Hay un mínimo de días de clases que no se deben negociar. Ya se sabe que poco tiempo en cada clase, pocas clases y pocos días de clase, sin duda, darán como resultado poco aprendizaje.

Se sabe que un buen tiempo pedagógico generará buenos aprendizajes. Las escuelas deben aprender a trabajar con el tiempo de la mejor manera posible. No se puede hablar del tiempo que alumnos pasan en la escuela, sin tener claro qué es lo que pasan haciendo esos alumnos en ese tiempo.

Nuestro sistema educativo tiene pobreza de tiempo pedagógico. Eso genera una educación pobre que generalmente va dirigida a los pobres.

Esa pobreza pedagógica no se cambia de manera automática teniendo más días de Jornada Escolar.

La literatura especializada señala cuatro factores que tradicionalmente están directamente vinculados al tiempo de aprendizaje de los alumnos en la escuela.

El primero de ellos, es la presencia de edificios que funcionan para ofrecer dos o tres jornadas a nuestros alumnos; el segundo, es el ausentismo de los alumnos asociados con las condiciones de desigualdad social de nuestros países; el tercero, es el uso real del tiempo de enseñanza y aprendizaje en el aula y, el cuarto, las constantes huelgas de los docentes.

El primer factor que debemos resolver, es preguntarnos si en realidad nuestras instalaciones educativas cuentan con la capacidad instalada para ofrecer una doble escolaridad, o si lo que se necesita es construir más escuelas para atender una población cada vez mayor. Hay que recordar que en el pasado reciente, la mayoría de nuestros centros educativos funcionaban en dos jornadas para una misma población. Los alumnos iban a su escuela mañana y tarde. El tiempo en el aula era relativamente mayor.

El segundo factor, está relacionado con generar espacios de contención social y de acercamiento de la escuela hacia la comunidad. Se trata de establecer nuevos vínculos de solidaridad que permitan disminuir las condiciones desiguales con que llegan los alumnos a los centros educativos. En todo caso, los problemas de desigualdad social se deben abordar desde otras políticas sociales, diferentes a las educativas. Honduras es un país que tiene uno de los mayores niveles de desigualdad social. Esta realidad genera una desigualdad en los aprendizajes.

El tercer factor, involucra directamente a los docentes y directivos. No se trata de cuánto tiempo estén los alumnos en los centros educativos y con suerte en las aulas, sino, de cómo se haga uso de ese tiempo. Es importante ver la significatividad pedagógica que tienen las actividades de enseñanza que realizan los docentes, el valor pedagógico que puedan tener las tareas desarrolladas en las aulas y las que se dejan para llevar a la casa.

Por último, está la frecuente suspensión de clases de parte de los docentes. Aquí hay una cuestión que señalar. Los docentes han manifestado en reiteradas ocasiones que por el incumplimiento en el pago de sus salarios, se ven obligados a suspender clases. En este caso, se explica pero no se justifica la suspensión de clases.

Cada uno de estos cuatro aspectos tiene sus características diferentes. Cada uno debe ser tratado de forma diferente pero articulada. El problema acá, es que en nuestro país, en los últimos años solamente el ausentismo docente se ha tomado como la variable más importante para explicar la baja calidad de los aprendizajes de nuestros alumnos. Vale decir, solamente se ha tomado en cuenta una pata de la mesa y no la totalidad de ella.

Como sabemos, en los últimos días, un tema que ha estado en la agenda pública y fundamentalmente en los medios de comunicación, es el cumplimiento de los 200 días de clase. Sin duda, este es un hecho importante en cuanto que en los últimos años, ningún gobierno logró que los portones de los centros educativos estuvieran abiertos tanto tiempo.

Sin embargo, tener abiertos los portones de los centros educativos, no es sinónimo que las aulas estén abiertas. Que las aulas estén abiertas, no es sinónimo que se estén generando procesos de enseñanza y de aprendizaje en los centros educativos. Más aún, que estén abiertos, no quiere decir que los centros educativos desarrollen procesos que permitan mejorar la calidad de la educación. Portones y aulas abiertas no es lo mismo que mayores aprendizajes.
Sobre este complejo tema hay tres mitos que se deben analizar:

Un primer mito consiste en asumir que cumplir 200 días de clase es igual a una mayor calidad educativa. En los círculos académicos y periodísticos, hace varios años se ha generalizado la idea que para mejorar la calidad de la educación, la fórmula es que se desarrollen 200 días de clase. Más días, más calidad.

Sin embargo, la complejidad del tema no permite plantear fórmulas casi mágicas. Un breve vistazo general por algunos países puede ayudar a comprender con mayor claridad el fenómeno.

Finlandia es el país con mejor desempeño en el campo educativo. Hay diversos estudios que tratan de explicar ese fenómeno. Sin embargo, Finlandia solamente tiene 190 días de Jornada Escolar Anual. Hay que aclarar que Finlandia ocupa el primer lugar en Europa en varias evaluaciones internacionales, incluyendo las pruebas PISA. El caso de Finlandia demuestra que no es la cantidad de días sino el uso y las condiciones que permiten usar ese tiempo escolar. Finlandia ha sido usada como ejemplo de la capacidad de hacer un buen uso del tiempo.

Por su lado, Alemania tiene entre 188 y 208 días de jornada escolar anual; Francia 180 y España entre 175 y 180. Por otro lado, si revisamos datos de América Latina, veremos que Argentina y Uruguay tienen 180 días de jornada escolar anual, Chile 190 días y Venezuela 192 días. Como podemos ver, lo de los 200 días no es una regla de oro. Es una sugerencia según ciertos promedios que han desarrollado algunos Organismos Internacionales. Pero su cumplimiento en ningún momento cambia de manera automática la calidad de la educación de un país.

Un segundo mito es pensar que escuela abierta es una escuela que está desarrollando procesos de enseñanza y aprendizaje. Una cosa es tener a los docentes en una escuela y otra que esos docentes estén desarrollando procesos de enseñanza y aprendizaje.

Podemos decir que la cantidad de tiempo que docentes y alumnos asistan a la escuela, es una condición necesaria pero no suficiente para mejorar los aprendizajes. El tiempo adquiere sentido pedagógico, cuando se convierte en una herramienta para generar aprendizajes significativos.

Un tercer mito es pensar que la Jornada Escolar laboral docente es igual a la jornada de clases. Una cosa es que se hayan establecido dispositivos para que los docentes y directivos asistan a los centros educativos y otra es que a ese tiempo se le deba llamar días de clase.

Un día de clase es el tiempo en que se desarrollan procesos de enseñanza y aprendizaje. Un día de clase es cuando se desarrollan determinados contenidos educativos de diversa naturaleza. Pero estar 15 ó 20 días en procesos de matrícula o preparando expedientes para graduación, no son días de clase.

Días de trabajo docente es una cosa, días de clase es otra. Lo penoso acá es que esta diferencia puede condicionar si se mejora la calidad o no.

Desde una perspectiva pedagógica, lo importante no es que transcurran 200 días de Jornada Escolar Anual. Lo importante es lo que transcurre en cada uno de esos días. Es el tiempo utilizado con fines pedagógicos lo que adquiere importancia.

Por último, hay dos aspectos que se deben puntualizar: primero, una buena cantidad de tiempo es importante y necesaria, pero no basta para mejorar la calidad de los aprendizajes; segundo, un buen uso del tiempo es indispensable pero tampoco garantiza una buena calidad de aprendizajes. Existen variables asociadas a estos dos aspectos que se deben tomar en cuenta para una política educativa orientada a mejorar la calidad de la educación.

Lo importante es que el Estado garantice que el tiempo en la escuela, esté directamente relacionado con la enseñanza y el aprendizaje. Si no es así, una mayor cantidad de días no impactará en un mejoramiento de los aprendizajes. Sólo será una mentira más.