El hecho de que estemos pasando por una etapa oscura de nuestra historia no debe desanimarnos. Por el contrario, debe estimularnos a luchar por defender nuestros derechos inalienables, esos derechos que por naturaleza van implícitos al ser humano por la simple condición de serlo. Cuando esos derechos se violan o cuando existe la posibilidad de que sean violados, lo peor es callar.
Por este medio, hago un llamado a todos los hondureños que desean contribuir al bienestar general de nuestro país para que no guarden silencio si, por cualquier motivo, perciben que sus derechos a la vida, a la libertad, a la expresión, a un nombre, a una familia, a la igualdad, al libre tránsito o a la justicia se encuentran amenazados. Tengan siempre presente que los gritos de alarma deben darse antes de que sea demasiado tarde.
Si nos tomamos la molestia de investigar un poco, ahora que tenemos acceso a toda clase de información, podemos descubrir lo que ha ocurrido a través de la historia y lo que está ocurriendo en este momento en diferentes partes del mundo. Eso nos permitirá hacer comparaciones con nuestra realidad actual y nos llevará a comprender cómo nuestra pasividad nos ha llevado a extremos de tolerancia que han sido la causa de muchos males. Me parece que ya hemos sufrido lo suficiente y que todavía tenemos la sensatez y la fuerza para evitar seguir dejándonos llevar por un camino equivocado que, por lo que ha sucedido en otros países, sabemos dónde nos lleva.
Desde el momento en que declaramos nuestra independencia hubo advertencias de que no estábamos listos para asumir la responsabilidad de gobernarnos solos. Han pasado casi dos siglos en los que se ha demostrado cuánta razón tenían los que sabían que pasaría mucho tiempo para que llegáramos a tener la madurez necesaria. Ni la muerte de miles de compatriotas en absurdas revoluciones ni los breves períodos de bonanza que nos dieron esperanza han podido lograr que aprendamos a sacar provecho de todo lo que Dios le ha dado a Honduras.
Adoptemos la actitud positiva que debe mantener todo buen ciudadano para contribuir a la prosperidad de su patria. Al acudir a las urnas en noviembre, pensemos que a nuestra generación le toca demostrar que somos capaces de forjar nuestro futuro sin comprometer nuestra soberanía y sin recurrir a dudosas alianzas. Analicemos bien a cada candidato y apoyemos a los que, además de haber dado muestras de su respeto a la Constitución, presenten planes de trabajo claros, con metas factibles, que incluyan la reducción de gastos y la amortización de deudas como prioridad.
En las elecciones de noviembre de 2013, escojamos el gobierno que merece un pueblo dispuesto a cualquier sacrificio que sea necesario para conservar la libertad. Así recuperaremos el amor propio que caracteriza a quienes saben cumplir a cabalidad con sus obligaciones y que es tan necesario para poder caminar siempre con la frente en alto.