No solo los estudiosos que profundizan en asuntos de leyes han oído y entienden “dura lex, sed lex”, esa locución latina que significa “dura es la ley, pero es la ley”.
Entonces, ¿cómo es posible que no se haya solucionado de inmediato la imprudencia que se cometió al destituir y sustituir ilegalmente a cuatro magistrados de la Sala de lo Constitucional por un fallo que aún no había sido ratificado por el Pleno de la Corte Suprema de Justicia? ¿Cómo puede seguir siendo tema de comentarios locales e internacionales algo que empezó en la madrugada del 12 de diciembre de 2012 y que se complica más con cada día que pasa?
Yo, como muchas otras personas que deseamos lo mejor para Honduras y que rezamos por el bienestar de su pueblo, leo y vuelvo a leer la Constitución para ver si hay algo que no esté claro en lo que se refiere a la división de poderes y al equilibrio que debe mantenerse entre ellos para que cumplan con el requisito indispensable en una verdadera democracia representativa de ser complementarios e independientes, sin relaciones de subordinación. Aún no he encontrado algo que dé lugar a una mala interpretación o que justifique tanta demora para corregir un error y pedir excusas.
Todavía no hemos llegado a ese momento tan deseado por unos y tan temido por otros de cambiar nuestro sistema de gobierno que, bien llevado, puede garantizar trabajo y seguridad para todos en un ambiente de paz. Lo único que tenemos que hacer para convertir a Honduras en un país modelo es apreciar los recursos que tenemos y organizarnos para aprovecharlos de la mejor manera posible y para compartirlos como buenos ciudadanos dispuestos a trabajar con alegría, manteniendo la armonía que fomente constantemente la inversión pública y privada, nacional y extranjera.
Las ilusiones y las ambiciones juegan un papel muy importante en el desarrollo de un país cuando se sientan las bases para mantenerlas dentro de un marco legal que asegure la solidaridad y el respeto entre sus habitantes. Ese marco legal ya lo tenemos en nuestra Constitución y sus leyes complementarias. Bastaría con aplicar debidamente esas leyes para terminar con la corrupción y la impunidad, los principales obstáculos para lograr el desarrollo al que aspiramos todos los hondureños.
Tenemos que reconocer que nuestra situación actual es sumamente difícil, pero debemos convencernos de que, con voluntad y patriotismo, podemos superarla. Nada lograremos con la discordia que prima en este momento y que puede empeorar en este último año del gobierno actual.
Empecemos reconociendo y rectificando los errores cometidos y devolviendo la normalidad al estado de derecho en que ansiamos vivir. Escuchemos con atención las diversas opiniones que se presenten en diálogos civilizados y analicémoslas con calma antes de llegar a un consenso sobre decisiones importantes. Así, nuestra paciencia, comprensión y serenidad harán que desaparezcan la desconfianza, odios y rencores que nos impiden ver el futuro con optimismo.