TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Por un lado se oye aquella pegajosa bachata que dice: “Hazte un ta-tuaaaa-jee, debajo del ombligoooo...”. Por otro, unos metros más adelante, la nostalgia invade a cualquier con el verso: “Mary es mi amor, solo con ella vivo la felicidad”.
Unos a capela, otros acompañados por las cuerdas de un violín, más de alguno tocando por las teclas de un piano eléctrico y no faltará quien abrace con sus dedos a un dorado saxofón. Todos ellos, almas hondureñas que le dan vida al centro capitalino.
El sentimiento de zozobra que a veces invade a quienes circulan por el centro de la ciudad se desvanece con el sonido de las notas musicales que brotan de ese lugar. Inmediatamente lo convierten en un paseo que es una mezcla de ensueño, arte y pasión.
Sin saberlo, en su andar seguramente usted se ha encontrado con personas que han dejado todo por dedicarse completamente a esa pasión, sí, a la música. A muchos la situación económica los obligó a tomar tal decisión, pero a otros la pasión por la música fue lo que los movió.
Desde la música de un sentido violín hasta instrumentos de percusión que le dan vida a un grupo musical, son los diversos géneros musicales que se encuentran en la Plaza Central de Tegucigalpa, donde escuchar música es gratis.
“Sin música la vida sería un error”, reza la famosa frase del filósofo y músico Friedrich Nietzsche.
Los movimientos de su brazo hacen que el arco hagan vibrar las cuerdas del violín, mientras algunos dejan sus muestras de apoyo en una pequeña caja.
Originario de barrio Las Palmas, de San Pedro Sula, aprendió a tocar su primer instrumento gracias a un borracho.
“Un bolo pasaba molestando con una flauta y un tío para que se callara se la compró”, expresó Saravia. Ese fue su primer contacto con la música. Sus inicios fueron en la Escuela Victoriano López, de la capital industrial, y dejó todo a un lado para aprender a tocar violín.
Vivió en México durante seis años, donde gracias a su talento ganó una beca para estudiar música; en ese país fue parte de la Orquesta de Toluca, Distrito Federal y Querétaro.
A los 25 años regresó a Honduras y formó parte de la Filarmónica Nacional y trabajó en la Orquesta de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Quedó sin empleo en 2015 y al no tener qué comer decidió salir a tocar a las calles. De manera sonriente cuenta que el primer día solo recogió nueve lempiras. “Estoy contento con la gente que me apoya, el dinero me sirve para comer y para pagar el alquiler”, contó.
Ha dedicado 51 años de vida a esta pasión y toca instrumentos como: caja peruana, tambora, bongó y tambor garífuna.
Salsa, merengue, románticas y hasta reguetón son algunos de los géneros musicales que hacen sonar en todos los conciertos que dan en el parque central.
Confesó que el mejor regalo que le ha dado esta profesión es su esposa, quien lo acompaña a cualquier lugar que salga.
“Muchos me dicen que mi mujer me gobierna, pero no es cierto, ella me acompaña siempre para demostrarme su apoyo”, contó, mientras su compañero sonríe.
Al no tener trabajo estable decidió formar el dúo, aunque lamenta que debido a la situación del país, lo que recauda tocando sirve solo para los gastos de la comida, pero a pesar de eso es feliz haciendo lo que le gusta y alegrando a cada capitalino que se toma el tiempo de escuchar sus melodías.
Eclipse Agrupación pone a todos a cantar y bailar. Con música en vivo, deleita la jornada vespertina.
El proyecto comenzó hace doce años. José Alfredo Zepeda, pianista, que también formó su carera musical en tierras mexicanas, es el fundador y dueño de la agrupación.
El tocar en vivo en el parque central sirve de vitrina para el grupo, “Tocamos para que mire la gente, acá he conseguido por lo menos noventa clientes”.
Mencionó que gracias a sus presentaciones frente a la Catedral su agrupación puso ambiente en Casa Presidencial, en algunas ocasiones durante el gobierno de “ Pepe” Lobo.
Durante más de una década lleva alegrando el alma de quienes visitan el centro, el sustento de él es la música, y cuenta que lo que gana mostrando su talento le sirve solo para sobrevivir, pero que es feliz con lo que hace.
“Gracias a la música logré construir la casa, en los tiempos donde no había tanto problema económico”.
Lamenta que el casco histórico no se use de manera correcta y pide que la Alcaldía debe dejar trabajar a los artistas, porque son los encargados de quitar el estrés a cada persona.
Estos talentosos hondureños invitan a los capitalinos a visitar el Parque Central en familia para que disfruten de un ambiente sano y agradable y, al mismo tiempo, apoyen el talento catracho.
Unos a capela, otros acompañados por las cuerdas de un violín, más de alguno tocando por las teclas de un piano eléctrico y no faltará quien abrace con sus dedos a un dorado saxofón. Todos ellos, almas hondureñas que le dan vida al centro capitalino.
El sentimiento de zozobra que a veces invade a quienes circulan por el centro de la ciudad se desvanece con el sonido de las notas musicales que brotan de ese lugar. Inmediatamente lo convierten en un paseo que es una mezcla de ensueño, arte y pasión.
Sin saberlo, en su andar seguramente usted se ha encontrado con personas que han dejado todo por dedicarse completamente a esa pasión, sí, a la música. A muchos la situación económica los obligó a tomar tal decisión, pero a otros la pasión por la música fue lo que los movió.
Desde la música de un sentido violín hasta instrumentos de percusión que le dan vida a un grupo musical, son los diversos géneros musicales que se encuentran en la Plaza Central de Tegucigalpa, donde escuchar música es gratis.
“Sin música la vida sería un error”, reza la famosa frase del filósofo y músico Friedrich Nietzsche.
Pero ¿quiénes son estas personas a las que les basta un instrumento para cambiar el ambiente del corazón de la ciudad?
Violinista
En la calle peatonal, el violín va vestido de traje y corbata. Es don Melvin Omar Saravia, de 50 años, un músico que endulza el oído de los peatones que circulan esa zona.Los movimientos de su brazo hacen que el arco hagan vibrar las cuerdas del violín, mientras algunos dejan sus muestras de apoyo en una pequeña caja.
Originario de barrio Las Palmas, de San Pedro Sula, aprendió a tocar su primer instrumento gracias a un borracho.
“Un bolo pasaba molestando con una flauta y un tío para que se callara se la compró”, expresó Saravia. Ese fue su primer contacto con la música. Sus inicios fueron en la Escuela Victoriano López, de la capital industrial, y dejó todo a un lado para aprender a tocar violín.
Vivió en México durante seis años, donde gracias a su talento ganó una beca para estudiar música; en ese país fue parte de la Orquesta de Toluca, Distrito Federal y Querétaro.
A los 25 años regresó a Honduras y formó parte de la Filarmónica Nacional y trabajó en la Orquesta de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Quedó sin empleo en 2015 y al no tener qué comer decidió salir a tocar a las calles. De manera sonriente cuenta que el primer día solo recogió nueve lempiras. “Estoy contento con la gente que me apoya, el dinero me sirve para comer y para pagar el alquiler”, contó.
Dúo Fusión Sax
Algunos metros más adelante, siempre en la Plaza Central, unos dedos envueltos de tape se mueven enérgicamente de aquí para allá. Sentado en su instrumento, se encuentra Wilfredo Silva, él es integrante, junto a Gerónimo Espinal, del dúo que fusiona la percusión y el saxofón. Silva cuenta que dejó los estudios a los 17 años para dedicarse a la música.Ha dedicado 51 años de vida a esta pasión y toca instrumentos como: caja peruana, tambora, bongó y tambor garífuna.
Salsa, merengue, románticas y hasta reguetón son algunos de los géneros musicales que hacen sonar en todos los conciertos que dan en el parque central.
Confesó que el mejor regalo que le ha dado esta profesión es su esposa, quien lo acompaña a cualquier lugar que salga.
“Muchos me dicen que mi mujer me gobierna, pero no es cierto, ella me acompaña siempre para demostrarme su apoyo”, contó, mientras su compañero sonríe.
Al no tener trabajo estable decidió formar el dúo, aunque lamenta que debido a la situación del país, lo que recauda tocando sirve solo para los gastos de la comida, pero a pesar de eso es feliz haciendo lo que le gusta y alegrando a cada capitalino que se toma el tiempo de escuchar sus melodías.
Grupo musical Eclipse
“Tú eres mi hermano del alma realmente mi amigo”, suena a eso de las 4:00 de la tarde, justo cuando muchos capitalinos comienzan a salir de sus trabajos y empiezan a abarrotar ese escenario artístico al que muchos llaman “el centro”.Eclipse Agrupación pone a todos a cantar y bailar. Con música en vivo, deleita la jornada vespertina.
El proyecto comenzó hace doce años. José Alfredo Zepeda, pianista, que también formó su carera musical en tierras mexicanas, es el fundador y dueño de la agrupación.
El tocar en vivo en el parque central sirve de vitrina para el grupo, “Tocamos para que mire la gente, acá he conseguido por lo menos noventa clientes”.
Mencionó que gracias a sus presentaciones frente a la Catedral su agrupación puso ambiente en Casa Presidencial, en algunas ocasiones durante el gobierno de “ Pepe” Lobo.
Durante más de una década lleva alegrando el alma de quienes visitan el centro, el sustento de él es la música, y cuenta que lo que gana mostrando su talento le sirve solo para sobrevivir, pero que es feliz con lo que hace.
“Gracias a la música logré construir la casa, en los tiempos donde no había tanto problema económico”.
Lamenta que el casco histórico no se use de manera correcta y pide que la Alcaldía debe dejar trabajar a los artistas, porque son los encargados de quitar el estrés a cada persona.
Estos talentosos hondureños invitan a los capitalinos a visitar el Parque Central en familia para que disfruten de un ambiente sano y agradable y, al mismo tiempo, apoyen el talento catracho.