“Salí allá afuera, me senté en el inodoro y algo me mordió un glúteo justo cuando me sentaba', dijo Shannon Stevens el jueves a The Associated Press. “Pegué un brinco y grité cuando ocurrió'.
Stevens, su hermano Erik y la novia de éste habían ido en motonieves el 13 de febrero hasta un área silvestre para quedarse en la yurta propiedad de él, a unos 32 kilómetros (20 millas) al noroeste de Haines, en el sureste de Alaska.
Erik escuchó el alarido y se dirigió a la letrina, que estaba a unos 45 metros (150 pies) de la yurta. En el lugar encontró a Shannon, que se atendía la herida. En un principio creían que la había mordido una ardilla, un visón o algo pequeño.
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Erik llevó consigo su linterna de minero para ver de qué se trataba.
“Abrí la tapa del inodoro y había una cabeza de oso ahí al nivel del asiento, mirando por el hueco directo hacia mí”, señalé.
“Cerré la tapa lo más rápido que pude. Dije: 'Hay un oso allí abajo, tenemos que salir de aquí ya'”, agregó. “Y corrimos de vuelta hacia la yurta tan rápido como pudimos”.
Una vez a salvo dentro, atendieron a Shannon con un equipo de primeros auxilios. Determinaron que la herida no era tan seria, pero irían a Haines en caso de que empeorara.
“Sangraba, pero no estaba súper mal”, declaró Shannon.
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A la mañana siguiente encontraron huellas de oso en toda la propiedad, pero el animal se había ido del lugar. “Podían verse en la nieve, que iban hacia un costado de la letrina”, agregó.
Suponen que el oso entró a la letrina por una abertura debajo de la puerta trasera.