Leer, vivir y observar. Tres acciones que con el periodismo 24/7 y este mundo cada vez más acelerado parece que es imposible realizar. Pero no. Para Alfonso Armada quien quiera ser un buen periodista no debe postergar estas tres cosas.
El director del suplemento español ABC Cultural, y director y editor de la revista digital FronteraD, estuvo en Honduras compartiendo con 15 periodistas nacionales, de El Salvador y Guatemala, un taller de periodismo cultural, en el que recordó las cosas inherentes al periodismo, que por momentos perdemos de vista. En el taller, habló de la objetividad, de la ética, del arte de escuchar y de otros tópicos que era necesario volver a poner sobre la mesa.
¿Por qué el periodismo cultural no existe?
Bueno, es un juego de palabras obra de Leila Guerriero, que es una gran periodista, sobre todo cultural. Quizá porque tenemos tendencia a establecer gremios dentro del propio gremio, como islas, yo creo que tenemos que velar, sobre todo, por hacer un periodismo que sea más inteligente, apasionante, revelador e imaginante posible.
No hay un periodismo mejor o peor según si escribes de deporte, de política, de economía o de cultura, creo que la exigencia que tiene un periodista debe ser siempre la misma.
¿Por qué es importante que el periodista cultive la imaginación?
Sobre la imaginación creo que hay un equívoco, imaginación casi siempre se relaciona con invención, con fantasía, y no tiene nada que ver, es todo lo contrario. La imaginación es una forma de acercarse a la realidad con todos los instrumentos que el lenguaje permite.
Para mí, hay un pacto sagrado fundamental entre el periodista y el lector, y es que todo lo que cuenta tiene que ser verdad, no puedes inventar absolutamente nada, dicho esto, la imaginación no va contra la veracidad ni contra el respeto de los hechos y la verdad, la imaginación es utilizar toda tu capacidad expresiva para que los títulos, las entradillas, el arranque de la crónica y el final sean sorprendentes, y utilices todos los instrumentos que la lengua te permite para construir una historia.
¿Se olvida el periodista de la sencillez?
Quizá sí por esa sensación que a veces tienen los periodistas de querer ser escritores, los periodistas son escritores. A Leila Guerriero y a otros periodistas les preguntan por qué no hacen una novela, como si en el canon de la literatura la novela estuviera por encima de todo, y eso es un error.
Afortunadamente, la penúltima Premio Nobel, Svetlana Aleksiévich, ha demostrado que con el periodismo se pueden conseguir tantas cosas como con la novela, entonces creo que una novela de hechos, una crónica de hechos, puede ser tan rica, tan conmovedora, tan emocionante y tan interesante como una novela.
La realidad tiene tantas facetas y es tan rica, que no hace falta novelarla.
¿En qué riesgos cae el periodista al contar una historia?
El principal es no ser veraz, inventar, creo que eso es inaceptable. No puedes tomarte ninguna libertad en cuanto al respeto a los hechos, ese es el mayor riesgo.
Creo que no es necesario inventar, además si inventas dónde pones el límite. Lo que tiene un periodista es el crédito que tiene con el lector, que lo que va a decir es verdad. Otro riesgo es convertirse él en el protagonista de la historia.
El uso del “yo” es legítimo cuando lo que estás diciéndole al lector es que estás contando la historia desde determinado punto de vista y desde tu propia experiencia. Un relato en primera persona no es para hablar de la vanidad del autor y dar rienda suelta a su narcisismo.
¿Se vuelven indiferentes los periodistas a las pequeñas cosas que pueden ser grandes historias?
Esto es parte de esa dinámica instalada por las webs y el periodismo digital, donde los redactores están pegados a su pantalla, raramente salen a la calle, están siendo ecos de ecos, estamos dando noticias que dan otros y al final perdemos el contacto con la realidad, con el aire de la calle.
Ahí afuera siguen estando las historias fascinantes y no las vemos porque estamos lejos de la calle, estamos pendientes precisamente de las audiencias, todo se hace por teléfono o por Internet, cuando el contacto personal es el más enriquecedor de todos.
Y luego está lo que mencionas, hemos perdido atención a la realidad, muchas veces vivimos sin vivir, estamos todos en un proceso de aceleración constante hacia la nada, vamos todos corriendo como locos hacia la muerte y al final qué sentido tiene todo lo que hacemos.
Deberíamos pararnos a pensar si esto que estamos haciendo es lo correcto, porque esa especie de aceleración constante provoca más desasosiego y más sed, y los periódicos muchas veces en vez de ayudar a entender el mundo contribuimos a esta especie de ansiedad general, periodismo de 24 horas, siete días a la semana, esa especie de ansiedad de lo nuevo y al final creo que estamos todos bastante perdidos.
Entonces la sensación de aquello que decía Mafalda: “que el mundo se pare que quiero bajarme”, ahora se ha acentuado todavía más, debemos pararnos, vivir más despacio, leer más despacio, escribir menos, pensar más, escuchar más. Hay que repensar nuestra tarea y tratar de volver a pensar lo que es importante y usar las palabras para averiguarlo.
¿Cae el periodismo en la trampa de los números, de la cantidad de lectores?
Sí, me parece una obsesión muy perversa. ¿Por qué somos periodistas? Porque tenemos un criterio y porque sabemos seleccionar lo que es cierto y lo que no es cierto, y saber lo que es valioso o no, si le damos al público lo que quiere le daremos basura.
Mucha gente lo que quiere son noticias desoladoras, que tienen que ver con sexo, con miserias ¿eso es lo que queremos darle? Si tenemos un criterio y la responsabilidad, al final tenemos que darle al lector lo que incluso no quiere saber, tenemos que explicarle las cosas.
Evidentemente no puedes escribir de espaldas a la audiencia, pero creo que la dictadura de los números nos lleva a la muerte. Recuerdo cuando hace años hacíamos crítica en los periódicos de programas de televisión, que al cabo de dos o tres emisiones los retiraban porque no habían cubierto las expectativas de audiencia, qué va a pasar si nos comportamos los periódicos siguiendo ese criterio de que lo más importante es el número y no la calidad, estamos también condenados a morir.
¿El periodista subestima la inteligencia del lector?
Sí, yo creo que hay esa soberbia del periodista de creerse más inteligente que sus lectores. La soberbia es un camino equivocado, el buen periodista es un periodista humilde, sobre todo que sigue siendo un periodista curioso, que se somete al rigor de los hechos, que trata al lector como un igual, creo que es la mejor forma de dialogar de tú a tú con el lector, ofreciéndole todos los datos que tiene, no ocultarle nada.
Hay un debate muy interesante en el periodismo sobre la objetividad, hay una especie de lugar común que dice que la verdad no existe y que la objetividad no existe, no estoy de acuerdo, creo que la verdad existe y que los hechos existen, lo que pasa es que lleva mucho trabajo averiguarlos.
Es posible ser objetivo si eres respetuoso con los hechos y dejas al margen tu ideología, y creo que es posible ser un periodista honesto siendo respetuoso con los hechos, a lo mejor los hechos contradicen tu visión del mundo, pero tienes que contar lo que has averiguado y todo lo que sabes y dejar que el lector decida.
¿Se ha olvidado el periodista del lector?
A veces el periodista se engolosina con una prosa, y acaba entusiasmándose con la forma de usar el lenguaje y se olvida de cuál es el objetivo fundamental de lo que escribe, que es comunicar una historia al lector de la forma más exacta, precisa y reveladora posible.
Si no pierdes de vista al lector al final el propio estilo va apareciendo. Tienes que tener primero el objetivo de transmitir una historia de forma precisa, llena de color y de datos ciertos, y olvidarte un poco de adornar la crónica, a veces abusamos de los adjetivos y de las figuras retóricas.
La fórmula de “lo más sencillo es más eficaz”, suele ser siempre la mejor. Lo cual no quiere decir que uno no experimente después con las formas verbales y con los párrafos y a lo mejor en algún momento construya oraciones subordinadas que acaben contribuyendo a enriquecer una descripción o una figura. Pero creo que la norma de sujeto-verbo-predicado es fundamental.
¿Cómo enfrentarse a un lector que no lee?
Ese es un dilema eterno en la historia del periodismo, en la historia de la literatura, siempre hay gente que no lee. Un error que cometen los directivos de los periódicos es hacer periódicos para gente que no lee.
Cuando un jefe de redacción te dice “nadie lee, hazte una cosa más breve”, me parece que está equivocando su oficio, ese camino nos lleva a la muerte, y si hacemos periódicos como si fueran páginas web o programas de televisión, estamos extraviando y perdiendo a los lectores que todavía leen.
Creo que lo importante es hacer buenas historias que le descubran el mundo a los lectores, y para eso hay que hacer crónicas muy trabajadas que huyan de la prosa de oficina, de la prosa previsible, de los lugares comunes, que estén poco trabajadas y poco pensadas. Una buena crónica al final es de lo más conmovedor que alguien pueda leer.
Entonces hay que hacer periódicos para la gente que le gusta leer.
Si al final no quedan lectores, bueno igual tenemos que cambiar de oficio, pero creo que el camino es equivocado si pensamos que reduciendo la masa de prosa, poniendo un montón de destacados, despieces, detalles, fotos pequeñas, fotos grandes, vamos a ganar lectores, al final creo que perdemos a los pocos que todavía nos siguen siendo fieles, pero quizá esté equivocado, hablo como periodista y no como empresario de la comunicación.
¿Por qué es tan importante que un periodista lea?
Un periodista que no lee es como una especie de médico que ha sacado la carrera con un curandero. Nuestra materia prima es el lenguaje, si no leemos al final seremos incapaces de crear piezas ricas sobre la realidad. Si lees tienes la posibilidad de utilizar de forma más inteligente y rica la palabra, pensamos con palabras, y en la medida en que seamos más hábiles usándolas podemos transportar al lector, emocionarle y hacerle vivir con nosotros lo que experimentamos.
Ante este panorama ¿en qué lugar queda el periodismo cultural?
Creo que el periodismo cultural es un reducto muy interesante para hablar de lo valioso, sobre todo porque en la literatura, el arte, el cine y la música sigue habiendo claves para entender este mundo tan acelerado y tan desquiciado.
Muchas veces las respuestas más lúcidas nos las están dando los filósofos, los novelistas, los poetas, no todos por supuesto, porque en el mundo de la cultura también hay mucha basura, como en todos los mundos.
Una de las tareas fundamentales de la prensa de todos los tiempos es hacer escrutinio, y elogiar lo bueno y criticar lo malo, y en el mundo de la cultura creo que hay esa voluntad de tratar de buscar lo mejor de cada uno, tratar de buscar la belleza, el equilibrio, el conocimiento, porque sigo pensando que las palabras y el pensamiento nos enriquecen, nos ayudan a entender dónde estamos.
En ABC a parte de dirigir y hacer cultura también me encargo de las visitas de los niños de los colegios, y me encanta hablar con ellos sobre todo porque te descubren cosas y te hacen preguntas que hemos dejado de hacer, entonces siempre me pregunto cómo persuadir a los niños de que leyendo viven más, que leyendo y manejando bien las palabras es más difícil que los engañen, que con las palabras pueden hacerse un lugar.
Es complicado, creo que los periódicos tenemos esa responsabilidad, creo además que desde siempre los periódicos han sido como la universidad del pobre, porque a través de los periódicos bien hechos descubres mundos insospechados.
Yo soy una especie de bicho raro o una figura de otra época, pero los fines de semana, cuando no voy al periódico, suelo comprarme cinco periódicos y me encanta pasar horas leyéndolos, y para eso me gusta la prensa anglosajona, creo que todavía nos sigue mostrando cuál es el camino.
Es verdad que en América Latina hay unos cronistas formidables que están mostrando también un camino, pero creo que el respeto que tiene la prensa anglosajona por los hechos, por la verdad y por la inteligencia del lector, sigue siendo un camino muy valioso.
¿Le gustaría agregar algo más?
Estoy encantado de estar en Honduras, reconozco que mi visión de este país es muy parcial y muy llena de prejuicios. Honduras es una especie de enigma en el mapa, y viendo desde Europa, desde España, al final no acabamos de situar bien un poco dónde está Honduras, cuál es su historia, creo que nos falta mucho conocimiento, es también una cuota de los periodistas, somos muy repetitivos y reiterativos.
Es muy interesante abrirse a países desconocidos que están fuera del radar, se habla únicamente de Honduras por cuestiones relacionadas con la violencia, que es un hecho que les puedo contar pero eso a veces oscurece parte de la historia, creo que merece más atención y sobre todo más complejidad contar que este país no se trata solo de crímenes, aunque tengan un papel importante en el día a día.