Es un genio de ayer, de hoy y de siempre. Miguel de Cervantes Saavedra murió en la pobreza, olvidado en un convento, en el que ahora España intenta recuperar sus restos. Pero su obra es universal, representa el orgullo de la tercera lengua que más se habla en el mundo: el español.
“Si no hubiese escrito el Quijote y, sobre todo, si no hubiese escrito la segunda parte del Quijote (1615) y luego se hubiera leído, entendido y difundido por los ingleses, no tendríamos a Cervantes como modelo del gran escritor que hoy existe”, explica en un artículo del diario La Nación de Argentina el catedrático José Manuel Lucía Megías.
Y es que “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” tiene una innovación literaria, se trata de una novela habitada por recursos novedosos y pioneros. Por ejemplo, en el capítulo 6 de la primera parte menciona en su ficción a otro autor que no es más que él mismo y su novela anterior, “La Galatea”, título inspirado en una virtuosa pastora del Tajo.
Al cura le llama la atención durante el escrutinio de la biblioteca un libro en particular y pregunta por él. “Es ‘La Galatea’ de Miguel de Cervantes, dijo el barbero. Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que promete”.
No solo El Quijote le dio gloria al autor español. “La Galatea” (1580) se concibe dentro del género pastoril (como la famosa “Diana”, de Jorge de Montemayor), donde se combinan prosa y poesía. Aunque existe una multiplicidad de tramas argumentales, el tronco del relato lo sostiene el devenir de una joven que corre el riesgo de ser malmaridada, es decir, de ser casada con un hombre quien no la ama, mientras es pretendida por dos pastores, Elicio y Erastro.
Pero no solo la novela y la poesía, Cervantes, siempre apremiado por necesidades económicas, buscaba un modo de subsistir y veía en el teatro no solo una alternativa, sino que además confiaba en que sería en su faceta de dramaturgo el modo en el que llevaría su nombre a la posteridad.
Algunos expertos consideran que la obra dramática era un teatro experimental que acude a versos polisémicos que no ocultan la influencia de la Commedia dell’Arte, que bebió durante sus estancias en Italia. A su vez, así como Shakespeare acude al teatro dentro del teatro en “La ratonera”, en Hamlet, Cervantes utiliza este mismo recurso en “La entretenida” (1608).
Por ejemplo, en “Novelas ejemplares”, Cervantes se dirige en su prólogo a su “amantísimo lector” en esas líneas donde se retrata a sí mismo con una descripción física, la misma con la que se realizó el icónico retrato atribuido a Juan de Jáuregui.
Y es que para muchos seguidores de su obra, hay una hermandad entre Cervantes y su hidalgo: ambos padecieron humillaciones e hicieron de sus vidas errantes una exploración por senderos que los alejaron de la rutina y la mediocridad.