El poeta Pineda escribió este poema para conmemorar los veinte años que habían transcurrido desde que en Madrid, España, la Editorial Rialp publicó en 1969 el libro “Los pobres”, con el que Roberto Sosa ganó el Premio Adonais de poesía en 1968.
Con esos versos comprendí que la lectura más hermosa de la poesía es desde la poesía misma; por eso celebro que la Editorial Universitaria dirigida por Evaristo López y Carlos Ordóñez, haya publicado en el 2019 el libro “Los pobres” para conmemorar los cincuenta años de aquella histórica edición.
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La poesía convocando la poesía, la palabra buscando la palabra, un libro al encuentro de sí mismo, un texto convertido cincuenta años después en su propio espejo de sangre.
“Largo reflejo tiene la sangre” ha dicho con justicia el poeta Pineda, para luego decirle a Sosa: “tú eres el poeta de nuestro mar adentro/donde tu vela sigue el curso/de la contracorriente por donde nos llamas/-uno-por-uno-/hacia la dignidad de tu puente”.
Medio siglo después el poemario “Los pobres” sigue navegando “mar adentro”, en las profundas aguas de la auténtica poesía.
Una ética y una estética
Hernán Antonio Bermúdez, en el prólogo a “Cinco poetas hondureños” (Editorial Guaymuras, 1981), señaló oportunamente que “fue a Sosa a quien le tocó sacudir la mortalmente apacible atmósfera de la poesía hondureña”.
Rotunda afirmación dentro de un contexto cultural y político caracterizado por los levantamientos populares y la rebeldía juvenil en todo el planeta, no es casual entonces que la poesía de Sosa encuentre en “Los pobres” una ética y una estética que fundamenta la razón de su existencia: “Los desposeídos forman otro océano/un océano con brazos sin descanso/con fondos sosegados de muchísima espuma contenida,/están ahí…/con la simplicidad de una fuerza/mayor”.
Su presencia es su esencia, hermosa transición de la objetividad a la subjetividad que solo se alcanza con la poesía.
No estamos frente a un texto recuperado cincuenta años después, estamos frente a un texto que desde su publicación nos ha acompañado siempre, más bien es un texto que nos recupera históricamente, que nos ilumina palabra por palabra, imagen por imagen; “Los pobres” es un libro compañero, libro camarada, libro de esperanza cocido entre el dolor y la ternura; pero además contiene versos reflexivos, autocríticos: “Pueden/destruir el aire como aves furiosas,/nublar el sol,/pero desconociendo sus tesoros/entran y salen por espejos de sangre;/caminan y mueren despacio”.
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Afirmando que podemos tener la mayor fuerza del mundo pero ignorando esa fuerza, estamos condenados a una mansa y paupérrima existencia.
En Honduras, la condición de pobreza no ha podido superar a la condición de pobreza, “nos han amaestrado con sutileza” ha dicho tristemente Sosa. Respecto a esto, Sara Rolla, en su ensayo “Dos notas marginales sobre la obra de Sosa” (Revista Tragaluz) sostiene que dentro de esta vertiente autocrítica en la poesía de Sosa, “se advierte un empleo no muy frecuente pero si peculiar del modo imperativo, especialmente en la segunda persona del plural (vosotros, ustedes)… y tiene la apariencia de una exhortación dirigida a los lectores para activar o despertar su conciencia crítica”. Esta poesía que explora la realidad social y la conciencia de los “desheredados de la tierra” (Frantz Fanon), es una de las consistencias históricas del texto “Los pobres”.
Una feliz paradoja
El Padre Vallejo dijo que “Honduras era el país de las viceversas”, hoy puedo decir que también es el país de las paradojas: estamos ante una universidad que se ha alejado social y políticamente de los pobres pero publica, tras un enorme esfuerzo editorial, un libro conmemorativo a los cincuenta años de “Los pobres”.
Al cuidado de Silvia Matute en el proceso de corrección y bajo el diseño y diagramación de Daniela Lozano, la Editorial Universitaria concretó un proyecto que ya Carlos Ordóñez, subdirector de la Editorial, había anunciado desde el año pasado en el estudio de un reconocido artista cuando se conmemoraron los cincuenta años de aquel histórico momento en que Roberto Sosa fue galardonado con el Premio Adonais de Poesía en 1968.
La responsabilidad que tiene la UNAH, en el sentido de divulgar la ciencia, el arte y la cultura, supera muchas veces el triste papel político de esta casa de estudios, que hoy vive bajo los designios más conservadores.
Al respecto, Carlos Ordóñez señala que “aquí estamos por un proyecto cultural, espiritual, poético. Nos interesa la creación por encima de discursos y preceptos nacidos con voluntad de establecer verdades”.
Con esta y otras publicaciones, la Editorial Universitaria se erige como el resguardo de la sensibilidad, aproximándose así a la condición más digna del ser humano en momentos en que la academia ensordece y se aleja de la realidad; ya Sosa, con palabras surgidas de un atmósfera oscura, había dicho: “Llueve. Cruje la realidad/…algo/se rompe/dentro del hombre/que ha caminado demasiado solo”.