TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El 22 de noviembre de 2020 se cumplirá un año de la inauguración del proyecto pictórico “Simbiosis” que emprendieron los artistas Armando Lara Hidalgo y Santos Arzú Quioto. La muestra fue realizada en Casa Quinchon en el centro de la ciudad de Tegucigalpa, con un nivel de asistencia nunca visto en Honduras.
¿Qué provocó que el día de la inauguración tanto público (entre 700 y 800 personas) asistiera a presenciar esta exposición? Por un lado, significó un merecido respaldo a dos trayectorias que han marcado historia en las últimas tres décadas pero, a su vez, el proyecto en sí llamó la atención: hubo interés por apreciar cómo estos dos artistas con poéticas tan diferentes resolvían su propuesta pintando en el mismo soporte. Fueron once lienzos intervenidos con dos lenguajes que la historia del arte había contrapuesto: la figuración y la abstracción o como decía Kandinski: “El gran realismo y la gran abstracción”.
VEA: Pablo Zelaya Sierra: Un siglo de modernidad en sus pinceles
Este trabajo no buscó construir significados a partir de las obras, no intentó encausar una semántica, aunque no deja de ser tentador. Más bien, interesa ubicar este proyecto en el contexto de la plástica hondureña, en otras palabras, pretendo señalar qué significado tiene el proyecto para la cultura artística nacional.
El ensanchamiento de dos tradiciones opuestas
Como señalé anteriormente, la historia del arte y la misma práctica artística han contrapuesto la figuración y la abstracción. La primera busca materializar la percepción del mundo, la segunda busca reducir el volumen de esa materialidad a un contenido estrictamente formal sustentado en la línea y el color. Recuérdese las palabras de Álvaro Canales al decir que en Honduras, dada la realidad social que se vivía, no había lugar para la abstracción.
No hay duda que esa forma de pensar marcó a muchos artistas hondureños que intentaron hacer abstracción en un medio social y político bastante hostil, generalmente fueron tildados de artistas evasivos. La figuración, en cambio, siempre ha gozado de mayor aceptación, aunque no necesariamente de mayor prestigio, debemos considerar que en los años cincuenta y en la década de los sesenta, el mercado del arte abstracto tuvo mucho auge a nivel mundial, esto permeó las prácticas locales en Centroamérica y con ello, la abstracción ganó mucha reputación, especialmente entre las élites sociales de la región.
ADEMÁS: Edmundo Lobo: La poesía de una cámara que le cantó a Honduras
Este reconocimiento del arte abstracto no ha impelido que en términos generales, aquello que es asimilado inmediatamente por el ojo, es lo que ha sido mejor recepcionado por el público: la figuración. Esta prácticamente se ha convertido en el fundamento de la representación del mundo real u objetivo. La mayor aceptación del arte figurativo es un tema relacionado con la historia de nuestra cultura perceptiva: nos sentimos más cómodos reconociendo lo que vemos.
La restauración del equilibrio
El gran aporte de Lara y Arzú con el proyecto “Simbiosis” es haber resuelto de manera solvente la histórica dicotomía entre figuración y abstracción, de esta manera, la propuesta no es un ejercicio estrictamente artístico, es también una postura estética que se sustenta en el ensanchamiento de dos tradiciones “antagónicas” o en la convergencia de lo disímil.
Estamos frente a la integración de dos relatos visuales que de manera independiente habían configurado sus propios discursos visuales, ya Kandinsky lo había dicho: “Las formas manifestadas, que han sido arrancadas por el espíritu a la despensa de la materia, pueden ordenarse fácilmente entre dos polos. Estos polos son: la gran abstracción y el gran realismo”.
LE PUEDE INTERESAR: Artículo de Jorge Restrepo: Equidad
“Estos dos polos abren dos caminos que finalmente conducen al mismo destino… Entre estos dos polos existen muchas combinaciones de las diferentes concordancias entre lo abstracto y lo real. Parece que hoy día ya no se encuentra ninguna finalidad en este ideal, que ha desaparecido la palanca que sostenía los dos platillos de la balanza y que ambos platillos tienen la intención de desarrollar separadamente sus existencias como unidades autónomas e independientes entre sí. Parece que el arte ha puesto fin al hecho de completar agradablemente lo abstracto a través de lo figurativo, y a la inversa. Por una parte se retira a lo abstracto el apoyo diverso de lo figurativo, y el observador se siente flotando en el aire. Se dice: el arte pierde pie. Por otra parte se retira a lo figurativo la idealización diversa de lo abstracto (el elemento ‘artístico’), y el observador se siente clavado en el suelo. Se dice: el arte pierde el ideal”.
Esta magnífica síntesis del maestro de la abstracción nos indica que Lara y Arzú restauraron “la palanca que sostenía los dos platillos de la balanza”. Lo hicieron en la forma y el color.
La clave de “Simbiosis” reside en que ambas formas de pintar son atmosféricas, Lara hace gravitar los cuerpos, Arzú hace gravitar la materia pictórica. En ese movimiento constante, la ancha pincelada de Arzú y la detallada pincelada de Lara convergen en un mismo espacio, nadie absorbe a nadie. De esa gama de colores y contorsiones formales surge una nueva síntesis: “Simbiosis”. De ese encuentro surge lo cualitativo, el punto de intersección de dos lenguajes que se abren para ser.
No vemos dos pinturas ni dos pintores, vemos dos formas y dos tonalidades creando once lienzos cuya autoría es la simbiosis. Los azules, rojos, verdes y naranjas de Arzú abrieron sus pigmentos para abrazar los blancos, verdes turquesas, amarillos, violetas y azules de Lara.
Lara y Arzú pasaron a ser una sola sensibilidad, diagramaron una sola estética: la fusión de lo prohibido. “Simbiosis” es la respuesta a aquella fatal declaración de Álvaro Canales ofrecida en junio de 1978 cuando afirmó que la abstracción “resulta rígida por un rebuscamiento de problemas íntimos, subjetivos que apartan al productor de la obra de una mayor amplitud y comprensión”. 42 años después, Lara y Arzú le responden al gran maestro que no hay ningún conflicto, ni problemas de comprensión, que una obra figurativa puede habitar las deslimitadas formas de la abstracción y que una obra abstracta puede mover los límites bien definidos de la figuración hacia zonas no previstas e insospechadas.
“Simbiosis” deja saldada la falsa concepción de lo abstracto y lo figurativo en el arte hondureño, ambas son expresiones visuales de una realidad ampliada. Hay quien encontrará, en uno u otro género, su forma de expresión o, en el caso de Arzú y Lara, una forma puntual y única de dialogar con el arte, con la vida y el mundo.
VEA TAMBIÉN: Celso Flores: La otra dimensión del paisaje