Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: ¡Bandidos!

21.07.2018

Paradójico que en medio de múltiples actos de corrupción de los últimos seis gobiernos (liberales y cachurecos), los hondureños pasen quejándose de que sus actores estén impunes mientras a escondidas los glorifican. Para nuestros colmos, la justicia no topa a estos grandes delincuentes incrustados como “salvadores” de la nación.

Recordamos cuando llegó al poder el extinto Carlos Roberto Reina vitoreado bajo el eslogan “El pueblo al poder”. Juró acabar con la corrupción y “construir” 50 mil viviendas para los pobres. Apenas arribó y le subió “unos centavos de oro” al café de los indios. Gobernó con su familia. Sus hermanos Jorge Arturo y Mario eran intocables.

Gozo
Grandes camaraderías en un ir y venir de gustos de la prole. El Toncontín fue testigo de múltiples viajes de negocios. ¡Solapados! El pueblo nunca llegó al poder, sino que el poder estuvo en manos de una estirpe que –quiérase o no- nos volteó el bolsillo con una galopante inflación al son de brindis en el Banco Central de Honduras (BCH).

Los entonces personeros del BCH -que todavía se sueñan lumbreras- subieron el Impuesto Sobre Ventas (ISV) del cinco al siete por ciento. Aunque lo nieguen a pie juntillas son parte y parto de la galopante crisis. Hablando de “solidaridad” y de “transparencia” cometieron actos oscuros que siguen rebotando en las cuentas fiscales de la población. ¡Farsantes!

Durante el régimen se metió a la cárcel a dos o tres de sus cercanos por presuntos actos deshonestos. Hoy andan en política exigiendo decoro. El hombre de la casona del barrio Abajo de Tegucigalpa se fue en duda y en deuda con los haraposos que se quedaron sin miles de casas soñadas mientras moría en su mansión cafetera de Loma Linda.

Lo sucedió Carlos Roberto Flores Facussé, honrado por “poderosos” periodistas con su “Nueva agenda” destrozada por el demoledor huracán Mitch que desoló el país. El barrio La Bolsa de Comayagüela sirvió como puente para albergar los millones de ayuda que cayeron como una “bendición” en las bolsas de “buenos compatriotas”.

La situación nos amoló. Unos volaron incómodos y otros muy augustos por todos los confines de la patria. El Cajón –de remate- se electrocutó por fallas insospechadas. La gestión tomó otro rumbo al verse derrumbada por el aluvión. Siendo presidente del Congreso Nacional validó el décimo cuarto mes de salario que achicó como gobernante al subir dos puntos más al ISV. Dejó lozanos a otros a lomos del huracán.

Golpes

Llegó Ricardo Maduro Joest con su “Futuro seguro”. Fue como el presagio de que muchas más cosas malas nos pasarían. Con sinfín de actos de pudrición se metió con aguas turbulentas. Fue austero dando fuertes golpes fiscales. Luchó contra las maras callejeras, pero en las callejas de su tutela cada quien tuvo su fortuna. ¡Gasolinazo y pasaportazo! Un poema de corrupción e impunidad.

Trono
Asumió el trono Manuel Zelaya Rosales con un “Poder ciudadano” repartido entre sus íntimos. Elevó el salario mínimo en un 60 por ciento a costillas de pequeños, medianos y grandes empresarios (los cobardes). Por iracundo lo botaron del sillón. Rivales dicen que se robó el dinero del perdón de la deuda y de Petrocaribe para calmar el hambre de sus socios (as). Sigue en política y se sueña limpio.

Lo indultó su sucesor Porfirio Lobo Sosa, cuya jefatura batió en tributos, corrupción y criminalidad. El Seguro Social quedó hecho pedazos. Tras salir, Los Cachiros le llevaron a Fabio y a otros grandes. Luego se quedó sin su Rosa. Lobo insiste que “la vida da vueltas”. Ríe a su manera en la llanura. ¡Qué injusticia!

Dejó el camino a Juan Orlando Hernández, acusado por la oposición de abrazar la corrupción. Curiosamente, desde su primer mandato inició la caída de narcos, corruptos (en su mayoría cachos). Para sus rivales, JOH está curtido de pícaros. “Mel” Zelaya –quien promovió la reelección- lo acusa de “dictador” y de “corrupto”.

Breve retrato de seis jefes (faltó Roberto Micheletti). Todos están libres de culpa siendo garantes del pus. Llegará el día que en cada uno le rinda cuentas a la justicia terrenal o irán al infierno.