TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Siguiendo la ruta de varios presidentes, diputados, empresarios, periodistas del área centroamericana y América del Sur que dejaron atrás los galanteos, abusos y rarezas, podemos afirmar, sin temor a errar, que los criollos, ufanados de “pulcros”, burlan la humildad derramando pompas propias y ajenas frente a un pueblo sumido en pobreza.
Farsantes
Viendo diversos teatros, fuera y dentro de nuestro país, nos damos cuenta que ilustres actores locales de casi todos los partidos con mayor perfil electoral hablan de reducir el gasto público, la criminalidad, de generar empleos, pero son chupasangre, presumidos, modelando trajes de cinco mil dólares, forrados de seguridad oficial o privada.
Sin dominio son obedientes. Resonamos a estos dilectos truhanes (incluidos ciertos cronistas) que lamiendo butacas abusan sin recato. Videos y fotografías evocan sus jolgorios en retorcidas juntas donde transan el país a lo lagarto. Con dinero oficial pagan sus caros gustos, desde carros blindados, chorro de guardaespaldas, helicópteros y jets.
Se la tiran de duchos para dirigir la floja economía, de bajar la inflación y con un ápice de poder se enriquecen asaltando el erario. ¿Recuerdan el atraco al Banco Central de Honduras (BCH) por codicias políticas? Por la maldita justicia andan libres. Sin anestesia, otros bribones armados por el “doctor porno” pillaron siete mil millones de lempiras al Seguro Social. ¿Y “Lo Tetos”? Muertos de risa.
Titiriteros
A las puertas de cada votación saltan milagrosos, bondadosos y tersos. Se hartan tortillas con frijoles en las barriadas y ya metidos en el Altar Q, se atontan, saquean sin pudor, tajo de manirrotos. Por ahí andan exigiendo mesura, decoro, dejando las finanzas en ruina y sin prestaciones a los obreros, con la nación en descrédito.
Nos preguntamos ¿por qué nutridos payasos pierden la razón en el mando? La explicación, aunque suene tonta, es sencilla. Nuestra mal llamada “clase política” es hipócrita ante una sociedad fría, ligera, que rápido perdona sus picardías por arrastre a una chamba pública, ya sea de asesor o de damas de segundo piso en la diplomacia. ¡Correcto!
Buscando la teta estatal se muestran campechanos. Ven a niños desnutridos como sus hijos, al indigente le toleran su hedor, lo llaman “hermano”, soportan molestas preguntas de la prensa, remedian todo mal. Con mando se tornan sectarios, estúpidos(as). Hacen shows cambiando zapatos a los escolares cometiendo millonarios fraudes para comprarlos.
Vividores que famélicos andan a pie. Sobre el estrado, ya sea de diputados, de ministros o falseando ser “damas de caridad”, se recetan avión, helicóptero y autos de lujo, escudados por un cordón de guardias pagados con nuestros impuestos. Así andan también sus periodistas mimados de corruptos de arriba y nadie dice nada, nadie brinca.
Se creen receta de lumbreras. En la vil y cruel llanura, son austeras, las únicas personas pulcras pero su cola también apesta a letrina. Entre más engañan, más tragan, según el tiempo así es su gañote. ¡Bendiciones camaradas!