Tegucigalpa, Honduras
Su nacimiento biológico fue en una choza, pero su alumbramiento poético se dio bajo historias de caballería andante, entre héroes atolondrados e historias inverosímiles.
Así fueron los dos nacimientos de José Adán Castelar, sin anteponer el don ni el señor, ni el cuentacuentos, ni el poeta; sin ningún tratamiento de cortesía, solo su nombre, porque este vale por sí mismo. Su nombre tiene la peculiar sonoridad de la poesía, esa magia lírica que hace que al pronunciarlo directamente lo relacionemos con la palabra poeta. Es un autor que se dedica no solo a escribir, sino a hacerlo bien.
“La poesía es una quiebraeditoriales y quiebrabolsillos”, dijo en una ocasión, pero lo cierto es que quizá la bancarrota se quede en las librerías, porque el lector se llevará la riqueza de lo escrito por la pluma juguetona, mordaz, sagaz, irónica, sabia y multifacética de Castelar.
Nos habla sobre qué hace a un buen poeta, si la colección de sus obras, un buen libro, un poema, un verso, una idea, una palabra o un pensamiento... Nos comenta cuándo fue que se convenció a sí mismo que había nacido para escribir poesía; sobre si se es versificador al primer intento o si se requiere más que inspiración; sobre el papel de los escritores como actores sociales; sobre su reciente libro “Entre abedules y la Plaza Roja?” y otros platillos poéticos que está cocinando para saciar el apetito de los amantes de sus obras.
¿Cómo ve la calidad de la poesía hondureña?
La poesía hondureña en calidad tiene una continuidad, porque -por suerte para nosotros- nacen buenos poetas.
¿Entonces cree que en Honduras se han alcanzado la profesionalización y la madurez poética?
Sí, en Honduras hemos alcanzado la calidad poética necesaria para ser tomados en cuenta, aunque los poetas hondureños son más conocidos en el exterior que a nivel nacional. Se puede decir que ya tenemos poetas profesionales, no todos, claro, pero muchos, como Roberto Sosa, Óscar Acosta, Rigoberto Paredes, Pompeyo del Valle, Clementina Suárez, son grandes poetas hondureños. Hay otros que han surgido, como José Antonio Funes, Marco Tulio del Arca y muchos más, quienes están haciendo una obra muy valiosa que es conocida dentro y fuera de Honduras.
En la actualidad hay un repunte de escritores que han tomado la batuta de la poesía hondureña, desde la investidura que le da su trayectoria, ¿qué opinión le merece el trabajo de figuras como Salvador Madrid, Fabricio Estrada, Lety Elvir y Mayra Oyuela, por ejemplo?
Ellos son mis amigos, he leído su maravillosa obra. Tratan de decir algo novedoso, diferente a sus antecesores y son muy valiosos. Tienen un futuro enorme. Por ejemplo, Salvador Madrid, que además es crítico y editor. Y así hay otros con una gran capacidad que no dejan descontinuada la poesía hondureña.
Se acostumbra a clasificar a los escritores por generaciones. Para el caso, a usted se le ubica en la del 70, ¿cree que ahora también podemos hablar de la generación de 2009, por ejemplo?
Claro. Los problemas sociales alarman al poeta y lo vuelven un testigo de su época, como hizo Salvatore Quasimodo, cada voz en su época. Para el caso, la generación del 35 en este país, con Claudio Barrera a la cabeza, fueron poetas con espíritu social. Luego pasamos a la generación del 70, también poetas sociales y testigos de su época. Los problemas políticos parece que avivan la mentalidad del poeta y se vuelve un cómplice en la lucha con el pueblo, por alcanzar mejores horizontes y mejores estados de vida. La generación nueva está tocada por los problemas de 2009, el golpe de Estado, esto ha creado la voz de las y los poetas, los ha vuelto luchadores con su poesía. Desde luego que no olvidan la poesía amorosa y biográfica.
¿Cuál es el mejor método de protesta de un poeta?
Nosotros protestamos utilizando la ironía. Tengo un libro que es totalmente de epigramas, que en ellos utilizo la ironía y la mordacidad para burlarme de los problemas de aquella época y de los políticos. Para protestar me gusta hacer uso de los epigramas, los manejo con más facilidad y propiedad. Víctor Meza me editó ese libro, que para los españoles es una gran obra, pero aquí en Honduras no lo conoce mucha gente. Los españoles me han pedido “Rutina” para editarlo, que es un poema conversacional, hecho con noticias de todos los días de lo que se encuentra en las calles; también me han pedido epigramas de “Rincón de espejos”.
A su juicio, ¿qué ventajas y desventajas tiene el poeta del siglo XXI en comparación con la generación del 70, a la que usted pertenece?
La tecnología. Tienen la computadora, eso es maravilloso. Más premiaciones, concursos, ferias de libro... Además, se edita con más facilidad que antes. Antes nosotros no teníamos ningún apoyo, si queríamos sacar un libro teníamos que pagar.
¿Qué le dice a esos jóvenes que se animan a escribir, que no solo se conforman con ser poetas, sino que buscan ser actores de cambio?
¿Está la poesía destinada a ocultarse bajo sombras o es la luz que puede iluminar el destino de una nación? Ellos son continuación nuestra. Nosotros en nuestra juventud también nos manifestábamos en las calles y dábamos la cara, la vida, todo con nuestras publicaciones y acciones. A ellos les digo que continúen haciendo lo mismo, pero que -como estamos en diferente época- lo hagan con diferentes métodos. Sobre todo, que escriban, que escriban mucho. ¡Cuánto cuesta aprender a escribir!, yo tengo más de 50 años de escribir y hasta ahora comienzo a entender lo que es la poesía y cómo se escribe la poesía. Por eso les digo a los jóvenes que no se precipiten, que publiquen todo lo que les salga, pero que corrijan mucho. Por ejemplo, se pueden escribir mil poemas, pero quizá solo cinco o diez sirvan para un libro, los otros 990 que los rompan; eso es lo que hace al buen poeta, la autocrítica, corregir, leer, estudiar, comparar mucho, romper papel y dejar los ojos en la calle. Y, como aconsejaba Pablo Neruda, lo único que les pido a los jóvenes es que sean sinceros. La sinceridad es la mejor musa que puede haber. Si el poeta es ateo, que lo diga en sus libros; si es comunista, que lo diga; si es religioso, que lo diga; si es homosexual, que lo diga; si ama la sociedad, que lo diga en sus libros. Lo que se acepta es la sinceridad, esta es esencial en la poesía. Ser sincero, no ser robot.
¿Es la poesía producto de la casualidad y de un instante, o requiere elaboración, estructura, trabajo?
El poeta nace y se hace a través del estudio y de su obra, por medio de la técnica aprendida y de los golpes que le va dando la vida. Su obra puede ser de diferentes tendencias. Cuesta mucho trabajo ser poeta, pero en la juventud existe ese deseo de ser original, de encontrar la originalidad. La originalidad se busca en la juventud y se alcanza ya con los años.
¿Para usted, ser un autor prolífico es garantía de ser un buen poeta o basta con un verso o con un poema para llamarse así?
Escribir un verso es bueno, escribir un buen poema es mejor, y escribir un gran libro, pues es un milagro. Pero un poeta puede escribir solo un libro o un poema y si ese poema es grandioso tiene que celebrar, porque puede pasar el tiempo y los siglos y siempre será recordado. Por ejemplo, nosotros tenemos poetas como Martín Paz, quien escribió “El negro míster Brown”, un poema bellísimo con el que será recordado toda la vida. Claro que también está el caso de Juan Ramón Molina, quien escribió muchos poemas bellos, es un poeta extraordinario. Pero hay poetas que nacieron para escribir poco; por ejemplo, el caso de (Antonio José Rivas, nuestro poeta Rivas, escribió dos o tres libros nada más, pero basta con eso para ser un gran poeta.
¿Qué piensa sobre enfrascarse en un estilo, o prefiere que un poeta sea algo así como Fernando Pessoa, que no era ni uno, ni dos, sino muchos?
Para mí el poeta tiene que ser un experimentador. Ser uno y distinto. Pessoa llegó a tener varios heterónimos y en cada uno de ellos era él y otro. Eso puede buscar el poeta. Además, el día en que el poeta se repita, pues que mejor deje de escribir o que se pegue un tiro, como (Ernest) Hemingway.
¿Por qué se inclina más, por la poesía amorosa, social, política, paisajística o, simplemente, por la poesía sin importar su enfoque?
Bueno, no me gusta buscar clasificación. Yo escribo lo que siento y lo que pienso en el momento determinado. Tengo libros totalmente dedicados a la poesía amorosa (“Laodamia”). Tengo poesía plástica dedicada a la ciudad de La Ceiba y sus alrededores. Tengo “Cauces y la última estación”, que es poesía vivencial y reflexiva. Tengo “Entretanto” y “Sin olvidar la humillación”, poesía política. Y “Rincón de espejos”, que son epigramas burlescos.
Juan Ramón Molina, Froylán Turcios, Roberto Sosa, Clementina Suárez, Rubén Darío, Roque Dalton, Ernesto Cardenal, Gioconda Belli... la lista es interminable... La región ha sido cuna de poetas, ¿de dónde nace la inspiración centroamericana?
Del milagro... Del milagro territorial. Por ejemplo, que en Nicaragua haya nacido Rubén Darío es algo asombroso. En una tierra pequeña como la nuestra, que haya nacido un poeta de ese tamaño universal es más que un milagro. Luego nuestro Juan Ramón Molina, son milagros genéticos, que nacen una vez y no se repiten.
Rubén Darío, Roque Dalton, Juan Ramón Molina, Roberto Sosa... son la excepción en Centroamérica como poetas, además de grandes creadores e innovadores, ellos son la gloria de estos países. Junto a ellos, hay otros poetas como Ernesto Cardenal, Gioconda Belli (que es mejor como novelista), Clementina Suárez, Pompeyo del Valle, Óscar Acosta, Rigoberto Paredes, y otros poetas que mantienen su obra oculta, como Efraín López Nieto, Rafael Rivera (que no sé por qué no publica si escribe buena poesía), y así hay otros.
¿Cuándo nació biológicamente y cuándo nació como poeta?
Nací en 1941, el 9 de abril, en un campo bananero que se llama Coyoles Central. Mi partida de nacimiento dice que nací en una choza. Luego fui al puerto de La Ceiba, llegué de dos meses de edad. Como no nací allí la alcaldesa Margie Dip me dio El Escudo de La Ceiba y me nombró “Hijo Predilecto”. Estudié en una escuela pública y un colegio nocturno de La Ceiba. Salí al extranjero y recibí miles de cursos. Luego me dediqué a escribir, a pensar, a sentir y a tener mi ideología política.
¿A qué edad se dio ese primer acercamiento con las letras?
A los 15 años, en La Ceiba. Era una ciudad muy inquieta, había muchos declamadores, más que poetas. Por eso quizá me gustó la poesía. Además que cuando era niño trabajaba al lado de la biblioteca local Juan Ramón Molina, allí había muchos libros de españoles y franceses, su obra poética y prosa. Allí leí “Don Quijote de La Mancha”.
¿Entonces fue allí, entre novelas de caballería, cuando nació como poeta?
Sí, a los 15 años. A los 17 escribí mi primer libro, pero era malo, malo, malo. De ese libro todavía conservo como seis poemas, pero nunca los voy a publicar.
¿Por el miedo a la crítica?
No, sí tienen calidad. Me gustan mucho, solo que son muy pretenciosos. Luego, a los 20 años, escribí un libro que no me agradó mucho, por eso lo mantengo inédito. A los 24 escribí “Poema estacional”, este libro me encantó porque es poesía paisajística, con temas más profundos. Mucha gente quiere que lo edite de nuevo pero, como siempre, lo económico perjudica.
¿Entonces “Poema estacional” fue como su despertar poético?
Sí. Al escribir este libro me dije: “¡hombre, creo que sí soy poeta. Nací para escribir poesía!”. Este me abrió la puerta para entrar a la poesía, las dudas que antes tenía se disiparon con él.
¿Cuántos libros ha publicado?
Trece.
Si hubiese tenido el apoyo económico y gubernamental, ¿cuántos libros tendría publicados a la fecha?
Veintidós. De los trece libros he pagado diez; uno lo editó la Secretaría de Cultura. Los otros dos me los ha regalado el editor Evaristo López, los otros han salido de mi bolsillo.