TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Después del Holocausto Europa dejó de ser tan diversa. Y creo que eso convendría explicárselo a los jóvenes”, dice el periodista, sociólogo, analista internacional y empresario salamantino Ricardo Angoso García, quien presenta su más reciente publicación en torno al hecho histórico que describe como “la mayor tragedia del pueblo judío”.
En su regreso a Honduras, tras cerca de siete años aislado entre nuevas investigaciones sobre esta y otras temáticas, su libro “El Holocausto: una guía didáctica y básica” lo acompañó en su maleta de viaje.
Y el contenido de esta obra, al igual que sus vivencias, opiniones y enseñanzas derivadas del estudio total sobre la historia del pueblo judío y la Alemania nazi, que comprende más de 30 años de su trabajo y dedicación, son motivo de esta entrevista.
Hace más de tres décadas, en coincidencia con sus inicios en el oficio periodístico, usted comenzó a recopilar testimonios de sobrevivientes del Holocausto y ahora publica un escrito más en relación a ello. ¿Qué lo ha mantenido tan interesado en el tema?
Sí, llevo más de 30 años investigando sobre el tema. En mis inicios, en Rumania coincidí con una señora muy mayor que curiosamente hablaba un poco de español y a su vez era descendiente de los judíos que echaron de España en 1492. Me llamó la atención que en muchas partes de Europa, del norte de África e incluso en Turquía te encontrabas con comunidades que eran descendientes de estos mismos judíos expulsados en esa época y que se dispersaron por medio mundo. Hoy esa población ha ido desapareciendo, aunque algo queda de toda esa vida.
Comencé a investigar y muchas de esas comunidades sefardíes desaparecieron por el Holocausto. Los alemanes invadieron casi toda Europa en la Segunda Guerra Mundial y allí donde llegaban metían el mismo esquema de persecución a los judíos, internamiento en los campos de concentración y asesinato.
Por ejemplo, la gran capital judía sefardí de Europa, (Salónica, al norte de Grecia), tenía unos 60,000 habitantes. Al terminar la Segunda Guerra Mundial quedaban apenas unos 500 judíos, porque la gran mayoría habían sido exterminados por los nazis.
De allí vino todo mi interés, mi curiosidad nació así, y de ahí fui un poco estudiando este asunto y me quedé allí. De hecho, hay un capítulo en este libro que se llama “Los sefardíes durante el Holocausto”, en el que hablo un poco de todo esto.
Con seguridad ha llamado al Holocausto “la mayor tragedia de la historia del pueblo judío”. Como autor, ¿qué nivel de responsabilidad le exigió trabajar en diferentes escritos al respecto?
El otro día, hablando con una gente joven cuando presentamos este libro, yo decía que creo que ahora tenemos una obligación moral y ética mayor que hace unos años, porque antes quedaban unas 200,000 víctimas o sobrevivientes del Holocausto todavía con vida, pero se están muriendo, es decir, están desapareciendo por razones biológicas.
Estamos hablando de acontecimientos que ocurrieron hace 80 años y cada vez quedan menos sobrevivientes, menos con edad de poder hablar, de poder expresarse, de poder escribir. Entonces, si no recogemos bien estos testimonios, si no hablamos nosotros, las generaciones que todavía lo podemos hacer, pues nadie hablará y esto acabará cayendo en el olvido.
Esto es especialmente grave porque el hombre aprende de las lecciones de la historia. El Holocausto nos dio algunas sobre temas que son importantes y siguen vigentes: el respeto, la tolerancia al que es diferente. Yo creo que, en este sentido, la educación juega un papel primordial, digamos, en el recuerdo y en la memoria de las víctimas. Se debe educar a las futuras generaciones para que esto sea un antídoto y no vuelva a suceder. Si no, seguramente cometeremos errores parecidos.
¿Ha cambiado su perspectiva sobre el tema después de tantos años de estudio a profundidad? ¿Hay un antes y un después en su pensamiento sobre el Holocausto?
En definitiva, no ha cambiado. Las ideas que tuve desde un principio siguen allí. Lo que sí es que he llegado a algunas conclusiones que quizás son nuevas. Por ejemplo, que el Holocausto no solo fue obra de unos pérfidos nazis, sino también de miles de personas comunes y corrientes que estaban en la policía o que eran funcionarios en aquellos momentos y se prestaron a ese juego criminal.
No hay que olvidar que en todos los países ocupados por los alemanes; como Polonia, Hungría, Rumania, Croacia y Grecia, hubo lo que se llamó “Los verdugos voluntarios de Hitler”. Hubo miles de polacos, de húngaros, de otras nacionalidades, que colaboraron con los nazis en la ejecución de todo un plan de exterminio. No solamente son los alemanes, los nazis, los responsables de esta tragedia.
¿Explicar estos hechos fuera de Europa, específicamente en América Latina, representa algunas variantes considerables?
Bueno, explicarlo en América Latina es más complejo que en Europa, sobre todo para entender por qué lo hicieron. ¿En qué sentido? Nosotros venimos de una gran tradición antisemita inculcada desde las iglesias (la católica, la luterana). El fundador del luteranismo, Lutero, escribió un libro contra los judíos. No es algo que nació así de la nada, venía de una tradición de cuatrocientos o quinientos años atrás.
Al comienzo de esta conversación hablábamos de que ya en 1492 en España se expulsó a todos los judíos que no se convirtieron; les quitaron sus propiedades, sus tierras, fueron expulsados sin nada. Ya había una tradición antisemita, y al final todo eso generó el Holocausto. Después, bueno, Hitler se encontró el terreno allanado en una situación de desesperanza social y económica en la sociedad alemana, donde abrazaron a una especie de “mesías” (él, Hitler) y se produjo todo lo que se produjo.
Pero en cualquier caso, Hitler nunca ocultó su plan criminal de exterminar a todos los judíos. Eso venía ya en su libro Mein Kampf. Allí explica que habría un gran exterminio de todos los judíos de Europa si ellos llegaban a la lucha. ¿Cómo se concretó eso? Bueno, porque Hitler fue invadiendo toda Europa, no olvidemos que casi llega hasta Moscú.
Y algo muy gráfico: de los 17 millones de judíos que había en el mundo en 1939, cuando Hitler comienza la Segunda Guerra Mundial, más de la mitad vivían en Europa, de los cuales 3 millones vivían en Polonia. Casi el 20% de la población judía de todo el mundo vivía en Polonia. Y eso nos explica muchas de las cosas que ocurrieron, que Hitler consiguió tener a mano a la mayor parte de la población judía, no solo de Europa, sino del mundo.
Hace unos años presentó “Voces del Holocausto” y ahora publica “El Holocausto: una guía didáctica y básica”. ¿Cuál es el propósito principal de esta nueva lectura?
En este nuevo libro trato de dar las claves para alguien que quiera estudiar el Holocausto, tal como una guía básica. Están los recursos cinematográficos, literarios, la bibliografía, quiénes son los grandes expertos, los centros de investigación, las páginas web.
Afortunadamente, con el Internet ahora podemos acceder a cantidad de recursos, de bibliografía, de materiales, hay numerosas instituciones que se han digitalizado y, por ejemplo, el gran museo del Holocausto del mundo, (el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos, en Washington), con recursos en español, en inglés, en francés, etcétera.
Lo que yo ofrezco es un poco las claves de por dónde buscar, algo como una brújula para quien se siente perdido en el bosque.
La temática bélica e histórica parecen primar en la divulgación de sus escritos. ¿Qué las posiciona por encima de cualquier otra problemática vigente?
No es tanto la bélica, pero sí me interesa mucho la historia porque siempre digo que esta nos da las lecciones y las claves de lo que va a pasar en el futuro. Creo que sin comprender la historia antigua y la reciente, incluso, nunca entenderemos nada de lo que ocurre hoy. Es decir, si uno no sabe lo que han sido los últimos 40 años en la extinta Unión Soviética, en Rusia y en Ucrania, no entendería el conflicto que ahora mismo está ocurriendo en Ucrania. Creo que la historia es fundamental, es la base que nos permite explicar muchos de los fenómenos y de los avatares de las situaciones que estamos viviendo ahora.
A nivel profesional, personal o humano, ¿cuál ha sido el hallazgo más significativo para usted luego de dedicar gran parte de su vida al estudio del Holocausto?
A nivel humano lo que más me ha impresionado es conocer de viva voz las experiencias de esta gente. Por ejemplo, el testimonio de una sobreviviente, Ana María Goldstein, quien perdió (entre el Holocausto y la guerra) a un total de 140 familiares en Hungría, y cómo pudo reconstruir su vida, incluso emigrando a otro país porque no quería seguir viviendo allí.
Y cómo, de la nada, y después de esa experiencia tan traumática, hay gente que es capaz de volver a comenzar, hacer negocios, trabajar y estudiar. Eso me llama mucho la atención y revela que el ser humano tiene una gran capacidad de resistencia, de resiliencia, de coraje, de reconstruir desde cero su vida, de levantarse de nuevo después de haber pasado por toda una tragedia.
En algún momento afirmó que su trabajo pretende rendir un homenaje a las millones de víctimas de este genocidio. ¿Considera que lo ha conseguido?
Considero que sí. Aunque, realmente, cada vez lo que percibo, por ejemplo en España, es que las nuevas generaciones, las jóvenes generaciones conocen menos de su historia.
Se han hecho pocos esfuerzos, digamos, desde las instituciones que deben, de hacer pedagogía sobre todo esto, de enseñarles el significado y la verdadera dimensión que tuvo el Holocausto en la historia de Europa. O sea, antes había numerosas instituciones judías, teatros, sinagogas, hospitales, universidades y demás. Era una Europa mucho más multiética, multiracial, que después del Holocausto dejó de ser tan diversa. Y creo que eso convendría explicárselo a los jóvenes.
¿Su abordaje sobre estos hechos culmina con la publicación de esta guía o de alguna manera habrá continuidad?
No lo sé. Siempre me he dedicado a esto, he estudiado sobre ello y creo que lo seguiré haciendo. Pero será en otras áreas, hay muchas todavía no muy estudiadas. Me preocupa mucho, por ejemplo, que estas comunidades judías han desaparecido y ya los últimos que quedan se van moviendo, quedan cada vez menos. En países como Rumania, que llegó a tener un millón de judíos, creo que ya no quedan ni mil viviendo.
Me preocupa mucho el abandono del patrimonio histórico de los judíos en Europa. Creo que eso lo investigaré por ahí. Ya nadie cuida esos lugares, incluso los he visitado en algunas ocasiones en Europa del Este, y están totalmente abandonados. La maleza crece, parece una selva aquello y nadie viene siquiera a limpiarlo y a cuidarlo aunque sea como un vestigio del pasado, porque puede tener hasta un fin, digamos, de tipo turístico, hablando ya en términos de mercado. Pero sí, me preocupa el abandono de ese patrimonio porque al final estas comunidades judías tienen de todo menos judíos.
Finalmente, ¿de qué manera hilvana su oficio periodístico con sus otras facetas y especialidades? ¿Se acoplan bien o ha representado un reto hacerse el tiempo?
Bueno, voy a explicar algo. Esta parte creativa es un poco un hobby para mí porque yo soy empresario del sector turístico también. Entonces, todo este asunto no es para nada de lo que vivo. Ahora me han ofrecido dar unas conferencias en España, pero no es mi trabajo. Intento compaginar todo esto con mi actividad empresarial, y soy muy pragmático en ese sentido. Trato de que haya un equilibrio entre, digamos, esto que es la creación literaria y la difusión, con mis obligaciones.
En el fondo, más que un escritor, me considero un divulgador del asunto del Holocausto. Creo que tenía una obligación, que debía hacerlo, que estaba obligado a hacerlo. Y porque hubo un escritor judío (Primo Levi) que dijo “Si nosotros no hablamos, si nosotros callamos, ¿quién hablará?” Pues es eso.