Siempre

Virgen, un retrato de las barriadas

“Virgen y otros cuentos”, ópera prima del sampedrado Kalki Martínez, es el libro que reseñamos en esta edición

17.11.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La vida violenta y dura en las barriadas es un tema que ha sido descuidado por los narradores hondureños. Kalki Martínez intenta alejarse de esa tendencia describiendo la existencia cotidiana de algunos personajes de los barrios del sureste sampedrano en su primer libro “Virgen y otros cuentos” (Tres Orillas, 2017).

Este libro consta de cinco relatos que retratan una sociedad hostil donde la muerte y la derrota persiguen y casi siempre encuentran a los personajes.

Todos, además, están contados con cierta inocencia narrativa, casi como si fueran anécdotas adolescentes elevadas a la categoría de cuentos, y dejan a Martínez en deuda por su prosa descuidada y los abundantes errores de toda clase que comete con imbatible persistencia.

El narrador muerto
Los relatos están concebidos sin mayor complejidad estructural y el lenguaje que les da forma es simplón, muchas veces padece problemas de sintaxis (un signo trágico en cantidad de escritores nacionales) o el empleo de una ortografía demasiado caprichosa (el uso de “sino” en lugar de “si no” es una revolucionaria innovación en este libro: págs. 57 y 101).

Sin embargo, su lectura es fácil y hasta resulta agradable a pesar de que a veces las motivaciones de los personajes son débiles o la historia está contada desde un punto de vista imposible.

En “Virgen”, por ejemplo, un adolescente sufre por amor, porque él responde al mismo sustantivo que da nombre al cuento (y al libro) y porque el objeto de su deseo es de dominio público.

El relato está hecho en primera persona y estructurado como si fuera el viaje de un detective improvisado hasta su muerte a manos del padre de la mujer que ama.

Aquí la lógica narrativa se tambalea brutalmente: cómo es posible que el personaje que narra la historia esté muerto. Claro que en la ficción el alma de un muerto puede ser el narrador, pero el escritor debe construir una historia coherente para que eso sea posible.

Foto: El Heraldo


La crítica y el perro
El primer relato del libro se llama “Dingo” y cuenta cómo un grupo de preadolescentes envenena al perro del “matón” que los atemoriza en el barrio. La anécdota es anodina y menos original que una telenovela para adolescentes.

A pesar de esto y de lo risible del nombre, algo hay en esta historia -quizá todos hemos vivido o visto una situación similar- que nos hace identificarnos con ella sin que importen demasiado la pobreza del final o las construcciones sintácticas fáciles.

Quizá el más interesante de esta colección de cuentos es el último: “El hombre y el perro”. El protagonista es un boxeador aficionado, que fue sicario del ejército, luego mendigo y por último muere atropellado.

Este antihéroe es hermano del narrador, un padre que le cuenta a su hijo la historia en una atmósfera familiar hostil. Aunque por momentos el autor comete la imprudencia de convertir el relato en una crítica social que termina en el panfleto más barato: “(…) inscribir a Gordo, no le había costado nada, en un país (Honduras) gobernado por bestias (…)”, y al final hay una extraña e inexplicable identificación entre un perro y el protagonista, vale la pena leer este cuento, aunque sólo sea por las posibilidades narrativas que se esbozan en él.