Tegucigalpa, Honduras
Se escucha un suave eco en la entrada del salón. Allá al fondo está sentado Jimmy Windsor, candado sin llave en la barbilla para disimular la timidez de la que -dice- es objeto cuando está en este papel de entrevistado...
“Se vuelve a sentir el magnetismo del fútbol” ha pronunciado su voz, “educada de toda la vida”, la misma que en su adolescencia recitaba poemas de Pablo Neruda para enamorar a las chicas del Central. “Es un agasajo oírte”, le dijo más de alguien, alguna vez, en algún lugar...
¿Qué hace un odontólogo narrando partidos de fútbol los domingos?
Cuando era niño soñaba con ser un relator de fútbol e imitaba a Servando Cruz, el narrador de moda de la “N”. Mi primera vez en el Nacional fue como a los 12 años, de la mano de mi padre y con el radio transistor en la oreja. Escuchaba la radio y enfrente miraba a Servando Cruz. ¡Uf!
Pero usted estudió para arreglar dientes, muelas…
En el colegio no era mal alumno. Y un día le dije a mi padre: “Voy a sacar odontología en la universidad, aunque igual voy a meterme a narrar para ganar unos centavos extra”.
Esos centavos extra fueron copando la alcancía de la perseverancia desde que Radio Moderna, de Audio Video, le pone a él, a su ahora cuñado Carlos Montoya y a su amigo Ángel Valentín Aguilar (QEPD) la luz verde del primer semáforo de la avenida del éxito. “Tendría unos 17 años y René Coello nos probó y nos dejó narrando fútbol… pero fútbol femenino”.
Comienzan a surcar las ondas etéreas los nombres artísticos de los tres camaradas: Jimmy Windsor, Carlos Gris y Valagui. La fama le empieza a ganar terreno a la timidez que en Jimmy Windsor se manifiesta en forma de sudor helado en la frente, aquel mismo que sintió cuando Rodrigo Wong Arévalo le pidió que dejara de narrar en las provincias y que lo acompañara en la cabina del Nacional, donde hay personajes de intacto pedigrí: Mito Bertrand Anduray, Rolando Ramos del Valle.
“¡Qué estoy haciendo aquí! -pensaba él, mientras sus dos manos también sudaban y su padrino Rodrigo Wong Arévalo se esmeraba en corregir los pequeños defectos de fábrica del muchacho que luego seguiría sus estudios en la U-”.
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- ¿Entonces siguió estudiando?
- Realmente yo empecé en medicina, que era una carrera muy cara, hasta que conseguí que me aceptaran una equivalencia para estudiar odontología. Mi idea era dedicarme a la profesión y retirarme de la radio, pero fue al revés. La comunicación, las cámaras y los micrófonos me retiraron de la odontología para siempre.
Y es que cuando Jimmy Windsor hablaba, se estremecía el corazón femenino. “Hay dos argumentos lindos para conquistar una mujer: la música y la voz. Mi señora se llama Aurelia y adapté la canción ‘Noelia’ de Nino Bravo, el cantante más impresionante que escuché. Y en la radio abría el micrófono y le cantaba en vivo... je, je, je”.
Y es que cuando Jimmy Windsor relataba, el micrófono tenía uno y mil orgasmos. “‘Se sienten pasos en el área’ es una de mis frases preferidas, aparecida en los años ochenta”, confirma Jimmy Arturo Rodríguez, al mismo tiempo que peina sutilmente su bien prolija cabellera de seis décadas y rayos plateados y recuerda el influjo de los relatores costarricenses José Luis el “Rápido” Ortiz y Luis Cartín Paniagua.
“Cuando el partido iba 0 a 0 me gustaba poner mi sello diciendo: ‘No tenemos novedades en el marcador’; y hubo una que me gustó mucho en HRN: ‘La pelota se fue a donde más hace daño... a lo profundo de la red’; cuando un jugador va enfilado hubo otra frase en los noventa que decía: ‘Pica, Dolmo… pica, Dolmo…’, que ahora ha mutado a ‘¡Siga, siga, siga!’”...
- Bueno, hasta llegar a la actual que gusta mucho en la Redacción de EL HERALDO: “¡Y gol y gol y gol y gol!”
- Esa variante la comencé en los años noventa relatando para radio con el “se metió… ¡golazo! Y ahora la gente me reconoce en la calle por ese grito que hago en canal 11”.
¿Alguna vez se quedó sin voz, doctor Rodríguez?
Fíjese que los partidos Olimpia-Motagua de antes eran tan intensos que recuerdo uno de muchos goles en el que casi acabo sin voz. Terminé falseando, pero terminé.
Usted se ha declarado adicto a Víctor Hugo Morales, el uruguayo que narró el mejor gol de los mundiales en México 86 (Diego a los ingleses). ¿Es de izquierda como él?
Buena pregunta. Víctor Hugo Morales es el más grande de todos los tiempos: tipo culto, intelectual, hombre valiente. Si volviera a nacer quisiera ser como él: honrado, humilde, un monstruo. Pero en lo único que no combino es en su ideología. Yo soy un hombre de derecha, porque la libertad es fundamental para mis principios cristianos. Y en la izquierda no se puede.
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¿Cuál ha sido su mayor influencia como narrador a lo largo de los años?
La escuela argentina, no me cabe dudas. Para mí Mariano Closs es un relator de respeto y escuchaba mucho a José María Muñoz, el “Gordo”, quien parece que tenía el estadio en su garganta. Mientras estaba vigente él, Víctor Hugo Morales venía detrás. Luego todos sabemos en lo que se convirtió el maestro Morales.
¿Jugó fútbol?
¡Ay!, Alexeiev. Es mi pasión. Comencé como centro de ataque, pero tuve un problema de rodilla y me operaron. Creo que por eso no llegué a España 82… je, je, je… luego fui enlace, defensa, portero y ahora soy DT; es un placer jugar fútbol. De los placeres permitidos, jugar fútbol y comer. Salmón, pastas. Me encanta comer con los amigos.
¿Y todavía juega, aún se pone los tacos?
Hubiera jugado feliz de la vida hasta los 100 años... pero hay un par de discos dañados en la columna que me retiraron. La última potra creo que la jugué en enero del año pasado...
¿Cómo se llevó con el alcohol y el tabaco?
Jamás bebí y jamás fumé. Y eso que en mi familia había un alcoholismo bien marcado, especialmente por mi padre. Sufrimos mucho. Y luego fui creciendo con bohemios: Rolando Ramos del Valle, Tomás Arturo Chi Medina… me desvelaba con ellos pero yo solo comía... ja, ja, ja...
¿Qué piensa de los jugadores que rezan en público antes del partido y al minuto 3 van con el hacha y el machete a un rival?
Estoy en contra de eso completamente. La relación con Dios es en privado, caer en el exhibicionismo no es bueno.
¿Y alguna vez algún jugador o algún entrenador se enojó feo con usted?
Mi trabajo es criticar y a veces he sido duro. Los colombianos son muy defensivos y una noche había despotricado contra Reinaldo Rueda… al día siguiente me lo encuentro frente a frente y no me pude hacer a un lado. Y de entrada me dice: “Qué bien su hijo, qué bien comunica, me encanta”. Yo diciendo tantas cosas de él y me sale con aquella educación. Yo todo apenado.
¿No tiene amigos jugadores o entrenadores?
Evito esas amistades, por respeto. También por respeto evito decir apodos pesados. Y eso que yo puse uno de los apodos más famosos del país: el “Nene” a César Obando. Desde que debutó le vi condiciones extraordinarias, hizo un golazo con la zurda siendo derecho y cuando me contó su historia dije: “Este es un monstruo”. Un día me le acerqué y le dije: “En su segundo partido lo califiqué como el ‘Nene’ por su depurada técnica y su edad”. Me gustan los apodos agradables.
¿Estamos cerca de su retiro, doctor?
¡No! Tengo para más. Quiero morir en un micrófono, morir en una cámara.