TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Una jovial sonrisa y un apretón de manos fue la cálida bienvenida a las historias nunca contadas por un maestro de generaciones, exfuncionario y liberal de pura sangre.
Como todo hondureño de tierra adentro nos invitó a pasar a su modesta sala, que era arreglada por su aguerrida hija, Larissa Pineda, quien estaba afanada decorando el arbolito de Navidad.
Después de ofrecernos asiento, solicitó unos minutos para ir a una recámara, regresando casi al instante con una de sus obras, “Estatutos y Reglamentos del Partido Liberal de Honduras”, por Isidro Pineda Rodríguez. Después de recibir una taza de café caliente, iniciamos una extensa y amena conversación con uno de los legendarios exdirectores de la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio...
¿Cómo ha estado, maestro?
Aquí esperándolos para que platiquemos, aunque yo no soy muy dado a andar dando entrevistas, solo a EL HERALDO he decidido atender -dice con seriedad-. Gesto agradecido por EL HERALDO.
¿Usted de dónde es originario?
Soy de Alauca, El Paraíso, somos cuatro hijos. Mi padre fue Carlos Medardo Pineda Romero y mi madre María Carlota Rodríguez Ruiz, nacimos en un lugar de campesinos.
¿Cómo hizo para estudiar?
Cuando nos llegó el período de la escolaridad mi padre nos llevó al municipio de El Paraíso, donde pasamos la mayor parte de la escuela primaria, porque en las escuelas de Alauca donde pasé primero, segundo y tercer grado no había sexto grado, solo llegaba hasta quinto, pero ya en el municipio de El Paraíso sí había hasta sexto grado. El otro problema es que no había colegios de segunda enseñanza.
Al encontrase con estas dificultades, ¿cómo llega a ser maestro?
Al terminar el sexto grado, que no éramos muchos los egresados, solo 10 o 12, el supervisor departamental de Educación en El Paraíso reclutaba a los mejores estudiantes para que fuéramos a trabajar como maestros de educación primaria empíricos. Así es que yo empiezo mi carrera como maestro de educación, sin tener los conocimientos pedagógicos para incidir de buena manera en la educación, pero no había otra forma y trabajé.
Comenzó cipote, entonces, a dar clases.
Sí, póngale como a los 17 o 18 años.
¿Cómo llega a la Normal Mixta?
Yo me sometí a un concurso para unas plazas que habían en el Técnico Luis Bográn y en la Normal Mixta. Clasifiqué por las circunstancias del momento, mandaron a otro compañero al Luis Bográn y hubo un zipizape, de que si yo era la persona del primer lugar y no me ubicaron, entonces me mandaron al Milla Selva como subdirector.
¿Cómo encontró la Normal?, porque llegó en aquellos complicados años 80.
La Normal Mixta estaba sumida en una crisis no tal vez académica, porque tenía muy buenos catedráticos, sino que en una crisis política. Donde estaban los frentes estudiantiles enfrentados por el poder, de izquierda y de derecha.
¿Fue difícil asumir el control?
Lo más difícil era llegar a una institución que estaba contaminada por los mismos profesores, que eran de derecha o eran de izquierda. Allí uno tenía que neutralizarse, aun con corazoncito de un lado o de otro, para poder normalizar la situación de la Normal Mixta.
¿Qué estudiantes de esos que lideraban los frentes estuvieron en aquellos tiempos?
Entre los dirigentes más agresivos que yo tuve están Bartolo Fuentes (exdiputado de Libre) y Sergio Castellanos, un muchacho que actualmente es diputado de Libre. Un día que yo iba ingresando a la Escuela en mi carro, que era un doble cabina, Sergio agarró el portón y se lanzó contra el carro y cayó y me demandó por atropello. Tuve que poner abogado, porque lo que querían era sacarme. Recordó entre risas...
En el tiempo del profesor Pineda Rodríguez se registró uno de los casos más tristes para los estudiantes y de trascendencia a nivel nacional. La muerte de la jovencita Riccy Mabel Martínez en 1991.
¿Como enfrentó la muerte de Riccy Mabel?
La frente se le frunce y baja mirada, para luego responder. Riccy era una muchacha que procedía de La Ceiba y como yo trabajé mucho en la costa norte la gente de allá es muy abierta a las cuestiones de divertirse y ella salía con otras compañeras.
¿Cómo llega ella al batallón?
La versión es que ella tenía algún acercamiento con algunos militares y los militares en los batallones tenía fiestas los sábados, donde se divertían, bebían y bailaban. Supongo que ella fue en su condición particular de joven a divertirse y por allí surge el problema de lo que le pasó.
¿Cómo se dio cuenta usted de la muerte?
La realidad es que la muchacha desaparece, no llega a clases, la trabajadora social y la visitadora de hogares comenzaron a investigar y ella no estaba y no la encontrábamos, hubo un despliegue total de alumnos, maestros y hasta el DIN en aquel entonces. Un día recibimos una llamada que había aparecido un cadáver por la quebrada El Sapo, yo fui en mi carro y allí estaba.
¿Y cómo cayó esa llamada?
Teníamos abierto el teléfono, tanto de la casa como de la Normal, para recibir llamadas y que nos dieran información de lo que había pasado, y fue cuando recibí cuatro o cinco llamadas de un personaje que yo identificaba, que siempre era el mismo.
¿Qué le decía?
El día que apareció muerta decía que en tal parte más o menos podía estar la muchacha desaparecida, él fue el que mandó el mensaje.
¿Qué pasó con las investigaciones?
Como se supo que la muchacha había muerto en un batallón, quienes deberían de confesar por qué murió, por qué la mataron y en qué circunstancias falleció tenían que ser
los militares.
¿Cómo los identificaron?
Había dos personajes, Olivares y el coronel Castillo Maradiaga, que eran los que decían que tenían que ver con la muchacha, yo no estoy juzgando si era cierto o no. En los juzgados de la antigua PC, (Penitenciaría Central) fui a declarar varias veces y en una de esas me preguntaron si sería capaz de identificar la voz de esa persona que llamó.
¿Y usted accedió?
Desde luego, a un extremo llevaron a Castillo y a otro a Olivares y yo en otro lugar, me ponían primero a uno y después al otro, me llamaron cuatro veces consecutivas con un intervalo de por lo menos 15 minutos, yo iba anotando uno si, la otra no y yo pegué en las cuatro llamadas de Castillo, pero yo no sabía quién me llamaba, yo solo dije, número uno y número dos y fue cuando la jueza intervino a Castillo como principal sospechoso y es condenado.
Después de esos momentos que fueron los más críticos de su historia, a don Isidro le brillan los ojos cuando escucha... ¿Y el gallo colorado?
Ja, ja, ja, ja, ja... allí tengo unos gallitos colorados, a alguien se le ocurrió y mandamos a hacer un montón de gallitos para Carlos Roberto Reina, que es uno de los personajes que encarnó para mí la política, fue un hombre que se acercó al pueblo, a sus amigos, es lo que falta ahora en los actuales políticos.
¿Cómo fue él cuando llegó a ser Presidente?
Era un individuo que le hacía un chiste de cualquier cosa, yo fui viceministro de Educación en su gobierno y a mí me recibía en Casa Presidencial. Yo iba de carrerita a exponerle un problema y le decía a uno, sentate, le decía a la asistente, tráele un café a Isidro, mirá que ser Presidente es bien difícil, a mí me ha costado cuarenta y pico de años, no te gustaría ser Presidente un ratito, sentate aquí, ya se quitaba y uno se sentaba, y él al otro lado platicando, ja, ja, ja, ja....
¿Cómo ve a Luis Zelaya?
Es un personaje nuevo, yo trabajé con él, mi hija fue candidata a diputada, llegó en una circunstancia difícil, pero le hace falta un poquito más de experiencia y cancheo, porque en política hay que tener mucha prudencia y mucha tolerancia y saber tragar sapos y culebras cuando a uno no le gusta algo. Hay que abrazar al que no es amigo... La tinta se acabó, pero historias que guarda este hombre, docente de primera y gran liberal son muchas, en tiempos venideros seguramente muchas otras serán contadas.