TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Samantha presume su belleza cada vez que mueve sus labios sutilmente pintados de un rosa viejo; pocos podrían adivinar que de esos brazos tallados en madera de pino sale cualquier cantidad de uppercuts (ganchos) cada vez que va al gimnasio a practicar combate.
Hay vida más allá de las cámaras del noticiero estrella del 11. Hay otra Samantha Velásquez, la Señorita Honduras Adolescente 2003 que rápidamente entregó su corona para matricularse en el mundo de las madres, la periodista que hace ocho años no oculta su estado de indignación cada vez que presenta noticias sobre delitos a niños. “Eso me toca”...
¿Qué tal, Samantha? ¿Es cierto que tiene sangre de pirata en su cuerpo?
Ja, ja, ja... es que mi abuelo materno era apellido Haylock, un señor rubio de ojos verdes que era hijo de una misquita nicaragüense y un inglés. Por ahí investigaron algunos tíos que los antepasados de mi abuelo eran piratas ingleses... je, je.
¿Y cómo está eso de que anduvo por La Mosquitia?
Nací en Comayagua, pero de chiquita me llevaron mis abuelos a vivir a un pueblo que se llama Cauquira. Tuve una infancia salvaje, hermosa, con fácil acceso a la naturaleza, a las frutas, a los armadillos, a las tortugas. Fui muy feliz.
Y un día aparece en Tegucigalpa, ¿no?
A los 11 regreso a Comayagua y en el último año en el Instituto Comayagua salgo embarazada. Con el padre de Valeria no nos llevábamos bien y terminamos la relación incluso antes de saber mi estado, por eso me tuve que venir a la capital a buscar trabajo, porque la situación económica de mis padres tampoco era la mejor.
¿Embarazada tan joven?
Tenía 17 y escondí seis meses mi embarazo. Es que era la consentida de la casa y me daba un dolor terrible darles una noticia como esa. Me gradué del colegio y todavía no sabían que estaba embarazada; yo estaba deprimida hasta que la esposa de un primo mío me abrió los ojos y me dijo que lo que yo sufría se lo transmitía a mi hija. Ahí decidí contar todo y empecé a disfrutar esa etapa hermosa.
¿Cuándo le despertó el gusto por el periodismo?
Siempre tuve la facilidad para hablar, fui modelo desde pequeña y mi mamá me decía que me miraba presentando noticias... ja, ja, ja. Un día cuando trabajaba en Hondutel, Héctor Amador nos presentó con Raúl Valladares, que lo habían contratado para cambiar la imagen de las noticias de Canal 11.
¿Y qué pasó?
El licenciado Raúl me dijo que tenía buena voz para la radio, pero yo no le hice caso. A los días me llamó para integrarme al 11, hice un mes de entrenamiento y me gustó tanto que acá sigo todavía.
¿Cuál es la noticia que más le ha impactado presentar?
Las más impactantes son los delitos a niños: violaciones, asesinatos, niños quemados. Pero la noticia que más me afectó fue la muerte de nuestro compañero Aldo Calderón, ese noticiero lo pasé todo con un nudo en la garganta, estaba con los ojos llenos de lágrimas. Ha sido el noticiero más complicado.
¿Y lo más raro que le pasó en una edición en vivo?
En la época de la gripe porcina estaba presentando el noticiero de las 5:00 de la tarde junto a Alvin Owen y se recomendaba usar un gel sanitizante, una palabra que nunca la había escuchado. Resulta que por estar hablando de otras cosas, Alvin se ha quedado trabado con el saniti... ti... ti... Dios mío...
Yo me estaba muriendo de la risa y lo peor es que caemos en cámara para ir a pausa y yo estoy con un ataque de risa horrible y mandé a la pausa, pero tapándome la boca para no reírme. Es una de las cosas más chistosas que me ha pasado. Nos dieron una regañada horrible al día siguiente.
¡Uf! ¿Samantha Velásquez tiene un amor platónico?
Sí. Joaquín Sabina. Me encanta, es un genio creando música y me parece un hombre tan interesante que podría estar una semana entera escuchándolo hablar. El año pasado que lo fui a ver a un concierto a El Salvador lloré al verlo ahí enfrente escuchándolo en vivo.
¿Y cómo se lleva usted con las cirugías plásticas?
Siempre he sido una mujer grande, de piernas y caderas grandes y hace un tiempo estaba descuidada, había subido mucho de peso hasta que una amiga me abrió los ojos y empecé a comer sanamente.
Bajé 25 libras. Luego en enero me sacaron la vesícula y bajé otras 15 libras, era un hueso andante y empezó la bulla de que me había reconstruido el cuerpo, de que me había hecho una liposucción. Por ahorita no lo veo necesario. Eso sí, nunca me tocaría mi cara.
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¿Será que al hondureño le gusta más la carne?
Totalmente. No tiene idea de cómo me escribían diciéndome que estaba muy flaca, que me miraba fea. Al hondureño le gusta más la mujer con carne, la rellenita.
¿Posaría desnuda?
Nunca. Por mi hija. No es la imagen que quiero que Honduras tenga de mí. No veo por qué tenga que mostrar mi cuerpo si lo más importante es que la gente conozca mi esencia, mi personalidad. Tampoco me gustaría que mi hija lo hiciera.
¿Y los tatuajes?
Tengo dos palomitas en mi muñeca que significan mi hija y yo. Y un corazón con un círculo en la nuca en honor a mi abuela, por nuestro amor eterno. No les tengo fobia, pero tampoco me haría una manga completa.
¿Y esos guantes de box que tiene en aquella mesa?
Estoy en un estudio de combate. Soy mala para ir al gimnasio y aprovecho la primera media hora para correr y hacer pesas y la segunda para combatir. Tengo como tres semanas, pero me gusta mucho, ya doy mis golpes, aunque ya cuando va a terminar la hora lo que tiro son cachetadas... ja, ja, ja.