Tegucigalpa, Honduras
Perdió a su padre el mismo día que celebraba sus 10 años de vida, creció con la pasión puesta en los micrófonos, pasito a pasito fue escalando hasta llegar a ser uno de los mejores narradores del país y hoy el “Tigre” ya acumula casi 40 años de estar rugiendo en la N más grande de Honduras.
“Esta pasión nació cuando siendo niño llegaba al trabajo de mi papá (despachaba trenes en la Standard Fruit Company), tenían teléfonos de una vía y mi padre llamaba a los conductores. Escuchaba, veía los detalles y a veces quería tocarles el sistema ja, ja, ja”, afirma Dagoberto Luján, el artífice de la frase: “Y esa pelota besó la red”...
Por cierto, ¿cómo nació esa frase? “Surgió platicando con la almohada”, cuenta el grito del gol de HRN, mientras su hijo -Alex- muestra las fotos que retratan la hoja de vida de este reconocido narrador deportivo.
Siendo el relator estrella de una de las radios más importantes del país, otro podría llegar de saco y corbata para atender a TicTac en Torres Metrópolis, pero él no se aparta de su humildad.
“No soy de los que anda queriéndose mostrar a todo el mundo, soy de bajo perfil”. Una gorra, una camisa polo, una chumpa, un jean azul y unos cómodos tenis dictan la autenticidad del hombre que nació en una aldea de Sonaguera, Colón, pero que vivió su juventud en Olanchito...
Mucho gusto Dago. Hablemos de esa niñez en Los Planes, Sonaguera...
Hay una coincidencia que me marcó y es que mi papá (Esteban) murió en una cancha de fútbol el día de mi cumpleaños. Ese día, 24 de septiembre de 1963, llegó un amigo a decirle que fuera como dirigente del equipo a Coyoles Central.
Recuerdo las palabras del amigo: “El partido es a las 11:00 de la mañana y ya a las 2:00 de la tarde estás de regreso para que estés con tu hijo”. Estábamos celebrando a la orilla de un río y llegaron a decirnos que le había pegado un infarto.
¿Un infarto en pleno partido, Dago?
Claro. Su equipo anotó un gol y a él le pegó un infarto de la alegría. Por eso cuanto me preguntan “¿cuándo cumplís años?” pocas veces lo digo, si no es que pasa desapercibido. Simplemente les digo que es un año más, ya que no puedo hacer celebración porque sería celebrar mi cumpleaños y también celebrar la fecha de la muerte de mi papá.
Al poco tiempo de la muerte de su padre se trasladan a Olanchito, ¿qué tan dura fue la vida sin él?
Fue muy dura. Mi mamá (Nathalia) hacía sopapos (alborotos) y cuando yo venía de la escuela, me daba mi cacerola para ir a vender.
Cuando terminaba la venta, me dejaba jugar fútbol en la calle. Me levantaba las uñas porque jugábamos descalzos. Salía de la escuela y los zapatos los alzaba porque eran los únicos y si jugaba con ellos no duraban todo el año.
¿O sea que quería ser futbolista?
Sí, soñaba con ser futbolista. Cuando vine a Tegus (1975) hice prueba de 15 días en Motagua, pero dije: “Estar hablando es más fácil que andar sudando”. Con esas macaneadas en las prácticas fui tirando la toalla. Era mejor seguir en la radio, porque en Olanchito había sido conserje y me dieron chance de por lo menos dar la hora.
¿Conserje en una radio?
Sí, en Radio Lux, pero cuando uno de los locutores se iba a pasear nos decía a mí y a otro compañero: “Den la hora para que no crean que me fui”. Decíamos: “Pero solo dar la hora no, hay que saludar”... Ellos nos reclamaban, pero había que mandar su saludito. Luego nos dieron oportunidad de locutar los sábados y domingos.
¿Y allí empieza a narrar?
No, Nery Arteaga era el que relataba porque a mí no me gustaba narrar, sino leer los anuncios. Tirábamos un cable de teléfono de la radio al campo para narrar los partidos. Después me vine a Tegucigalpa y en Radio Tic Tac estuve año y medio.
Tenía un programa de música tropical y les gustaba mi estilo, porque uno en la costa habla un poco más rápido.
¿O sea que conquistó muchachas solo con la voz?
Llegaban jovencitas a conocerme, pero algunas quizá se desanimaban porque tal vez decían: “Qué voz tan bonita, pero él no”. Después llegué a Emisoras Unidas y empecé en las radios musicales, pero Diógenes y Servando Cruz hicieron casting para sacar narradores. Empecé en la liga mayor y leía los anuncios, pero Servando dijo que tenía que narrar. Inicié narrando en Radio Centro.
¿Y su estreno en HRN?
Estaba jugando Tiburones de San Lorenzo y Olimpia en el Nacional y Servando me dice: “Venga, gigante, va a narrar los últimos 10 minutos”. No me había terminado de decir cuando me empieza a temblar todo, porque ya era por la N.
Le digo: “Yo no estoy preparado todavía”, entonces me dijo: “Es que así es que lo quería agarrar para ver de qué está hecho. ¿Entonces nunca va a narrar para la N?”, y me puse a narrar. Yo decía: “Ay Dios, y si cae un gol cómo voy a decir”… tenía que buscar un estilo. Gracias a Dios no hubo gol ja, ja, ja.
¿Ahora todos lo conocen por el “Tigre”, pero, ¿quién lo bautizó así?
Fue Diógenes Cruz. Estábamos transmitiendo un Olimpia-Motagua, se armó un relajo entre aficionados y le dije a Diógenes: “El de camisa anaranjada sacó una pistola”.
Luego uno de los policías enseñó las pistola y Diógenes me dijo “Qué bárbaro, usted tiene ojo de tigre, cómo va a ver esa pistola de la cabina a la gradería”. Así nació el “Tigre” Luján.
¿Qué tan complicado era trabajar con Diógenes?
Con él había que ser dedicado porque era estricto. Si usted entrevistaba en grupo, le decía: “Muchacho, mejor andate a tu casa unos tres días, pero aquí no me traigás entrevistas en grupo. Traeme una exclusiva”.
¿Cuál fue el mayor regaño de Diógenes?
Siempre me llamaba la atención por la bebida, porque yo tomaba con Servando. Un sábado de partido amanecimos un poco tocados del viernes, pasamos por La Huaca y se nos pasó la mano. Llegamos al estadio y Diógenes dijo: “Estos andan arriba”. Cuando arrancamos la transmisión, ni para atrás ni para adelante… Yo dije: “La va a tocar el equipo…” y no supe qué equipo era. Nos mandó a la gradería y después qué fue lo que no nos dijo.
Empinaba el codo ¿eh?
Claro. Cuando llegué a Tegucigalpa me desaté; bebí por unos 10 o 12 años. Yo era de los que tomaba toda la semana y el sábado estaba tranquilo para el domingo. Tenía amigos con los que todos los días había que ajustar una botella. La cerveza me distorsionaba la garganta, entonces yo tomaba puro licor...
Entonces le tocó “fondear” alguna vez...
Le diré que una vez en la cooperativa de la radio me dieron la canasta de Navidad y por andar bebiendo la puse en una mesa y cuando regresé ya no estaba. Me perdí, agarré todas las ollas y las boté. Dije: “Si no como yo, pues no come nadie”. Alguien me las había escondido, pero me enfurecí tanto que le di vuelta a todo ja, ja, ja.
Cambiando el alcohol por la música, ¿le gusta o le gustaba la fiesta?
Yo ni en el baño canto, pero me gusta escuchar música, aunque soy más amante de la música tropical. Cuando llego a un lugar y siento que suenan los tambores, empiezo a marcar el paso con el pie. Soy bueno para la punta y el merengue. Antes nos íbamos con los amigos a dar una vuelta... a echar nuestra canita al aire.
Finalmente, ¿cuál es el sueño no cumplido de Dago?
Quise narrar un gol de mi hijo Jorge Arturo, es decir un gol del hijo narrado por el padre, pero no se pudo porque él jugaba más de volante (estuvo en las reservas de Olimpia y en la Sub 17). Soñaba con narrar un gol de él para ver cómo me sentía: si lloraba, gritaba o no sé qué reacción tenía, pero no se pudo dar.