TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El delgado hilo de humo plateado que aspira a salir por la ventana súbitamente es cortado por el golpazo de ese duro teclado de la vieja máquina Hispano-Olivetti en la que don Miquel Segura termina su artículo semanal para la revista de la época. Es julio, se acaba de encender el verano en Palma de Mallorca y el pequeño Jaume juega con un viejo mapa hecho en papel estucado en el que va marcando con una equis los destinos que el futuro le promete conocer...
“Mi papá era periodista y recuerdo bien que los lunes se reunían editores y redactores en la casa donde crecimos... el olor de la tinta, los periodistas fumando y contando cosas, eso para mí era fascinante”.
Han pasado más de 40 años y don Jaume Segura ofrece el puño en señal de saludo, casi al mismo tiempo que el destello de sus bien lustrados zapatos negros quiere empezar a jugar con el flash de Emilio Flores; no es periodista como cualquiera pudiera pensar, es más bien un diplomático de carrera desde 2001 y el acuerdo de paz que existe en su casa de amplios corredores y enormes salas solamente es interrumpido por el corre-corre de un mes de mayo lleno de actividades en honor al Día de Europa el próximo lunes 9.
“Mi asistente dice que yo no sé decir que no” -cuenta, mirando de reojo a Ana Mariela, su brazo derecho- “y paso los días en reuniones, inauguraciones, etcétera”. Arquea sus cejas -que parecen haber sido pintadas entre plata y carbón con un pincel- y cierra sus ojos negros, esos mismos ojos negros que se llenan de recuerdos, que lo miran pescando en el mar, que seducen a la biblioteca de la escuela y que un día conocen a su amor cubano...
ES DE INTERÉS: “La dificultad me mantiene motivada”: María Elena Bottazzi, la ciudadana del mundo que se encamina al Premio Nobel de la Paz
¿Qué tal, don Jaume? Crece en una casa donde se editaba una revista pero no se hace periodista. ¿Por qué?
Bueno, es que de chico siempre tuve dos sueños: el primero era ser diplomático, aunque era algo abstracto y vago hasta que fui estudiando y entendí bien lo que significaba; el otro, ser escritor ya que mi papá, aparte de ser periodista, escribió unos 25 libros y me transmitió ese amor por la lectura, me encantaba estar rodeado de libros.
Cuénteme cómo es la infancia de alguien que nace en una isla como Mallorca.
De ensueño. Crecimos en un paraíso, con mucho mar, un elemento fundamental en mi infancia. Incluso mis papás siempre dicen que aprendí a nadar antes que a caminar... ja, ja, ja... creo que exageran.
¿En la escuela era de los traviesos o de los que se sentaba adelante?
Era de los que me sentaban adelante... ja, ja, ja... mis amigos me trataban de bicho raro porque me encantaba ir a la escuela, era el “empollón” como decimos en España, el niño que saca buenas notas, que estudia y si bien no sacaba solo cienes, para mí no era un gran esfuerzo ir a la escuela. Además les ayudaba a los que entendían menos.
LEA: Keyla Martínez: ‘Volví a nacer con mi hijo; nunca creí que sería madre’
¿Había alguna clase que le gustaba más?
Siempre se me han dado mejor las letras, las humanidades. Me encantaba Lengua y Literatura, Historia también... las matemáticas igual me gustaban, aunque seguramente no tenía mucho talento para ello.
Mueve sus manos como Antonio Vivaldi para terminar de explicar sus ideas y cuando se mete a jugar con su perro Prim en el verde césped, también su espíritu trovador salta para resucitar sus años maravillosos; “más que travieso, creo que era un niño inquieto... un día me tropecé con un árbol jugando al fútbol... ja, ja, ja”.- ¿Y este perro qué raza es? - Es un aguacatero, mi esposa lo rescató de la calle en Ahuachapán, al occidente de El Salvador, y desde hace ocho años que vive con nosotros.
Parece un niño revolcándose con Prim. Don Jaume desarruga sus memorias ahí en ese pasto en donde se vale volver a ser el jugador de fútbol delgado y bajito que decía ser el cazagoles del equipo. “A mí lo que me gustaba de niño era jugar al fútbol y a las canicas”.
¿Hincha de Mallorca?
Soy del FC Barcelona, aunque igual tengo mucha simpatía por el Mallorca, pero por tradición familiar soy del Barça, una de mis grandes pasiones.
Vamos entrando en calor, don Jaume. ¿Dónde conoció a su esposa Leonor?
Ella es cubana pero la conocí en Mallorca. Coincidimos en un evento y fue amor a primera vista, al menos para mí... ja, ja, ja. Para ella también. Hubo química, magia y luego como ella se tuvo que regresar pues me fui a Cuba, me enamoré de su familia, del país y acá estamos. Ella vive conmigo en Honduras junto al menor de mis dos hijos, de 18 años.
ADEMÁS: Ana Jurka: “No hay un manual de cómo ser mamá... Le pido ayuda a Dios todos los días”
¿Es romántico?
No recuerdo haber ordenado nunca una serenata. Flores y chocolates sí he regalado.
Digamos que no soy tan seco como el europeo promedio ni tan cariñoso como los caribeños. Pero sí me gusta tratarla bien, que sea muy feliz.
Septiembre de 2020. ¿Qué recuerda de ese primer día que pisa Honduras?
Fue duro porque era un momento complicado, en plena pandemia. Cuando me dieron el puesto empecé a averiguar cómo venir a Honduras y no había manera hasta que, de hecho, tomé el primer vuelo que llegó de Europa, el 3 de septiembre. La impresión fue como llegar a un sitio que ha sido arrasado por una guerra, no por el desastre sino porque no había nadie en las calles.
Los primeros días los sufrí, teníamos que sacar una identidad para ir al supermercado, no podíamos ir a ninguna parte. Creo que fue el comienzo más difícil de todos los destinos a los que fui.
¿Su lugar favorito?
Utila, ahí pasamos dos navidades fabulosas con mi familia.
Cumplió el sueño de escribir un libro: “Tal vez, un día”. ¿Por qué dijo que era como tener un hijo?
Primero, porque cuesta mucho... ja, ja, ja... segundo, porque uno cree que, por haberlos criado, los hijos van a ser como uno piensa pero todos tienen vida propia; con los libros pasa lo mismo, uno les tiene cariño y luego cobran vida y ya no son de uno, son de las personas que los leen.
TAMBIÉN: Enrique Barriga Larraín: “Solo hago una comida al día”
A propósito de libros, ¿cuáles son los que más le ha apasionado leer?
Lo que más leo es ficción, de ahí que escribiera una novela de ficción. Aunque confieso que desde que vine a Honduras leo más poesía, porque este es un país de poetas.
Eso sí, soy muy disciplinado y como un día me recomendó un profesor del colegio que leyera 50 libros al año, trato de cumplir con uno a la semana.
También me contaron que le gusta mucho la música. ¿Qué ritmos resumirían su forma de ser?
Depende del momento. Por ejemplo, amo leer escuchando música clásica de fondo, así como hay momentos que escucho pop o la salsa que baila mi esposa espectacularmente...
¿Y usted baila?
Ella ha querido que yo trate de bailar y yo no bailo, yo disimulo. Pero para ser europeo me defiendo. Me gusta escuchar una buena salsa, una buena bachata, un buen merengue... incluso también algún reguetón... je, je, je. Por ejemplo, me gusta Calle 13 porque me parece que René es un poeta que canta y a mí me gusta la poesía. Me pasa lo mismo con Sabina y Serrat.