TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Ahora ya camina lento, como disculpando al tiempo, pero con la chispa vivaz de ese reportero que tomó un lápiz, una libreta y una grabadora para lanzarse al sur del país y relatar el fuego cruzado que rechinaba en la frontera.
Ha pasado medio siglo, pero en su mente sigue estando muy presente el estruendo de las armas. “Lo recuerdo bien, estuve como una semana en la frontera cubriendo la Guerra del 69 entre Honduras y El Salvador”, cuenta don Salomón Salguero, mientras la brisa de esa cascada hotelera refresca su memoria y el café negro calienta su sangre.
Como viejo y buen periodista, no se despega de esa amiga de casete, que deja ver su identidad: HRN. “Tengo como 30 años en Emisoras Unidas y esta grabadora me la regaló el finado Alfredo Villatoro; estas son las buenas”, comparte el dueño del Premio álvaro Contreras 2019; “es una alegría inmensa”.
Ese codiciado galardón no lo esperaba, pero lo empezó a construir desde sus 20 años de edad. “Sigo disfrutando el periodismo como desde el primer día”, confiesa el sulaqueño de 77 años, que acoge a TicTac en el centro de San Pedro Sula...
Un gusto don Salomón. Bueno, usted es oriundo de Sulaco, ¿verdad?
Con mucho orgullo. Recuerdo bastante cuando mis padres y mis tíos me levantaban a las 4:00 de la mañana para ir a ordeñar las vacas. A mis 14 años me fui a estudiar a Tegucigalpa y en el colegio fui director de un periódico mural. Cuando entré a diario El Pueblo ganaba como 200 lempiras al mes.
¿Es cierto que le dicen “El Poeta” porque escribía poemas de amor ?
Sí, yo escribí como 200 poesías. El primer poema a una mujer se lo hice a Irma Suazo, esposa del embajador de Honduras en la ONU, Leónidas Rosa Bautista. Era una brillante estudiante de Derecho y guapísima. Ese poema me lo solicitó el presidente de la Corte, Gustavo Acosta, quien me pidió que lo publicara en El Pueblo. Después escribía poesía de denuncia.
¿Los poemas le sirvieron para conquistar chicas?
¿Cómo no? Funcionaba la táctica de escribir. ¿Travesuras en mi juventud? Las mujeres, tenía mis novias. Yo era un aventurero, en Tegucigalpa era número 1. Yo anduve con buenas “amigas”.
¿A qué edad se casó y cuántos hijos procreó?
Esposa no tuve, pero sí tengo hijos: tengo un varón y dos hijas adoptadas (sobrinas). Nunca me casé, tal vez porque estaba en un lado y en otro. Me gustan las mujeres, ja, ja, ja. Lo que pasa es que aquel era un tiempo bohemio de andar pijineando y jodiendo... y todavía pijineo.
¿Un amor que lo marcó?
Por supuesto que sí. Ella era adventista y terminamos debido a mis aventuras y a mi bebida. La amé y hasta la fecha mi amor por ella no muere; la recuerdo mucho. Yo llevaba vida de bohemio, en esa época se bebía guaro.
Cuéntenos, ¿cómo fue cubrir la Guerra de 1969?
Estaba en El Pueblo; cuando íbamos a cubrir teníamos que estar autorizados por el alto mando de las Fuerzas Armadas para poder penetrar allá, ya si usted quería entrar a otra área era responsabilidad suya; allí le advertían. Estuve en medio de tiroteos en la guerra.
¿Sintió temor?
Fíjese que no, cuando uno anda en eso allí se le engrifan los pelos, pero agarra coraje. Cuando uno anda en esos casos, anda a cuenta de todo, decidido.
¿Es cierto que en plena guerra andaba de saco?
La costumbre en la capital era andar de traje, entonces yo me fui con saco y corbata a cubrir la Guerra del 69; de los periodistas nacionales solo yo andaba así porque los extranjeros sí vestían de traje. Mire, yo andaba catrín en plena guerra.
¿Fue su mayor vivencia como periodista?
Claro, y me marcó. Esa “Guerra del fútbol” fue para hacer millonarios a unos cuantos; el pueblo dio dinero para comprar armas y ese pisto tomó otro rumbo. Pero como los militares mandaban... Eso sí, yo era y soy revolucionario de principio y no como ahora que andan un montón de revolucionarios de cafetín.
¿Y puso en peligro su vida por tener esa ideología?
Una vez, como a las 2:00 de la mañana, comenzamos a poner en las paredes “Abajo el continuismo de Oswaldo López Arellano”, íbamos desde el Aeropuerto Toncontín hasta la Embajada Americana, pero la “Mancha Brava” armada llegó al Parque La Libertad y nos capturó. Otra vez me agarraron por estar leyendo un libro.
¿Por estar leyendo?
Me llevaron preso por estar leyendo “Destacamento rojo”, de Amaya Amador, porque antes era prohibido leer esos libros; había que andarlos con una carátula de la Biblia. Éramos cinco estudiantes, estábamos leyendo, llegaron los del 3-16, nos decomisaron los libros y nos llevaron presos. Al día siguiente salimos, pero no nos devolvieron el libro.
Hablando de actualidad, ¿qué significa ganar el Premio álvaro Contreras?
Es una satisfacción enorme porque estos premios son muy codiciados. Yo no lo esperaba ni por cerca, ni lo había pedido. El premio mío es más del pueblo, hay gente que me ha dicho: “Ya era hora que se lo dieran”.
¿Sintió emoción?
Me agarró de sorpresa, pero me siento feliz. Es una época propicia para reflexionar sobre la libertad de expresión, que está seriamente amenazada. Esa nueva reforma al Código Penal es un aviso, pero el periodista que está bajo una coraza de dignidad, moral y estudio por qué va a tener miedo. La mayoría de los colegas de ahora salen de la universidad y se olvidan de los libros.
¿Fue más o menos de lo que soñó ser?
Yo quise ser diputado, con una formación sólida, pero los líderes de aquella época eran perseguidos. Después ya no se llegaba por el calor popular, sino por tener cuello o pisto.