COMAYAGÜELA, HONDURAS.- “Se lo dejamos todo a Dios”, expresó notablemente triste doña Rosmery Mejía. A unos pasos, dentro de un ataúd rosa claro, yacían los restos mortales de su hermana menor Yeni Alejandrina Mejía Padilla (29).
El templo evangélico Casa de Luz, ubicado al norte de la capital, en la periférica colonia Villa Franca, sirvió de sala velatoria para la joven madre, ajusticiada a disparos, la tarde del lunes.
Aunque son una familia muy aferrada a la religión evangélica, no por eso deja de doler la partida irreparable de la joven, madre de dos niñas de diez y siete años, respectivamente.
El principal sospechoso
Hasta martes, el principal sospechoso de ser responsable del crimen era José Oswaldo Berríos, el que hasta el día de su muerte fue su compañero de hogar.
Vecinos de la colonia Altos de Las Cascadas, donde ocurrió el femicidio, aseguraron haber visto salir de la casa en la que vivía la pareja, a un hombre abordo de una motocicleta, con las características similares a las del sospechoso. A pesar de esto doña Rosmery expresó que “no puedo asegurar que fue él el asesino por que yo no lo miré, no queremos hacer nada en contra de él, que todo se quede así”, acotó.
El asesinato de Yeni Alejandrina se perpetró alrededor de las 3:30 de la tarde, en el patio trasero de la vivienda.
“La niña dice que llegó un hombre en una moto, entró a la casa y agarró del cuello a su mamá, dice que mi hermana le dijo: andate para adentro, la niña entró a la casa y el hombre se la llevó por la fuerza para atrás de la casa”, narró doña Rosmery.
Después de los disparos las dos niñas salieron y vieron a su madre ensangrentada, ya agonizando.
Dudas de su autoría
El motociclista salió en veloz carrera, abordó la motocicleta y con el mismo ímpetu abandonó la zona.
“Un familiar nos contó que la moto que él vio salir de la casa era una moto anaranjada y la que maneja José es color rojo, por eso nosotros también tenemos esa duda”, comentó la hermana de Yeni.
Al parecer el hombre en ningún momento se quitó el casco, ni tampoco unos lentes oscuros que llevaba para tapar por completo su rostro.
José Berríos se entregó horas después a la Policía Nacional, aduciendo que él estaba trabajando y que fue avisado del hecho unas horas después.
Los restos mortales de Yeni, quien cumpliría 30 años el próximo 18 de febrero, fueron sepultados en el cementerio público El Durazno, en la aldea del mismo nombre. Sus dos hijas quedan huérfanas.