TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Mientras estaba arrodillada en una de las esquinas de la iglesia, orando, las palabras que salieron de la boca de Pamela, madre de Mía Cáceres, fueron: “Padre, tú me la diste y yo te la entrego”, sin saber el dolor que estas palabras causarían días después.
El lunes la familia pastoral Cáceres Ordóñez inicio la semana con ayuno y oración. La fe y la paz reinaba en la vida de ellos.
Las oraciones de la madre de Mía tuvieron gran peso en la familia, pues pese a que su petición fue de protección a su hija, la vida de Mía fue arrebatada en un accidente vehicular el fin de semana.
“¿Saben cuánto peso tiene hoy esa palabra para mí? Porque yo se la entregué (un lunes) y mi hija (el domingo) estaba muriendo”, dijo su progenitora con su voz quebrantada.
Una salida con sus amigos por la noche, fue el precio que pagó la joven tocoeña por su vida. El plan era salir a disfrutar con sus amigos, sin embargo, un giro inesperado hizo que un día de distracción se convirtiera en años de dolor para su familia.
Hija de pastores, estudiante de la carrera de Arquitectura en la Universidad Católica de Honduras y originaria de Tocoa, así era Mía Cáceres, una joven que tenía un fututo prometedor.
Sus sueños y aspiraciones fueron truncados a causa de las bebidas alcohólicas y el exceso de velocidad del conductor del vehículo, según se conoció en los reportes de la Sección de Investigación de Accidentes de Tránsito (SIAT).
Aun con dolor en su corazón por la pérdida de su hija, su madre solo mencionó que no importaba cómo pasó, pues la muerte de su hija serviría para dejar una enseñanza a la juventud.
Destrozada y fatigada, no cuestionó lo sucedido, al contrario, agradeció a Dios por llevársela antes de que ella tomara malos pasos. “Yo no sé qué más podría pasarle, tal vez se podría perder, se podría echar a perder esa semilla y yo sé que el Señor la ha tomado”, lamentó.
Una familia conformada por cinco integrantes, Mauricio Ordóñez, Pamela Cáceres y sus otros dos hijos, ahora está sin un miembro presente.
Aunque, su padre aseguró que “en mi casa no somos 4, seguimos siendo cinco, porque aunque Mía no esté aquí, yo y mi casa serviremos al Señor”.