TEGUCIGALPA,HONDURAS.-Los grifos permanecen abiertos durante el día y la noche porque aunque el calendario establece la distribución del agua cada siete días, los abonados capitalinos aún mantienen la esperanza de que haya excepciones de vez en cuando.
Y es que, este 2019 se registró la mayor escasez de agua reportada en los últimos diez años en las represas Los Laureles y La Concepción, los principales embalses de la capital.
Por tal razón, las autoridades del Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SANAA) aseguran que lejos de disminuir, los días de racionamiento podrían aumentar gradualmente, ya que se espera poder prolongar la reserva del vital líquido, al menos, hasta finales de mayo de 2020.
“Esto es histórico, la represa Los Laureles siempre rebalsaba en mayo o junio y nunca había pasado que La Concepción no subiera nada en esos meses”, reconoció Carlos Hernández, jefe de la División Metropolitana del SANAA.
Gracias a las tardías lluvias que han caído sobre el territorio nacional, lentamente el embalse Los Laureles alcanzó su máximo nivel de almacenamiento a finales de septiembre, sin embargo, en años anteriores se comenzaba a desbordar con bastante antelación.
Por su parte, la represa La Concepción, la cual abastece la mayor parte de hogares capitalinos, se encuentra a 17 de los 36 millones de metros cúbicos de agua que puede almacenar, lo que representa apenas un 47% de su capacidad.
En los últimos nueve años este embalse registraba los niveles de agua más bajos y alarmantes en la época de verano, pero como es normal, en mayo comenzaba a incrementar y se mantenía relativamente estable hasta llegar la siguiente temporada calurosa.
No obstante, durante este año su nivel de almacenamiento fue en picada permanente desde enero y no fue hasta finales de septiembre que logró alcanzar un leve incremento, el cual sigue siendo insuficiente para abastecer a la población y servir como reserva para cerrar este año y soportar el siguiente verano.
Hernández enfatizó que esta crisis es tan grave que por primera vez el SANAA se vio en la necesidad de utilizar un sistema de trasvase para transferir más de un millón de metros cúbicos de agua que rebosaban de Los Laureles hasta La Concepción y así lograr subir un poco el nivel de esta última.
“Si La Concepción no llegaba a la mitad y se quedaba en 14 millones de metros cúbicos teníamos que dar agua cada nueve o 12 días y con eso no iba a llegar a los sectores más altos principalmente”, explicó el funcionario.
Por otra parte, Hernández aseguró que entre las acciones que el SANAA realiza para intentar contrarrestar la crisis está la reparación de fugas en el sistema de tuberías y la habilitación de seis de los 13 pozos productores de agua con los que cuenta la institución en los alrededores, pero que estos últimos no generarían un aporte tan significativo.
Una crisis adelantada
Un informe publicado en 2014 por la Academia de Ciencias de Honduras y la Asociación Mundial del Agua (GWP, por sus siglas en inglés) predijo que en 15 años, a partir de esa fecha, el Distrito Central sufriría una grave escasez de agua.
En aquel momento también se pronosticó que para esa fecha habría racionamientos cada cinco días, sin embargo, apenas cinco años han pasado y la crisis de agua ya comenzó con racionamientos de siete y hasta 15 días en algunos barrios y colonias.
De acuerdo con el llamado de atención hecho en esa ocasión, esto solo se podría frenar si se creaban al menos cuatro represas que pudieran responder a la demanda de la creciente población de la capital.
Esta teoría es respaldada por la Asociación Hondureña de Juntas Administradoras de Agua (Ashojaas), ya que según uno de sus coordinadores, Manuel Amador, ellos han presentado varias solicitudes tanto al SANAA como a la Alcaldía Municipal para que se agilice la construcción de la represa Guacerique II, un proyecto que data de varios años y que a pesar de su factibilidad no ha sido descartada, pero tampoco aprobada, mucho menos ejecutada.
El último valor oficial en 2014 revelaba que su construcción rondaría los 110 millones de dólares (2,750 millones de lempiras) y debería generar un metro cúbico por segundo, pero con la sequía esa proyección de producción hídrica se ha venido abajo. Hasta el momento, las obras anunciadas por las autoridades locales son el levantamiento de una cortina en el río Jiniguare a fin de evitar que el caudal se pierda y nutra a la presa La Concepción, y la licitación de un reservorio de agua en El Hatillo, a inmediaciones de Rancho Viejo, para mejorar el suministro a las colonias que son atendidas por la fuente superficial de El Picacho. Una tercera obra, en etapa de presentación de interés, es la construcción del embalse San José, a la que quieren aplicarle el modelo de represar el agua por parte de una empresa nacional o internacional que se encargaría de la obra gris y vendería en bloque el vital líquido a la Alcaldía para que esta la suministre.
“Hay 157 juntas que no tienen conexión a agua potable por lo que deben comprarla en cisternas que la venden demasiado cara y ahora nosotros, que sí somos abonados, con los racionamientos debemos pagar el recibo del SANAA y además comprar a las cisternas privadas porque el agua que llega a nuestras casas ya no nos ajusta”, denunció Amador.
En vista de que también se ha limitado la venta de agua de forma privada, el precio del barril del vital líquido ronda entre 32, 45 o 60 lempiras y, en algunos casos, el límite del precio lo determina la voluntad del dueño de la cisterna.
Ya sea por los racionamientos o el alto costo, el agua se vuelve cada vez más inalcanzable para los 1.4 millones de habitantes del Distrito Central.