Bajo las noches más frías, en los días de sol más fuerte, con sudor en la frente, estómago vacío, hay un valiente joven en la capital de Honduras que vende globos para ganarse la vida aunque esté perdiendo la suya.
Siempre con una gran sonrisa y el mejor de los ánimos se acerca a sus clientes y les pregunta '¿me puede comprar un globo?'. Él es David Martínez, un joven que a los 18 años presenta una gran experiencia laboral que abarca más de una década.
Vida familiar
“Yo era feliz, no tenía al padre alcohólico que me iba a agredir física y psicológicamente, ya nunca más iba a pasar”, confesó el alegre vendedor de globos.
En su hogar habitan cuatro personas: tres hermanos y su madre, quienes fueron víctimas de un padre que sentía más amor por las bebidas alcohólicas que por su familia, al punto que la felicidad se basó en la ausencia del “hombre del hogar”.
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Sobreviviendo en las calles
'Me da pena decirlo pero yo empecé pidiendo en la calle', lamentó el joven, quien cansado de escuchar los llantos de su hermana por el hambre y muy decepcionado de ver a su madre llorar por primera vez mientras le aseguraba que 'mañana iba a ser mejor', decidió salir a la calle a buscar dinero.
Un día después de cumplir 8 años inició su travesía por mejorar su condición económica. “Vi a un hombre, lavando un carro y lo ofrecí ayudarlo y que me diera algo de comer”. Muy animado lo ayudó.
La historia tomó otro rumbo cuando el hombre le respondió que “no hay que darte el pescado, sino enseñarte a pescar”. Este era el dueño de una taquería y lo puso a trabajar.
“Me puso a pelar como una 200 cebollas, tenía hambre y estaba llorando, no por el olor sino por el hambre”, confesó el joven quien siguió realizando trabajos y al final del día recibió un pago por su trabajo.
La mañana siguiente acudió a una piñatería y el dueño, de origen mexicano, hermano del señor de la taquería, lo puso a acomodar cajas. Al final del día “mi pago no fue dinero sino que me dio 400 barritas de coco”.
Martínez inició su venta de dulces en las unidades de transporte público, sometido a los riesgos en las calles y desapareciendo de su casa por dos días para poder regresar con un presupuesto de 200 lempiras que servirían para alimentar a su familia.
El dueño de la confitería tres meses después tuvo la idea de abrir un cibercafé a lado. “Me preguntó si podía sabía usar computadoras”, recuerda. Martínez -quien en ese momento tenía nueve años- mintió para sobrevivir y le dijo que sí.
El mexicano al enterarse que no sabía usar la computadora lo inscribió en cursos de computación durante un año.
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¿Cómo aprendió a inflar globos?
“Güirro 'cerote', dejá de ver porno y ponte a ver algo productivo”, fue la frase que motivó al joven Martínez para ver videos de cómo hacer figuras de globos.
No es que él viera pornografía en el cibercafé, solo que llegaban clientes a ver este tipo de vídeos y “yo estaba en la computadora central y podía ver lo que estaba en el monitor de todos y habían dos niños viendo porno”.
Claro que los fue a detener, hasta que le ofrecieron dinero para que los dejara ver pornografía, por su dolorosa situación se vio en la necesidad de aceptar la propuesta.
Cada día eran más las personas que se acercaban por ese trato que tenía con los clientes, hasta que un día el jefe se dio cuenta y fue cuando paró sus negocios y empezó a ver a payasos hacer figuras de globos.
Su jefe un día celebró el día del niño y él fue el encargado de hacer figuras de globos a los niños que llegaran “en aquel entonces solo podía hacer perros y espadas”, comentó el encargado del cibercafé.
El jefe se tuvo que regresar a México, “Él fue como un padre para mí”, confesó David. Su paga por todo su servicio fue una computadora, que le sirvió después para seguir educándose.
De nuevo a la calle
Con la ida de su jefe, al pequeño David no le quedó otra alternativa más que vender figuras de globos en la calle. Solo de esa manera iba a poder sobrevivir.
Un día fue capturado por el Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (IHNFA) -ahora conocido como Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf)- “La gente piensa que los niños de la calle estarían mejor ahí, no es cierto”, lamenta.
David pudo salir de la institución, pero explicó que “ahora que soy mayor de edad, no permito que se lleven a ningún niño, porque puedo cambiar de nombre pero la gente sigue siendo la misma”.
Yo soy feliz
Aunque el camino ha sido duro y hay noches que no vende ni un globo y duerme con el estómago vacío, siempre sale con el mejor de los ánimos.
Si lo ves un día en las calles del Bulevar Juan Pablo II, no dudes en comprar un globo, la ayuda terminará siendo para ti. Los artistas mejor pagados no son necesariamente los más valiosos y el ejemplo es “David Globber”.