TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Enclavado en el bullicioso corazón de Honduras está un testigo silencioso de la historia: el Palacio del Distrito Central. Con su fachada neoclásica, influenciada por el romanticismo, este majestuoso edificio, que fue un centro de poder y autoridad, hoy languidece en el abandono que amenaza con borrar su pasado ilustre.
A la decadencia del lugar se suma el desagradable olor de los orines que impregna el aire, añadiendo un triste matiz a la situación, y en sus afueras hay personas que mendigan y otras que encuentran refugio.
Este espacio fue clausurado allá por 2018, luego de que algunos manifestantes que “celebraban el Día del Trabajador” lo prendieran en llamas. Han transcurrido cinco años desde entonces y esta casa municipal sigue sin vida.
Las promesas de remodelar el palacio no se hicieron esperar, la administración de Nasry “Tito” Asfura juró invertir más de cuatro millones de lempiras, entre 2019 y 2021, pero ese edificio sigue en abandono y sin recibir la atención que con urgencia necesita.
Ahora, la nuevas autoridades de la Alcaldía presentaron un proyecto de restauración tasado en más de siete millones de lempiras, según lo indicó la Gerencia de Ordenamiento Territorial (GOT).
La idea del edificio es que se convierta en un centro cultural con áreas museográficas, salas de usos múltiples, una biblioteca municipal y mejoras en la accesibilidad para personas con movilidad limitada.
A pesar de que la Alcaldía tenga todo esto planeado y de que el proyecto esté aprobado en el plan de inversiones municipales de 2023, aún no se han iniciado los trabajos.
Sueño y visión
Ismael Zepeda, un reconocido historiador, alza su voz para denunciar la falta de prioridad del gobierno en invertir en la preservación y promoción de la cultura y la historia.
“En la antigua Alcaldía hay locales que pueden funcionar para colocar un museo de la ciudad, un mercado artesanal, un café al aire libre; con esto se ayudaría a la dinamización de la economía”, aseveró Zepeda.
Los analistas financieros sostienen que la restauración y el uso adecuado de este espacio podrían incrementar el flujo de efectivo, como el turismo, y a su vez, contribuiría al desarrollo de la ciudad.
“¿Qué capitalino no desearía tener un palacio para disfrutar de toda su belleza? ¿No cree que los extranjeros se sentirían motivados a invertir en la ciudad si mostramos nuestra cultura? Observemos a Valle de Ángeles y Santa Lucía, que atraen todas las miradas y con ello también los recursos. Solo hay que tener visión”, aseveró Carlos Duarte, economista.
Don Miguel Barahona, un ciudadano que recuerda con cariño sus visitas al palacio en su juventud, confiesa con cierta melancolía que “verlo cerrado y abandonado me entristece. Las generaciones más jóvenes desconocen la importancia de este lugar, su historia y su legado”.
“Le pido a Jorge Aldana que se ponga las pilas. Nosotros queremos tener un lugar que nos represente y un espacio en donde los ancianos podamos disfrutar de un cafecito y hablar de política y deportes”, dijo Carlos Padilla, amigo de Barahona.